VIVENCIAS
EJuan Francisco Puello Herrera
n muchos cristianos se observa un comportamiento inadecuado que hace que otros se alejen de la Iglesia. Refiriéndose a estos el papa Francisco pronunció unas duras palabras el 28 de mayo de 2015.
Estas palabras que cito a seguidas, resuenan en mis oídos cada vez que veo creyentes con actitudes permisivas a la descomposición social que vivimos, ausentes de sentimientos nobles, ajenos a la caridad, cobijados de rencillas y anidados en valores morales que no practican. A estos el papa Francisco les dice: “Son cristianos de nombre, cristianos de salón, cristianos de recepciones, pero su vida interior no es cristiana, es mundana”.
Hay que cuidarse de gente que cubre su rostro con una máscara que utilizan a conveniencia y sin pudor alguno. En el Mercader de Venecia (acto I, escena 3) a William Shakespeare se le ocurrió escribir: “¡Oh, qué hermosura apariencia tiene la falsedad!”.
El lenguaje del cuerpo es un buen recurso para detectar las falsas apariencias, porque con este se retrata de cuerpo entero la gente falsa. La hipocresía debería proyectar una imagen distorsionada del hipócrita, sin embargo no siempre es así, porque son pocos los que tienen el don de advertir o identificar la personalidad de alguien que cargue con esa inmundicia.
Que difícil se hace devolverles su aspecto real a quienes tienen la simulación como norma de vida. Por igual, William Shakespeare en Macbeth (acto I, escena 4) refiere que “no hay ciencia que descubra los artificios de la mente por la apariencia del rostro”.
Y aquí está el peligro, debido a que uno no sabe a qué atenerse cuando se presentan situaciones en las que un “buscador de gracias espirituales” las utiliza para engañar y alzarse con la “buena fortuna” de alcanzar puestos cimeros en una sociedad decadente.
No estoy hoy en buen ánimo de extenderme demasiado, pero sí de hacer parte de mi lo que señala Piet van Breemen en Como pan que se parte, de que tendremos que enfrentarnos a la cruz algún día; sólo el auténtico estilo de vida del Evangelio nos traerá profunda paz y plenitud, y esto será posible solo ni nos vaciamos de nosotros mismos como lo hizo Jesús.