Listin Diario

“ NARRA LAS TORTURAS QUE SUFRIÓ SU PADRE

- Juan Salazar juan.salazar@listindiar­io.com Santo Domingo

En esta cajita llevó su vida”, expresa la museógrafa Luisa de Peña Díaz luego de traspasar el patio del inmueble que aloja lo que define como su proyecto de vida: El Museo Memorial de la Resistenci­a Dominicana (MMRD), con cerca de 200,000 documentos sobre las atrocidade­s cometidas durante la tiranía de Trujillo y los 12 de años de Balaguer, declarados por la Unesco patrimonio de la humanidad.

En la caja conserva cartas enviadas por su padre Luis de Peña Pichardo a su madre Cristina Díaz Gautier, fotografía­s, libretas con apuntes de la labor de su progenitor como miembro del movimiento 14 de Junio y recortes de periódicos que reseñan su asesinato ocurrido el 4 de mayo de 1967.

Ella tenía seis meses formándose en el vientre de su madre cuando su padre, con apenas 22 años, murió a manos de fuerzas militares mientras realizaba trabajos de adoctrinam­iento en Nagua, provincia María Trinidad Sánchez, para el movimiento político que se formó para recordar la expedición de 1959 contra Rafael Leónidas Trujillo, cabeza de la más espeluznan­te dictadura que azotó al país en toda su historia.

Según los detalles que ha recabado posteriorm­ente, su padre logró cubrir a algunos de sus compañeros del grupo político para que escaparan del cerco militar, pero cuando él intentó hacerlo su bota se enredó en unos alambres de púas. El contingent­e militar estaba comandado por un coronel primo de su abuela. “Fue herido, capturado vivo, torturado y posteriorm­ente asesinado”, expresa con marcado dolor la mujer que nació tres meses después de estos episodios que le trazaron un destino del que empezó a tomar conciencia cuando llegó a la adolescenc­ia.

Torturado

“Él sufrió, a él lo capturaron vivo. No hay ninguna justificac­ión para que un ser humano le infrinja a otro esa clase de sufrimient­o. La tortura no tiene justificac­ión, por eso es un crimen de lesa humanidad”, refirió.

Él le confesó un día a su madre que si lo mataban, ella tendría la entereza suficiente para recuperar su cadáver, y así fue.

Considera que la mayoría de esos jóvenes veían la muerte como un desenlace natural ante lo que estaban haciendo, debido a los tantos compañeros que habían sido asesinados en idénticas circunstan­cias.

Fue enterrado en el mismo lugar del suceso y el proceso de recuperaci­ón del cadáver tomó a la familia cerca de 20 días, además de que luego tuvieron que sepultarlo en medio de un tiroteo de agentes de la Policía que intentaron impedir el sepelio.

De Peña Díaz destacó que tres años después su madre se volvió a casar con una “persona maravillos­a que me asumió como su hija”.

Ella creció ignorando por qué la persona que identifica­ba como su padre llevaba un apellido distinto al de ella, hasta que a la edad de siete años una mujer, a la que no quiso identifica­r, le dijo que su papá era “un hombre malo al que se lo había llevado el diablo por comunista”.

Luego de que esa persona le revelara lo que ignoraba sobre su verdadero padre, su madre tuvo que recurrir a la psicóloga Josefina Padilla, viuda de Rafael Augusto Sánchez Sanlley (Papito), para que le dijera cómo manejar la situación y evitar que la revelación le causara un trauma.

A partir de ese momento, su madre siempre la llevó a las conmemorac­iones del movimiento 14 de Junio.

Fueron momentos muy duros para una niña que comenzó desde ese instante a conocer la historia que marcó a la familia, pero asegura que encontró en su madre a una mujer fuerte que le brindó estabilida­d y un hogar nuevo para ella junto a su padrastro. “Dios me dio la capacidad de perdonar a los verdugos de mi padre”, exclama sin ocultar el dolor que la sobrecoge, pero que también pone de manifiesto la férrea determinac­ión alcanzada por esta mujer en medio de la desgracia.

Pese al doloroso momento que vivió la familia por la ausencia del esposo y padre a tan temprana edad, ella asegura que guarda gratos recuerdos de su niñez por la forma en que su madre la educó.

Citó también el cariño que recibió de sus dos abuelas, Genoveva Pichardo, por parte de su padre, y Janet, la madre de Tony Barreiro, el primer compañero de su madre y quien falleció junto a Manolo Tavárez Justo en Las Manaclas. “Abuela Janet decía que yo era la hija que Tony iba a tener con mamá y nunca tuvo”, añadió.

“Tengo muchos recuerdos bonitos de mi niñez”, refiere, sobre todo por la forma como su mamá manejó la ausencia de su padre.

Además de su madre y sus abuelas, le agradece a Minetta Roque, directora del Colegio Santa Teresita, quien la acogió sin cobrar un centavo por su educación, al igual que hizo con otros “hijos de la dictadura” que encontraro­n en la educadora y luchadora antitrujil­lista una acrisolada formación en valores.

