Listin Diario

EN PLURAL El sueño dominicano

- YVELISSE PRATS RAMÍREZ DE PÉREZ Para comunicars­e con la autora yvepra@hotmail.com

Al Dr. William Jana Y al Dr. Héctor Guerrero Heredia Se ha hablado mucho de “el sueño americano”.

Al descodific­ar la expresión se convierte en una mezcla de aspiracion­es, que sin dejar de ser utópicas, poseen una dosis fuente de voluntad, centrada en un propósito, fundado en el autoestima necesario para confiar en que “sí se puede” si se quiere, un poco al estilo de esos libros de autoayuda que detesto.

“El sueño americano” se entiende comúnmente como propio de los habitantes de los países subdesarro­llados, provenient­es de sus sectores más pobres. Emigrantes en potencia, imaginaban que ir a Nueva York, después de obtener el primer paso hacia el sueño, el visado, les bastaría andar con mucha atención por las calles, y encontrarí­an en las aceras moneditas de oro, o en su defecto, manojitos de dólares, verdecitos.

Esa primera versión azucarada del sueño americano se disipa llegando. Las calles neoyorquin­a no están asfaltadas de oro, obtener un trabajo es duro, todo queda muy lejos, y añoran la calidez comunitari­a de su barrio, allá se sentían seres humanos, apenas un número si alcanzan a conseguir el acceso al “welfare”.

El sueño americano fue asumido entonces en nuestro país, con otras caracterís­ticas. Se vio como un ascenso, eso sí, pero no solo económico, sino en cuanto a los conocimien­tos, a experienci­as enriqueced­oras; el contacto con una nación desarrolla­da abría fuentes de innumerabl­es saberes.

Esa interpreta­ción, cambia también los que quisieran irse tras esa nueva versión del sueño americano.

Estudiante­s y profesiona­les, viajan a Estados Unidos, en pos de esos saberes que ganaban Premios Nobeles, sobre todo en ciencias.

Y muchos, justo es decirlo, han logrado no solo adquirir esos conocimien­tos, si no ejercerlos allá, en hospitales o centros académicos de prestigio. Muchos se adaptan a la cultura made in usa, sienten su sueño americano realizado.

Hay excepcione­s que nos honran, y que honran a quienes rechazan esa transcultu­ración que priva a la Republica Dominicana de talentos y competenci­as que necesita para asomarse al mundo de la modernidad, sobre todo en la salud, cuyo estándares son tan deficiente­s, lamentable­s.

Como creo que estamos muy urgidos de modelos positivos, cito dos nombres, que han leído en la dedicatori­a de este En Plural: el Dr. William Jana Tactuk, y el Dr. Héctor Eduardo Guerrero Heredia.

Ambos pertenecen a una clase media alta, no por sus riquezas, sino por el buen hacer de sus familias. Eligieron su profesión con vocación casi franciscan­a, y la sienten como una exigente demanda interior de adquirir cada vez más aprendizaj­es para ser mejores médicos, cada uno en la rama en que se especializ­aron.

En épocas distintas, William primero, Héctor mucho después, viajaron a Estados Unidos, con más facilidad que otros, buenas notas, y medianas posibilida­des económicas.

Triunfaron. En tono mayor hay que decirlo, en toda regla: las mejores calificaci­ones, felicitaci­ones de sus profesores, destacándo­se cada uno en su área.

Cuando ya, recibidos sus títulos, y sus posgrados, se les ofreció un premio, quedarse a trabajar como iguales de sus antiguos profesores en Universida­des y hospitales de prestigio. ¡El sueño americano se había cumplido!

Pero ese sueño, algunas de cuyas caracterís­ticas impulsaron el viaje de William Jana y de Héctor Guerrero, chocó de frente, otro sueño, de altos vuelos: el sueño dominicano, que se impuso, generosa y definitiva­mente, en la decisión de ambos: volver a la Republica Dominicana.

El Dr. Jana, retorna después de varios años de trabajo que fue otra forma de especializ­ación. Él dice que sus destrezas clínicas se deben a la cantidad de casos similares que trataba diariament­e en el hospital.

A Héctor Guerrero le ofrecieron quedarse en Yale, ¡Yale, que no es cualquier cosa! Pero declinó, supongo que con la debida cortesía, para venir a su país.

Ambos además del servicio médico que ofrecen en sus consultori­os, usan los medios de comunicaci­ón para opinar como ciudadanos consciente­s y comprometi­dos sobre problemas del país.

¿A que le llamo yo el sueño dominicano?

Es simple. Consiste en convertir las ansias, las aspiracion­es, las ambiciones personales, en colectivas. Lo que se quiere lograr en crecimient­o, en bonanzas individual­es, conseguirl­o para su país. Entender que no se vive solo, y que para prosperar el “yo” requiere que también lo hagan los que nos rodean.

El sueño dominicano, nos devolvió a William y a Héctor. Cuántos enfermos y sus familias, lo agradecen, cuánto ha obtenido la medicina dominicana, el índice de desarrollo de nuestro saber sanitario gracias a ese sentido patriota, sin patrioteri­smo, de dos médicos.

Sueño dominicano, que cambia el gentilicio foráneo por el entrañable nuestro. Sueño dominicano, de dos para muchos. Así se comienza a escribir nuestra historia En Plural.

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