La belleza y la fealdad
Hola. Te voy a contar una breve historia. Es una adaptación, a lo dominicano, de un cuentecito escrito en 1928 por Khalil Gibrán Jalil. Los relatos breves siempre ayudan a pensar y a tomar propósitos para la vida.
En la calle el Conde de Santo Domingo, se encontraron por casualidad dos personajes: la Belleza y la Fealdad. Aunque eran totalmente opuestas, de vez en cuando compartían juntas. Después de saludarse y tras un rato de conversación, acordaron dar un paseo el domingo siguiente a la playa de Boca Chica.
Y así fue. Puntualmente se encontraron en la parada de guaguas del Parque Enriquillo y, después de un viaje tranquilo y entretenido, llegaron a la playa más popular de los capitaleños y “del resto del mundo.”
Se pusieron su traje de baño; dejaron la ropa con Doña Pancha, la señora que vende pescados fritos y tostones, y se lanzaron al agua en un clima de camaradería. Después de un largo rato de entretenido baño, la Fealdad salió de las aguas prometiendo volver en un instante.
La Belleza continuó disfrutando del baño; pero, al ver que el tiempo transcurría y que la Fealdad no retornaba, decidió salir para ver qué sucedía. Preguntó a todo el que encontraba en la playa si habían visto por los alrededores a la Fealdad; la respuesta negativa la llevó a regresar al sitio donde había dejado su ropa.
Cuál no sería su sorpresa al ver que su vestido no estaba allí y que, donde Doña Pancha, sólo estaba la ropa de la Fealdad. Al comprender que la Fealdad le había jugado sucio y no queriendo irse en forma inadecuada para la calle, la Belleza se puso el vestido de la Fealdad; tomó la guagua y regresó a la ciudad.
Dicen que, desde entonces, la Fealdad anda por la ciudad con el vestido de la Belleza y se hace presente en fiestas de lujo, hoteles, moteles, cabañas, recepciones y, naturalmente participa también en todos los canes de los barrios, siendo motivo de admiración y hasta de envidia por parte de mucha gente.
Mientras que la Belleza va por el mundo, humillada y casi escondiéndose, con la ropa de la Fealdad. De ahí que muchos confunden entonces la Fealdad con la Belleza y la Belleza con la Fealdad.
Sólo la gente con mucha profundidad espiritual es capaz de distinguir por encima del vestido de la Belleza el rostro de la Fealdad y por debajo del vestido de la Fealdad, la cara de la Belleza.
La viejita de la esquina, al oír este relato, degustando su taza de café y masticando su pachuché, me aclaró que eso mismito sucede con la verdad y la mentira.