Lamentó que el gesto de Roque no haya sido reconocido apropiadam­ente, pese a que creó una burbuja de protección alrededor de los hijos de perseguido­s políticos durante la dictadura Trujillist­a.

“Yo no quisiera que otro niño o niña tenga que vivir la niñez y la adolescenc­ia que viví, y la adultez que estoy viviendo. Todo niño tiene derecho a crecer en paz, a no tener miedo y que no te señalen como la hija de un comunista como si eso fuera un estigma vergonzoso”, precisó la directora del MMRD, quien asegura que solo cuando se haga justicia quedarán definitiva­mente cerradas las heridas causadas a la sociedad y a cerca de 100,000 personas víctimas del terrorismo de Estado durante la dictadura trujillist­a y los 12 años de Ba- laguer. “Justicia no es rencor, ni venganza”, añadió.

Entiende que uno de los tesoros que un padre le puede dejar a un hijo es saber qué le espera y qué le desea.

Ella recuerda que comenzó a pasar el duelo por la muerte de su progenitor en la adolescenc­ia y todavía a sus 50 años se pregunta qué diría su padre, qué actitud tomaría y que le aconsejarí­a en determinad­as situacione­s de la vida.

Confiesa que respeta las decisiones que adoptó y aunque afirma que se siente muy orgullosa de él, hubiera preferido tenerlo a su lado porque “el heroísmo no se hereda”.

“Mi papá lo mataron cuando tenía 22 años. Era un muchachito, y siempre me pregunto qué hombre hubiese él sido si hubiera llegado a la madurez”, añadió.

Hubiera preferido el padre

En términos colectivos y de país estima que el sacrificio de su padre valió la pena, pero en el aspecto personal entiende que no, porque al final ella hubiese preferido crecer con él, pese a que algunos pudieran pensar que se trata de un sentimient­o egoísta.

En sus primeros años se dedicó al arte y el diseño, pero un día le confesó a un sacerdote en un retiro que no se sentía feliz con lo que hacía, porque aunque producía dinero y le iba muy bien, sentía que no estaba aportando a la sociedad.

“Él me dijo no te preocupes, tú le pides a Dios y Él te irá poniendo en el camino, me sonó en ese momento remoto, pero después a través del mundo del arte y el diseño Dios me puso en el camino de este proyecto”, afirmó sobre la creación del MMRD, entidad que este martes celebra su séptimo aniverario.

Fue su abuela Cristina Gautier y la prima de ella Ángela Ricart, madre del expedicion­ario de 1959, Tony Mota, quienes le sugirieron hace 22 años crear un museo para honrar a los que integraron la gesta de Constanza, Maimón y Estero Hondo contra Trujillo.

De Peña Díaz conserva todas las cartas escritas por su padre a su madre cuando realizaba trabajos políticos en Nagua, donde hablaba del hijo que esperaban, aunque finalmente resultó ser niña, y en las que también se mostraba como un esposo amoroso y siempre pendiente del bienestar de su compañera.

“No tiene precio saber que yo fui una bebé buscada y deseada”, indicó con la nostalgia de la hija que anheló recibir caricias y mimos del padre al que solo ha visto en fotografía­s y sentido a través de las líneas trazadas en esas emotivas misivas dirigidas a su madre, a quien cariñosame­nte llamaba “Cristalito”.

También atesora fotos del noviazgo, boda y luna de miel de sus progenitor­es.

De Peña Díaz considera que todas esas heridas causadas a particular­es y a la sociedad en general por la dictadura y los 12 años de Balaguer no se han cerrado porque eso solo ocurrirá cuando se haga justicia con el conocimien­to de la verdad y la recuperaci­ón de la memoria histórica.

Entiende que el MMRD es el primer paso para la recuperaci­ón de esa memoria y educar a las nuevas generacion­es para que nunca más vuelva una dictadura.

La museóloga asegura que toda persona tiene derecho a actuar y pensar diferente, y el hecho de que las sociedades estén repartidas de distintas maneras no debe ser razón para que te maten. “Yo no le deseo a nadie lo que yo he vivido, pero tampoco lo rechazo, porque eso que viví me ha convertido en la persona que soy hoy”, afirmó.

Está de acuerdo en que queda una herencia de dolor que viene de la ausencia, del deseo que esté y no está, no tanto de la forma en que su padre fue asesinado, aunque fue doloroso.

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JORGE CRUZ/LISTÍN DIARIO Luisa de Peña Díaz, directora del Museo Memorial de la Resistenci­a Dominicana, observa fotos, cartas y otros detalles de la etapa de noviazgo y matrimonio de sus padres Luis de Peña Pichardo y Cristina Díaz Gautier.
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Pareja. Una foto de recuerdo cuando contraían matrimonio.

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