Tal vez, no quede nada
Utilizo una fórmula para no meter la pata. Tras recibir, como respuesta, cortadas de ojos, pisotones y frases evasivas, ya no pregunto por los maridos o las esposas, ahora solo digo, de manera abstracta, “¿y la familia?”. Así evito equivocarme.
Esa pregunta, para sortear momentos engorrosos, es un reflejo de un problema que afecta al mundo, en general, y a los dominicanos en particular: la desintegración de los matrimonios. Hoy, en las próximas 24 horas, 50 parejas dominicanas se divorciarán. Al mes, suman unas mil 476; al año, 17 mil 714. Tomo las cifras de un reportaje, escrito por Wanda Méndez, y publicado el lunes, en primera plana, por este diario. Analicemos el costo social, emocional y económico que representa, una noticia como esa, para la sociedad. Benigno Blanco, experto en el tema, señaló, en una charla a la que ya hice referencia la semana pasada, que en la familia todo es gratis, el afecto, los cuidados y la protección. A usted nunca le dejaron una factura, en la mesita de noche, para cobrarle lo recibido de sus padres y tampoco deja una a sus hijos por lo que les proporciona.
Del mismo modo, a nadie se le ocurre cobrar a los abuelos por cuidarlos, en el final de sus vidas. En la familia ningún servicio tiene precio, pero cuando esta no cumple su papel, se destruye, y el estado debe asumirlo, entonces, esos servicios resultan carísimos, porque los demás sí cobran, y mucho. Atender a los niños, a los ancianos, a los enfermos, hombres y mujeres, es costoso si quien lo lleva a cabo no es un familiar. Solo alguien que nos ama pasa una noche en vela frente la cama de un hospital; se levanta de madrugada, durante quince años, para llevar niños al colegio; cocina; lava la ropa o trabaja sin descanso para proporcionarnos lo que necesitamos, sin pedir nada a cambio. Por eso, este experto señala que quienes destruyen la familia no saben lo que hacen.
El aumento de los divorcios es directamente proporcional al aumento de otros males: 90 mujeres asesinadas por sus parejas o ex parejas; 64 mil 532 denuncias de violencia de género y 338 incestos, al año, ilustran lo que ocurre. Se nos hunde el piso, la base de la sociedad se fragmenta. Un día tampoco podremos preguntar por la familia, en abstracto, porque, tal vez, no quede nada de ella.