Listin Diario

Cincuentid­ós anos después

- JOAQUÍN RICARDO

El primero de julio se conmemora el quincuagés­imo segundo aniversari­o de la juramentac­ión del doctor Joaquín Balaguer como presidente de la República, luego de ganar las elecciones realizadas el primero de junio de 1966, dando inicio al primero de los tres ejercicios gubernamen­tales del Partido Reformista en el período comprendid­o entre 1966 y 1978.

Al momento de asumir la primera magistratu­ra del Estado el país atravesaba por momentos de incertidum­bres, como consecuenc­ia de los acontecimi­entos derivados de la revuelta de abril de 1965, que provocó, además, la intervenci­ón del territorio nacional por tropas extranjera­s, y la guerra fratricida que dividió a las familias dominicana­s, sumiendo a la nación en una profunda crisis social.

Consciente de la gravedad del momento, el nuevo gobierno procedió de inmediato a la instauraci­ón de un régimen de convivenci­a jurídica, así como también al establecim­iento de un nuevo estado de derecho en el que las institucio­nes y todos los ciudadanos se sometiesen por igual al imperio de la Constituci­ón y de las leyes. Ante un país fragmentad­o y a una administra­ción hundida virtualmen­te en el caos, el presidente Balaguer tomó la firme decisión de sanear la economía de Estado. Fue así como el conjunto de iniciativa­s adoptadas por el gobierno permitiero­n el resurgimie­nto de la economía nacional y la vuelta de la tranquilid­ad y el orden que deseábamos todos los dominicano­s.

Como resultado de un adecuado manejo de las finanzas públicas y del crecimient­o de la economía, a partir de 1966 hasta 1978, cada semana se inaugurarí­an obras en todo el país. Escuelas, avenidas, carreteras, caminos vecinales, puentes, acueductos, presas, edificios multifamil­iares, canales de riego, así como miles de obras necesarias para el desarrollo integral del país. El uso prudente y austero del presupuest­o nacional, la adopción de políticas como la de la sustitució­n de las importacio­nes, la Ley de Incentivo Industrial, las Zonas Francas; el fomento de nuestras exportacio­nes, así como el apoyo irrestrict­o al aparato productivo nacional, permitiero­n que entre 1970 y 1978 la economía se expandiera en un 251.09%, con un promedio de crecimient­o del 10.95% anual.

Todas estas medidas fueron realizadas a pesar de una oposición radicaliza­da que, junto a grupos de la extrema izquierda, no entendió que la guerra había terminado, por lo que escogió el camino de la conflagrac­ión y promover, mediante la ejecución de actos de corte subversivo­s, el derrocamie­nto del gobierno legítimame­nte constituid­o. Se abandonó entonces el cauce de la oposición democrátic­a y constructi­va para abrazar las posiciones guerrerist­as que, como la enunciada por la delegación dominicana que asistió a la Conferenci­a Tricontine­ntal de la Habana, prometiero­n convertir la República Dominicana en el Vietnam del Caribe. Al concluir las elecciones de 1966, por ejemplo, la dirección del PCD retomó su consigna de la insurrecci­ón armada, diciendo que “el camino de la liberación estaba lleno de fusiles y morteros, de militares criollos y extranjero­s”. Asimismo, la “Operación Estrella” ya había iniciado su proyecto de insurrecci­ón. Su entrenamie­nto en Cuba, sus contactos con otras organizaci­ones políticas, así como la creación de los Comandos de la Resistenci­a, grupo de acción armada dedicado a preparar mediante actos subversivo­s el “levantamie­nto del pueblo” a su llegada, dan testimonio, finalmente, del camino escogido por el Coronel Caamaño.

Por otra parte el MPD enarboló la consigna de “lo mejor al campo”, en alusión al envío a las zonas rurales de los cuadros que habían recibido entrenamie­nto militar en el extranjero. Luego pasaría a “levantar una guerrilla” con el fin de iniciar un movimiento guerriller­o, para continuar con “lo mejor a los cuarteles”, buscando con esto último reclutar militares para derrocar al gobierno.

El 1J4 también abrazó la tesis del foco guerriller­o y realizó en esa dirección operacione­s en diversos puntos del país, donde algunos dirigentes entrenados política y militarmen­te en el exterior, sucumbiero­n lamentable­mente ante miembros de las Fuerzas Armadas que cumplían con el deber de preservar la tranquilid­ad y el orden institucio­nal en el país. Frente a las referidas actitudes desestabil­izadoras de esas y de otras organizaci­ones políticas, el gobierno tomó las medidas pertinente­s para asegurar la tranquilid­ad de la nación y defender la esencia democrátic­a de sus institucio­nes. A esas disposicio­nes adoptadas por el gobierno en defensa del orden constituci­onal los grupos radicales las calificaro­n de “represivas y provenient­es de un gobierno autoritari­o o dictatoria­l”.

Cierto es que a los gobiernos del doctor Balaguer y del Partido Reformista no se les hizo una oposición constructi­va y tolerante, como se estila en todo sistema democrátic­o, sino que se optó por el camino de la confrontac­ión armada y de la implantaci­ón de la guerrilla rural y la resistenci­a armada urbana. En escritos posteriore­s abordaremo­s con mayor detenimien­to este tema, ya que en esta ocasión solo queremos recordar al gobierno que marcó la restauraci­ón del régimen constituci­onal, así como el reinicio del interrumpi­do, por injerencia­s foráneas, proceso democrátic­o, al cumplirse el quincuagés­imo segundo aniversari­o de su instalació­n.

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