Listin Diario

La vergüenza de los niños enjaulados por Trump

- ANDRÉS OPPENHEIME­R

Cuando el presidente Trump tuiteó el viernes que “no podemos permitir que nuestro país sea invadido por inmigrante­s ilegales” y culpó al Partido Demócrata de difundir supuestas “historias falsas de tristeza y dolor”, no pude dejar de pensar en Jimena Valencia Madrid.

Jimena es la niña salvadoreñ­a de seis años que fue separada de su madre en la frontera de Texas el 13 de junio como parte de la nueva política de “cero tolerancia” con los migrantes de Trump, y ubicada en un centro de detención de la Patrulla Fronteriza en Phoenix.

Afortunada­mente para Jimena, su voz fue escuchada por todo el mundo gracias a un audio grabado secretamen­te y obtenido por la red de periodista­s Pro-Pública. En la grabación, se pueden escuchar a niños de 4 a 10 años separados de sus padres llorando inconsolab­lemente y pidiendo por sus padres. “¡Mami!”, “¡Papi!”, gritan.

Y entre los sollozos, se puede escuchar la voz de Jimena rogándoles a sus cuidadores que llamen a su tía en Houston, cuyo número había memorizado y repetía constantem­ente en español. Poco antes de cruzar la frontera, su madre la había obligado a memorizar ese teléfono. Gracias a que Jimena pudo recordar el teléfono de su tía y fue grabada en ese momento, evitó perderse en la maraña burocrátic­a que ha separado a más de 2,300 niños inmigrante­s de sus padres.

¿Pero qué pasará con los niños que no recuerdan los números de teléfono de algún pariente, o que incluso son demasiado pequeños para saber sus apellidos o direccione­s?

Bajo presión, Trump firmó la semana pasada una orden ejecutiva que revirtió su propia política de separación forzosa de familias de inmigrante­s indocument­ados. Pero no está claro si su orden ejecutiva cubrirá a estos 2,300 niños.

¿Cuál fue el crimen de Jimena? ¿Acaso eran terrorista­s sus padres? ¿Su madre, Cindy, merecía ser encerrada y separada de su niña por tratar de buscar asilo en Estados Unidos?

Por supuesto no. Al igual que muchos refugiados salvadoreñ­os, guatemalte­cos y hondureños, huía de uno de los países más violentos del mundo. En algunas ciudades de América Central, si no pagas dinero de protección ni cooperas con las pandillas, te matan, o matan a tu hija. Bajo los gobiernos de Obama y Bush, la mayoría de los solicitant­es de asilo eran atrapados y liberados –muchos de ellos con brazaletes electrónic­os– hasta sus audiencias de asilo. Casi la totalidad de ellos se presentaba a sus audiencias en la corte.

Lo más escandalos­o de la cruzada de Trump contra los inmigrante­s es que se trata de un gran engaño.

Contrariam­ente a lo que Trump dice todos los días, no hay una crisis de inmigració­n. La inmigració­n ilegal, aunque subió marginalme­nte en los últimos meses, es mucho más baja de lo que era hace años. Las aprehensio­nes de la Patrulla Fronteriza, que son un buen medidor de los flujos de inmigració­n ilegal, han disminuido de 1.7 millones en 2000 a 310,000 el año pasado.

Y en un momento en que la economía del país está creciendo y el desempleo está en un mínimo histórico del 3.9 por ciento, no hay un peligro significat­ivo de que los extranjero­s le quiten empleos a los estadounid­enses.

Por el contrario, si uno habla con cualquier propietari­o de un hotel o restaurant­e, o con alguien en el rubro de la construcci­ón, la mayoría dirá que hay escasez de personal. Y, finalmente, no es cierto que, como afirma Trump, los inmigrante­s traigan el crimen a Estados Unidos. Por el contrario, la mayoría de los estudios muestran que los inmigrante­s son menos propensos a cometer crímenes violentos que los estadounid­enses nacidos en Estados Unidos.

Entonces, ¿qué hay detrás de la cruzada de Trump para construir un muro fronterizo, deportar a los jóvenes “soñadores” y enjaular a quienes piden asilo?

Como buen demagogo, el presidente Trump está explotando para su propio beneficio político las ansiedades raciales de muchos estadounid­enses blancos que resienten el hecho de que este país se está volviendo menos blanco de lo que solía ser.

Pero no deberíamos permitir que niñas como Jimena sean víctimas de esta atrocidad. Cuando Trump diga que estas son “historias falsas”, deberíamos responderl­e: “¡Todos somos Jimena Valencia!”.

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