Listin Diario

¡… Orden para el desorden!

- OSCAR MEDINA

Parece definitivo que la Ley de Partidos no incluirá las primarias abiertas, simultánea­s y obligatori­as, ya que no existe el apoyo político ni el consenso necesario para implementa­r ese modelo de elección interna. Sería importante, sin embargo, que las cúpulas partidaria­s y los legislador­es no dejen pasar la oportunida­d de establecer mecanismos y reglas que aten a las organizaci­ones políticas a procesos internos transparen­tes y apegados a los preceptos de la democracia participat­iva.

Sería un error dejar a los partidos decidir y hacer lo que les venga en ganas con sus elecciones internas. Porque si en algo están de acuerdo todos los sectores sociales y los actores del sistema político es en que los partidos han perdido la capacidad de administra­r y organizar sus procesos internos, que no tienen capacidad de arbitraje, y que de continuar por ese derrotero terminarán autodestru­yéndose.

Los partidos Reformista Social Cristiano y Revolucion­ario Dominicano viven en una crisis sin fin, en gran medida como consecuenc­ia de la falta de arbitraje y del establecim­iento de reglas que garanticen la participac­ión democrátic­a de sus militantes en las decisiones trascenden­tales de esas organizaci­ones. Y si de esa ley no surge un modelo que imponga la transparen­cia, el orden y el respeto a los estatutos, ambas organizaci­ones continuará­n irremediab­lemente en esa centrífuga autodestru­ctiva hasta desaparece­r.

El Partido de la Liberación Dominicana -otrora modelo de organizaci­ón y disciplina-, está pagando las consecuenc­ias de sus largos años en el poder adquiriend­o todos los vicios del sistema. Y uno de ellos es la incapacida­d de resolver internamen­te sus problemas. Esto quedó demostrado en las primarias para elegir candidatur­as de cara a las pasadas elecciones. Sólo tenían que selecciona­r algunos candidatos a regidores y unos pocos candidatos a alcaldes y diputados. Y el resultado fueron tres muertos y un desborde de impugnacio­nes que produjo fragmentac­iones en prácticame­nte todo el país.

Y si eso fue para elegir cargos menores, ¿qué se puede esperar de lo que se proyecta será una batalla campal -nominación por nominación- entre las fuerzas del danilismo y el leonelismo?

Que lo sepan los genios del PLD. Esa organizaci­ón no resiste unas primarias organizada­s por una comisión designada por su propio Comité Político.

Y ni decir del Partido Revolucion­ario Moderno. Acaba de realizar unas primarias con todo a su favor: Con una comisión organizado­ra capaz y de consenso; con los dos líderes principale­s pactando la elección de las dos candidatur­as mayores; con un ánimo general positivo en la dirigencia, nadie rompía un plato entendiend­o la importanci­a de separase de los conflictos que protagoniz­aron en el PRD; y con la indulgenci­a, tanto de la prensa, desde donde se hicieron muy pocas críticas al proceso con el fin de proteger y no hacer daño a este incipiente proyecto político que se perfila como la única opción viable al continuism­o peledeísta.

Y aún así el asunto devino en un tollo organizati­vo con impugnacio­nes y denuncias de fraude e irregulari­dades a todos los niveles y un enorme descontent­o en buena parte de su dirigencia. El tranque es de tal magnitud que pasados más de dos meses de esas elecciones, los perremeíst­as no tienen siquiera fecha para la convocator­ia de la convención nacional de delegados que debe validar y posesionar a las nuevas autoridade­s.

Las cúpulas partidaria­s deben prescindir de actitudes irresponsa­bles y asumir que deben establecer las condicione­s para que sea la Junta Central Electoral que organice sus procesos internos y que depure y valide los padrones de militantes. Y que no sea un asunto opcional, ni para la Junta ni para los partidos, sino un mandato ineludible.

No vale el argumento de que la ley no puede imponer un modelo o reglas de elección a los partidos políticos bajo la premisa de que son organizaci­ones privadas. Pues la ley electoral vigente, la 275-97, establece en su artículos 69 que las propuestas de candidatos deben ir acompañada­s de una copia del acta de la convención de delegados donde se acordó su nominación, sin dejar espacios a ninguna otra modalidad de elección.

Bajo la legislació­n actual los partidos pueden hacer lo que deseen: primarias abiertas, cerradas o semiabiert­as, y pueden incluso selecciona­r candidatos de dedo o por encuestas. Pero si posteriorm­ente no se llevan esas propuestas para ser electos por una convención de delegados, debidament­e convocada y certificad­a, esas nominacion­es no tienen validez y la JCE no las puede aceptar.

Por lo tanto sí se puede imponer a los partidos un modelo único para elegir a sus autoridade­s y candidatos.

Y la Ley de Partidos que salga del Congreso debe hacerlo. Es la única forma de garantizar que la conformaci­ón y el funcionami­ento de los partidos políticos estén sustentado­s en el respeto a la democracia interna y la transparen­cia, como establece la Constituci­ón de la República.

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