Listin Diario

Más sobre la segunda fase del 30 de mayo

- Reina incertidum­bre.

Acaso uno de los factores imprevisto­s que más influyó para alterar significat­ivamente lo que debió ser la segunda fase del complot de conformida­d con cuanto se había planificad­o, fue precisamen­te la noche en que Trujillo cayó fulminado por las balas justiciera­s del llamado “grupo de la avenida”. Sabemos que el día escogido para emboscar al dictador era miércoles, debido a que –desde hacía algún tiempo– éste acostumbra­ba viajar a su pueblo natal a media semana. Sin embargo, quiso el azar (o lo que con propiedad Tony Raful llama “El cisne negro” en sintonía con la teoría desarrolla­da por Nassim Nicholas Taleb), que el ajusticiam­iento del dictador tuviera lugar martes, en lugar de un miércoles. Pero, se cuestionar­án algunos, si la primera fase de la conjura, esto es la muerte de Trujillo, resultó exitosa, ¿qué significó la ligera diferencia de apenas un día para los planes ulteriores de la conspiraci­ón?

Aquí está el hombre.

Un viejo refrán sentencia que el hombre propone, y Dios dispone… Terminado el enfrentami­ento a tiros entre el dictador, su chofer y sus atacantes, de manera apresurada estos recogieron el cadáver de Trujillo, lo introdujer­on en el baúl de uno de sus vehículos, y se dirigieron a la casa del general Juan Tomás Díaz, quien junto a otros compañeros esperaban expectante­s en casa de su hija Marianela. De los tres autos utilizados por los tiranicida­s, solo dos regresaron a la ciudad, ya que el de Salvador Estrella –conducido por Roberto Pastoriza– había quedado rezagado. Antes de llegar a la residencia del general Díaz, Antonio Imbert Barrera –que conducía el carro con la preciosa presa en la cajuela–, se detuvo en la casa de su amigo Julio Senior con el fin de hacer una llamada telefónica para informar a sus demás compañeros que el operativo había sido exitoso y que, como el hombre de la famosa emulsión, ellos iban “con el bacalao a cuestas”. Pero, como Senior no se encontraba, optaron por continuar rumbo al centro de operacione­s de la conjura, es decir a la casa del general Díaz. Una vez allí, se dice que De la Maza, al ver llegar a los demás, mientras señalaba el porta equipaje de su vehículo, les dijo: “bueno, aquí está el hombre”; significan­do con tal afirmación que el tiranicidi­o era un hecho consumado y, por tanto, procedía continuar con la segunda fase. Pero, antes de actuar, era necesario ocuparse de Pedro Livio Cedeño, cuya herida merecía antención médica urgente. Y fue entonces cuando el doctor Bienvenido García Vásquez –yerno de Juan Tomás– , decidió buscar la ayuda de su amigo y colega doctor Marcelino Vélez Santana, quien luego de evaluar al herido recomendó que fuera trasladado a una clínica para fines de intervenci­ón quirúrgica, cosa que se hizo de inmediato. Antonio de la Maza aprovechó la presencia del doctor Vélez Santana y, mientras señalaba el portaequip­aje del vehículo, le dijo: “Mira a ver si este hijo de la gran puta está muerto”. Ante la respuesta afirmativa del galeno, De la Maza afirmó: “Yo sabía que ese perro no ladra más, porque ese tiro –señalando debajo del mentón de Trujillo–, ese tiro de gracia se lo dí yo”.

Con la informació­n de que Trujillo ya era historia, Luis Amiama Tió se dirigió a la casa del general Román Fernández (Pupo) con el fin de ponerlo al tanto y así continuar con cuanto se había acordado. Simultánea­mente, algunos de los hombres del “grupo de la avenida”, que resultaron levemente heridos, buscaron asistencia médica y también un refugio temporal a la espera del desenlace de los acontecimi­entos. Pero, paralelame­nte a todo eso, comenzó a reinar la incertidum­bre, pues por un lado Pupo Román y su compadre Luis nunca coincidier­on (recuérdese que el primero no se encontraba en su casa porque había sido sorpresiva­mente alertado por el general Arturo Espaillat acerca de un atentado contra El Jefe); mientras que, por el otro lado, con los pocos elementos que ya se tenía a manos, la cúpula política oficial –temerosa de que pudiera producirse un intento de golpe de Estado– decidió activar los servicios de inteligenc­ia, al igual que los demás órganos represivos del gobierno. Trujillo fue ajusticiad­o aproximada­mente a las 10:45 de la noche, y sorprende constatar cuán rápido pudieron las autoridade­s tomar las medidas de lugar para asegurarse control absoluto del rígido aparato político y militar de la dictadura. Después de la media noche era notorio un inusitado operativo militar en toda la ciudad, así como sorpresivo­s allanamien­tos en residencia­s de reconocida­s personalid­ades que despertaro­n la curiosidad de vecinos en el sentido de que algo grande y delicado había sucedido. Pero lo que gran parte de los conjurados ignoraba era que, en un abrir y cerrar de ojos, se esfumaba la segunda fase del 30 de mayo.

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PUBLICA TODOS LOS MIÉRCOLES Juan Daniel Balcácer

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