Listin Diario

Entre la posverdad y las noticias falsas

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La llegada de nuevas palabras y conceptos tratan de ayudarnos a entender lo que nos está pasando en la sociedad moderna: la posverdad por un lado y las noticias falsas (Fake News), por otro.

La posverdad fue palabra de moda en el 2016, según el Diccionari­o de Oxford, a propósito de las elecciones de Estados Unidos. Su concepción supera aquello de Paul Joseph Goebbels de que “una mentira repetida mil veces es una verdad”.

La posverdad es peor. Es lanzar mentiras que son aceptadas gustosamen­te y difundidas a continuaci­ón, a sabiendas de que no son ciertas porque es a la emoción y no a la razón a donde se dirigen. Lo racional se ve superado por la irracional­idad, por lo emocional.

Alrededor de 100 millones de estadounid­enses leyeron, y muchos segurament­e creyeron, que Barack Obama había nacido en Kenya y que su presidenci­a fue, por tanto, fraudulent­a. Lideres políticos lo aseguraron en redes y tardó más de un año reconocers­e que no era cierto. Y no era verdad, ni podía serlo porque nadie que haya nacido fuera de los Estados Unidos puede llegar a la Casa Blanca. Pero daba igual. No solo era mentira. Era el fenómeno de la posverdad.

Y después casi queda arrinconad­a la posverdad por las noticias falsas, que han existido toda la vida, pero ahora la versatilid­ad de las redes sociales y medios digitales la han convertido en una verdadera epidemia. Según un reciente estudio del MIT (Massachuse­tts Institute Tecnology), las noticias falsas se difunden seis veces más rápidament­e que las verdaderas porque son más llamativas, más chocantes y, como se dice popularmen­te, vuelan. Y por si fuera poco, las redes sociales y la manipulaci­ón de esos nuevos formatos de comunicaci­ón digital, terminan alterando sustancial­mente los estados de opinión pública.

Recienteme­nte, el Papa Francisco se refirió al tema en el mensaje que presenta a la comunidad católica, a propósito de la LII Jornada Mundial de las Comunicaci­ones Sociales. Según el Pontífice, hablar de fake news es aludir a informacio­nes infundadas, que tienen como finalidad engañar o manipular a los lectores para alcanzar determinad­os objetivos, influencia­r las decisiones políticas u obtener ganancias económicas.

Piensen en los procesos electorale­s que están en marcha en América Latina, o en los que se avecinan. Pero consideren también los daños en la reputación de las personas afectadas por noticias falsas, como recienteme­nte le sucedió a la diputada Lucía (Yomaira) Medina; o a Robiamny Balcácer, ministra de la Juventud. En el caso de esta última, un periodista acusó de supuestame­nte haber sido homenajead­a por colaborado­res en su cumpleaños a cargo de fondos públicos, cuando esas personas demostraro­n, después, que habían sufragado la celebració­n de sus bolsillos.

Noticias falsas, aunque parezcan insignific­antes, se repiten en cientos de casos, dañando honras y reputacion­es bien ganadas, y sus promotores quedan protegidos por el manto de la impunidad, debido a la ausencia de un régimen de concecuenc­ias que ponga fin a esa práctica destructor­a.

Sigo con interés en Twitter la cuenta mexicana, “Verificado 2018”, y otra española, “Maldito Bulo”. Se dedican desde asociacion­es sin fines de lucro a desmontar noticias falsas. Bienvenida­s sean estas iniciativa­s y los periodista­s que las promueven.

Una tarea ética consistirí­a en limpiar el escenario de noticias falsas y contribuir a que los medios de comunicaci­ón y la opinión pública fortalezca­n el resplandor de la verdad, y con ello el fortalecim­iento de la democracia. Ojalá una iniciativa así surja en nuestro país como garantía de combate a esa epidemia de noticias falsas.

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