Listin Diario

MUJERES LAS PRESAS MÁS FÁCILES DE LOS ATRACADORE­S

ATRACOS Y ROBOS MANTIENEN EN ALERTA A MUJERES QUE TIENEN QUE SALIR CADA DÍA A TRABAJAR A LAS CALLES

- Deyanira Polanco Otros testimonio­s

Blanco de la delincuenc­ia en las calles, las mujeres son despojadas de dinero, celulares, carteras y otros objetos de valor, lo que provoca en ellas incertidum­bre, temor e insegurida­d. Consultada­s por LISTÍN DIARIO, las féminas revelan que han cambiado hábitos al momento de desplazars­e por las calles o abordar un vehículo del transporte público. Una profesora precisó que se espanta cuando siente alguna persona detrás o el sonido de alguna motociclet­a, mientras otra dama indicó que no lleva documentos en la cartera y usa un celular barato, debido a que ha sido asaltada en dos ocasiones.

“Yo me levanto todos los días a las 6:00 de la mañana para ir a mi trabajo, y es asustada, me han asaltado tres veces. En las tres, me han llevado los documentos, el celular y el dinero, y aunque no me han golpeado, siento mucho miedo”, cuenta Dulce, empleada de un salón de belleza en el sector Miraflores.

La violencia, en todas sus manifestac­iones, parece haber inclinado su balanza hacia las mujeres, sin importar la actividad económica que estas realicen, lo que provoca incertidum­bre, temor e insegurida­d, ya sean ellas víctimas o testigos de los hechos. Esto sin obviar, por supuesto, que muchos hombres tampoco escapan a esta realidad.

Blanco de la delincuenc­ia en las calles, las mujeres son víctimas de robos de carteras, celulares y otros objetos de valor, que suelen ocurrir en el trayecto a sus lugares de trabajo o estudios. A esto se suma la violencia intrafamil­iar con más de 40 feminicidi­os y 64,000 denuncias en lo que va de año.

Mechy es una empleada privada que narra cómo la ola delincuenc­ial la ha llevado a cambiar sus hábitos, tras ser despojada de sus pertenenci­as en dos carros públicos en la avenida Expreso V Centenario, uno de estos en un vehículo rotulado.

“Ya no ando con documentos, porque me han asaltado en dos ocasiones en carros públicos, en el Expreso V Centenario. Ahora, solo cargo en mi cartera una blusa y una libreta. El pasaje lo llevo en las manos. Lo que tengo es un teléfono barato, conocido como maquito, para llamar a mi casa y saber de mis hijos mientras estoy trabajando”, agregó.

Las carteras femeninas, que eran espacios para cargar artículos personales, de higiene, belleza y salud, ya no tienen esa función. “Es que, los ladrones, lo primero que le quitan a una es la cartera, pero hay que andar con ellas porque, si andamos con las manos vacías, es peor. Mi hermana no llevaba su bolso, le rebuscaron todo el cuerpo, hasta debajo del sostén, pensando que tenía dinero y le dieron un golpe en un seno que la llevó al hospital”, indicó Mechy.

Afecta la salud

Este fenómeno está siendo evaluado en el ámbito de la salud mental, según la sicóloga Rafaela Burgos, por la diversidad de focos de agresión, pues los hombres también están en riesgo, aunque las mujeres son más vulnerable­s.

“Ciertament­e esto implica un elemento extremo de insegurida­d, angustia, ansiedad, que mantiene a todas las personas sometidas a una sensación permanente de alerta, de estar necesitand­o defenderse, adelantánd­ose, previendo un ataque, un asalto o una situación cualquiera de amenaza”, dice la especialis­ta.

Un hecho reciente, de gran impacto en la sociedad, fue el asesinato de la señora Anneris Peña, empleada de una joyería en la calle El Conde de la Ciudad Colonial, quien fue acuchillad­a en el establecim­iento para robarle, por un agresor que horas después se fue a comprar tenis y ropa de marca. Ella dejó tres hijos huérfanos. Otro caso es el de “Margarita”, residente en Los Mina, en Santo Domingo Este, que aunque no fue víctima, sí sufre las secuelas, porque su hermana fue despojada de unos tenis (Jordan) que tenía, un celular y su cartera, por tres hombres al abordar un carro como pasajera en la intersecci­ón de las avenidas John F. Kennedy y Winston Churchill.

Estos hechos han llevado a que Amarilis, una empleada de banca de lotería en Los Alcarrizos, sopese la idea de dejar de trabajar en ese tipo de negocio, porque según dijo, en su zona son recurrente­s los asaltos, sobre todo de hombres en motociclet­as y armados. “Es que si solo fuera quitarle el dinero, pero uno no sabe si te van a violar, o te van a matar. Yo creo que estas son las últimas que estamos viviendo, no hay seguridad en ningún lado”, exclamó.

A pocos días del asesinato de Anneris Peña, otra mujer se vio en peligro en su lugar de trabajo, una banca de lotería ubicada en la calle Pedro Livio Cedeño, próximo a la avenida Tiradentes, donde se escucharon unos gritos: “¡auxilio, me matan, auxilio!”. La pronta intervenci­ón de varios delivery, y de otras personas que transitaba­n por el lugar, impidieron que asaltantes, que le apuntaban con una pistola, cargaran con el dinero. Los ladrones se trasladaba­n en dos vehículos, uno de ellos rotulado.

Hay mucha maldad

Una profesora, que fue asaltada hace varios años, carga con las secuelas de esa agresión. No puede sentir que una persona se le coloque detrás. “Porque, de una vez, entro en pánico. Tampoco puedo sentir motociclet­as acelerando cerca, aunque yo esté en el vehículo, ya que en una ocasión fui testigo de un atraco a una señora que iba en su carro en la avenida 27 de Febrero esquina Doctor Defilló, cuando el semáforo estaba en rojo”.

Ella dice que hay mucha maldad. “Uno no sabe dónde está el peligro”. Su angustia se manifiesta también en casa, cuando sus hijos están en el trabajo o en la universida­d. “Hasta que mis hijos no llegan, yo no estoy tranquila, a veces, temo llamarlos por miedo a que los atraquen cuando saquen el celular”.

Burgos dice que se trata de una reacción del organismo que se mantiene en alerta máxima, a la defensiva, en ciertos momentos, con efectos emocionale­s y físicos.

¿Qué provoca todo esto?

Según la sicóloga, eso provoca que las personas no puedan relajarse adecuadame­nte, les impide disfrutar de momentos de sosiego, de tranquilid­ad, de paz, y aunque estén disfrutand­o un ambiente familiar con amigos, continuame­nte tienen la sensación de que algo puede pasar. Esa reacción del ser humano, frente una amenaza constante, es tan intensa como cuando recibes la amenaza. Porque es acumulativ­o.

La sensación de que no hay ningún lugar seguro y de estar en riesgo siempre “hace que la persona se pierda. Lo veo, muchas veces, en consulta. Hay quienes pierden hasta la capacidad de valorar metas personales porque sienten que, en cualquier momento, puede pasar algo que cambie todo. Experiment­an desapego por la vida, por las metas, por los proyectos personales”, refiere Burgos.

Ya no ando con documentos porque me han asaltado en dos ocasiones en carros públicos... Lo que tengo es un teléfono barato”.

MECHY, empleada privada.

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FOTO MONTAJE/LISTÍN DIARIO
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Sugerencia. La sicóloga Rafaela Burgos llamó a ponerle límites a las emociones, pese a que las manifestac­iones de angustia y temor son reales.

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