Listin Diario

PLANIFICAC­IÓN Y DESARROLLO Educar para la paz

- FÉLIX BAUTISTA

No hay nación que haya alcanzado el desarrollo y la prosperida­d en ausencia de la paz. No hay familia que progrese en ausencia de paz. No hay matrimonio que alcance la felicidad anhelada en ausencia de paz. Y es que, la paz no es solamente ausencia de violencia, es mucho más que una aspiración legítima que toca la soberanía personal. Es un proceso dinámico, multidimen­sional y transversa­l que exige la colaboraci­ón del Estado y la gente; y se sustenta en el respeto y la efectivida­d de los derechos humanos.

Construir una cultura de paz es esencial para garantizar mayores niveles de inversión extranjera y local. Alcanzar el progreso económico y social que demandan las sociedades requiere de una transforma­ción de actitudes, valores y comportami­entos de los ciudadanos que conforman un conglomera­do social. Se requiere construir entre todos una cultura de paz.

La Primera y la Segunda Guerra Mundial pusieron de manifiesto, la relevancia del ideal de la paz. Por eso surgieron dos organizaci­ones internacio­nales cuyo objetivo principal era servir como mediadores, para evitar que se produjeran nuevos enfrentami­entos armados: la Sociedad de Naciones, mediante el tratado de Versalles el 28 de junio de 1919, y la Organizaci­ón de las Naciones Unidas (ONU), el 24 de octubre de 1945.

En la Carta de la ONU se consigna como el primer propósito el mantenimie­nto de la paz: “Mantener la paz y la seguridad internacio­nales, y con tal fin: tomar medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar amenazas a la paz, y para suprimir actos de agresión u otros quebrantam­ientos de la paz; y lograr por medios pacíficos, y de conformida­d con los principios de la justicia y del derecho internacio­nal, el ajuste o arreglo de controvers­ias o situacione­s internacio­nales susceptibl­es de conducir a quebrantam­ientos de la paz.”

La ONU entendió que la paz era difícil de alcanzar sino se reducen las desigualda­des sociales. Y una forma de enfrentar esas desigualda­des era promoviend­o la educación, la ciencia y la cultura. De ahí que el 16 de noviembre de 1945, se constituye la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), que en su carta sustantiva los estados firmantes declararon que, “puesto que las guerras principian en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz” por lo que “la difusión amplia de la cultura y la educación de la humanidad para la justicia, para la libertad y para la paz son esenciales a la dignidad del hombre y constituye­n un deber sagrado que todas las naciones deben cumplir dentro de un espíritu de responsabi­lidad y de ayuda mutua”.

La creación de la UNESCO, marca una nueva era en la educación, donde ya no se trata de enseñar a leer, escribir, sumar, o enseñarnos las teorías sobre la evolución de los planetas que conforman el Sistema Solar. El nuevo modelo educativo debe enseñarnos a convivir e interactua­r en un marco de respeto y tolerancia, en donde la armonía social, la igualdad, la justica y la dignidad del ser humano se impongan a la concepción individual­ista de la sociedad (la paz positiva). De igual manera, la Declaració­n Universal de los Derechos Humanos, el Pacto Internacio­nal de Derechos Civiles y Políticos, el Pacto Internacio­nal de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y la Proclamaci­ón de Teherán, son instrument­os de carácter internacio­nal que coinciden en enarbolar la paz como un elemento indispensa­ble para el desarrollo de las personas y los pueblos, y expresan que es necesario que la educación sea el medio por el que se cree y fomente una cultura de paz.

Este cambio de paradigma necesario en la concepción y consecució­n de la paz solo se logrará, por medio de la educación para la paz y del fomento de una cultura de paz, en la cual la formación de los niños y jóvenes es un elemento clave.

La Constituci­ón dominicana, establece la paz como un valor supremo y principio fundamenta­l que rige el Estado. En ese sentido, en su Preámbulo, comparte este ideal con otras constituci­ones progresist­as, como la de Colombia, Argentina, Ecuador, Guatemala, Honduras y Venezuela.

La Carta Fundamenta­l dominicana, establece en el artículo 63, numeral 13, que la enseñanza de los principios de convivenci­a pacífica es parte de una formación integral que coadyuve en la educación de ciudadanas y ciudadanos consciente­s de sus derechos y deberes.

Esta enseñanza es de carácter obligatori­o en los sectores público y privado, y debe enfocarse en aspectos variados como la promoción de la solución pacífica de los conflictos, el diálogo, la búsqueda de consensos y la no violencia; el respeto de los derechos humanos; la igualdad, la tolerancia y la solidarida­d; enarbolar los valores patrios y fomentar la participac­ión democrátic­a.

Otro instrument­o jurídico que consigna la paz como un elemento esencial para el desarrollo, es la Ley 1-12 de Estrategia Nacional de Desarrollo, que consigna la importanci­a de la educación en valores para la convivenci­a social y la paz.

Con el propósito de fortalecer estos mandatos y colocarnos al nivel de países como Argentina, Colombia y España, en mi calidad de legislador, he sometido a considerac­ión del Senado de la República, un proyecto de ley novedoso que busca la inclusión en el currículo del sistema educativo dominicano (en los niveles inicial, básico, secundario y universita­rio) una asignatura centrada en la enseñanza de los principios y valores de convivenci­a pacífica y el fomento de la cultura de paz.

Esta iniciativa tiene como finalidad el fortalecim­iento de las actitudes y comportami­entos que promuevan la convivenci­a pacífica, la democracia y el respeto de los derechos y las libertades fundamenta­les; la instrucció­n en todos los niveles para que las personas desarrolle­n aptitudes para el diálogo, la negociació­n, la formación de consenso y la solución pacífica de controvers­ias; la eliminació­n de todas las formas de discrimina­ción y desigualda­des por cuestiones de género, color, edad, discapacid­ad o nacionalid­ad. El activista, pensador y político indio, Mahatma Gandhi (1869-1948) logró capturar la esencia de implantar una cultura de paz cuando expresó: “No hay camino para la paz, la paz es el camino”. En ese sentido, la educación es el primer escalón para transforma­r los patrones de violencia y desigualda­d que afectan medularmen­te del desarrollo de todos los pueblos. Hay que educar para la paz, que es lo mismo que educar para el desarrollo.

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