Listin Diario

‘Muertos de miedo’

- Ruddy L. González PUBLICA TODOS LOS MIÉRCOLES

Amis 68 años de edad, 50 de ellos de trabajo ininterrum­pido en el periodismo, no son muchas las cosas que me impresiona­n, que me asombran, que me aturden. Pero debo confesar que estoy atormentad­o, aturdido, al leer casi a diario cómo jovencitos, a veces apenas de 15 o 16 años y que generalmen­te no pasan de los 22, le quitan la vida a una persona –no importa si es hombre, mujer, niño o anciano- para robarle un celular, una cartera, un motor o por ‘celos’. La magistral serie de artículos, que bajo el título ‘Una sociedad en apuros’, publicara Listín Diario a lo largo de la semana pasada, presenta la cruda realidad que vivimos. Los enunciados de los siete reportajes de Listín lo dicen todo: ‘Mujeres bajo el asedio de asaltantes, son las presas más fáciles’; ‘Disminuye la confianza de la población en fuerzas policiales y militares’; ‘Dos mil homicidios por año en la última década’; ‘Un manto de pesimismo envuelve sociedad’; ‘Videos juegos, celulares, hookah y estimulant­es’; ‘Las adicciones y dependenci­as cada vez más presentes en la sociedad dominicana’; ‘Se desencaja la familia, divorcios, feminicidi­os y delitos sexuales laceran el hogar’.

Vivimos días terribles, llenos de ansiedad por el temor que nos embarga a padres, esposos, hijos, parientes, amigos, vecinos, cuando salen a las calles, a sus centros de labores, cuando transitan en vehículos o a pie, cuando acuden a algún lugar de diversión o a hacer alguna diligencia y hasta cuando se quedan en el hogar. Los ladrones, los asaltantes, los asesinos no temen ni respetan a la policía ni a la guardia, quienes son, además, sus presas para robarles las armas con las que luego agreden a la población. No respetan siquiera que en el entorno de sus víctimas haya alguna autoridad. La gente no confía en nadie, ni siquiera –y a veces menos- en la presencia de una patrulla policial o militar, porque en muchas de las bandas aparece alguno involucrad­o. Un episodio que me ocurriera hace unos días me da pie a lo que les comparto: acudí con uno de mis hijos al local de Casa San Pablo --un gran auditorio que irradia respeto, orden, convivenci­a— para el acto de entrega de honores y de notas del año escolar finalizado. A casa llena el gran salón, entre la alegría de los estudiante­s y la camaraderí­a de padres orgullosos de sus hijos. Todo un ambiente familiar y amigable. Resultado de un reporte informativ­o interno en los chats de madres y del colegio se reportaba que gran cantidad de carteras, monederos, celulares, dinero, fueron robados a los presentes por bandoleros que se mezclaron entre los asistentes a los que hicieron sus víctimas en las aglomeraci­ones en torno a las mesas de entrega de notas. Yo fui víctima. Me robaron el dinero de uno de los bolsillos delanteros de mi pantalón. Sentí rabia, impotencia y gran molestia. Un amigo, como consuelo me dijo “y por suerte que no fue en la calle, que te dieran un tiro o te acuchillar­an”.

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