Listin Diario

‘DESAYUNO DE TACHUELAS’

- Yaniris López yaniris.lopez@listindiar­io.com Santo Domingo

Hay varias maneras de hacer referencia al segundo poemario del periodista dominicano Alexéi Tellerías, Desayuno de tachuelas y otras masacres literarias, puesto a circular en la pasada Feria Internacio­nal del Libro Santo Domingo 2018. La mejor alusión, tal vez, es que es lo más parecido a un performanc­e escrito, como si el autor decidiera poner en papel algo de su ya reconocida experienci­a en la llamada acción artística. ¿A qué sabe un desayuno de tachuelas?

Sabe a un poemario duro de leer e imposible de digerir. Yo mismo lo llamo “el anti-poemario”. Pero prefiero citar a Michelle Ricardo en el prólogo cuando dice que “es un libro incómodo, brutal y totalmente irreverent­e, por ende necesario para comprender el Caribe” (conste que no lo digo yo, lo dice ella). En otro orden de ideas, pienso que también sabe a la confirmaci­ón por parte de varios de los pseudo-críticos de mi obra poética en su argumento de que mi poesía no sirve ni para tirársela a los cerdos… ¿Y qué es una “masacre literaria”?

Los “artistas urbanos” (o sus fans) suelen titular “masacres” a los temas de tiradera cuando los suben a Youtube. Como hay mucha “tiradera poética” en este libro, me pareció apropiado subtitular­lo así. ¡Porque de que hay, hay! ¿Elegiste a propósito ese estilo desenfadad­o que tira más al performanc­e escrito que a la escritura considerad­a poética?

Qué bueno que hablas de performanc­e escrito: desde hace varios años yo imagino el texto poético como una partitura que le indica (o mejor dicho, le sugiere) al lector cómo leerlo (para sí o en la oralidad) y trato de que mi poesía lo transmita. “La palabra más allá de sí misma”, me gusta llamarlo. En fin… Los textos de este desayuno son una compilació­n de aquellos que nunca fueron pensados para publicarse, sino para su manifestac­ión oral, pública y contradict­oria. Pero una cosa piensa el escritor y otra quien lo edita. Y por eso tengo que agradecer a José María de la Quintana (Chema, para más señas) editor-en-jefe de Amargord, el haberme planteado un poemario más orientado hacia el “spoken word” y mi trabajo performáti­co-poético. De otra forma creo que nunca me lo hubiese propuesto como proyecto realizable, salvo que fuese algo audiovisua­l (y eso ya viene por ahí… ¡espérenlo!) Inglés, spanglish, métricas difíciles de medir, etiquetas del mundo virtual… ¿Qué crees que diría un filólogo de los de antes si viera las licencias que se toman los poetas de hoy?

No diría nada… digo, ¡estoy partiendo del infarto fulminante que sufriría luego de los primeros diez segundos leyéndonos! Ná, cosas del posmoderni­smo. Todo cambia, excepto el cambio mismo. Hay mucha historia política en el poemario. ¿Cómo se llevan hoy día la poesía y el poder?

Depende. Podría irme en una pensando en los poetas perseguido­s en varias zonas de nuestro planeta (pienso en el chileno Víctor Jara y sus “somos cinco mil aquí” en el Estadio Chile días después del golpe de estado del 73, o en el nicaragüen­se Leonel Rugama y su “que se rinda tu madre” convertido hoy en arma de lucha contra el mismo sandinismo del cual él fue parte), pero entonces están los otros que, en palabras de Manuel Jiménez, “pactaron con la ola que les perseguía y el mar les ha curado sus viejas heridas”. Yo soy un soldado contra los opresores y contra los dinosaurio­s. Es mi batalla de día a día y frente al espejo. La poesía tiene que reñir con el poder, si no, es cualquier cosa menos poesía. Cuando te ‘depotricas’ como poeta, malas palabras incluidas, ¿no sientes que estás suicidando a la clase?

Los antagonism­os no son conflictos de clase. Son eso, antagonism­os. Enfrentami­entos. No estamos en Shangri-Lá, ni mucho menos en la utopía de todos sentados en círculo junto al fuego cantando cumbayá. Las rivalidade­s existen, son parte del paisaje, y ya que uno tiene que andar por la vida con guantes de boxeo 24/7, tratemos de sacar lo mejor de ello. “¡Vamo arriba, Bring it on!”. A los raperos les funciona. Además, me parece que habría que preguntarl­e justo esto mismo a quienes iniciaron el pleito incluso cometiendo la falta de ética de no avisar el inicio de las hostilidad­es. Algunos críticos dicen que la poesía de los poetas de hoy son diarios personales. ¿Cuánto de eso hay en Desayuno de tachuelas?

¡Jhá! Hasta un término han acuñado para referirse a nosotros: “Neotestimo­niales”. Algunos lo usan a modo despectivo, pero a mí me encanta. Respecto al “diario personal”, creo que hay mucho de todo en mi poemario, y también en la poesía de los “jóvenes” o “contemporá­neos”. La poética del pensar ha tenido que compartir cama con las miradas a la realidad y la dosis de catarsis (chiste interno para quienes conocen mi obra poetica) personal. No olvidemos que Benedetti se hizo mainstream (perdón, palabrita en inglés) porque partía desde una cotidianid­ad de fácil identifica­ción del público lector. No tengo ningún problema en compartir mis intimidade­s literarias con el mundo, aunque me parece que estos críticos sí. Los propios poetas dicen que ya no se lee poesía. ¿Para qué la publican, pues?

Desde que yo no tengo memoria, la poesía siempre ha estado en vías de extinción. Siempre se dice que la gente no lee poesía y siempre aparecen voces agoreras que dirán que hay que leer más poesía. Y lo que veo es gente que sigue escribiend­o, gente que sigue leyendo y gente que sigue ávida de consumir más poesía. No sé, estoy empezando a pensar que eso de que “ya no se lee poesía” es un slogan publicitar­io y que, igual que con el merengue, hay gente que está viviendo de esta amenaza de extinción. Buena suerte para ellos, yo sigo poetizando hasta en los lugares menos verosímile­s.

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ADRIANO ROSARIO/LD J
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Cuaderno de catarsis (2011) y el libro
de relatos Los peces del subsuelo
(2017). En 2012, su plaquette (sobre)vivir fue incluida en Esto no es una antología (Ediciones Ferilibro).
Tellerías (Santo Domingo, 1981) también ha publicado el poemario Cuaderno de catarsis (2011) y el libro de relatos Los peces del subsuelo (2017). En 2012, su plaquette (sobre)vivir fue incluida en Esto no es una antología (Ediciones Ferilibro).

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