Una lectura astral
Emma estaba empeñada en que yo fuera a una lectura de las estrellas, en casa de su amigo el astrólogo, de Villa Mella. Aunque le he dicho en varias ocasiones que a mí no me convencen esas lecturas astrales, ella siguió porfiando, alegando que yo ignoraba la importancia definitiva de los titilantes luceros en nuestras vidas. Decidí aceptar su invitación, por su insistencia, pues mi escepticismo seguía incólume. Había mucha gente en los alrededores de la casita del astrólogo, por suerte posee un espacioso patio, así todos pudimos acomodarnos para ver y oír nuestro destino, proveniente de las estrellas. El astrólogo muy compuesto, después de aspirar hondo y cerrar los ojos por un rato, nos habló de la posición de los astros con respecto a la tierra y de cómo los seres humanos somos regidos por los movimientos estelares, según la fecha y la hora de nuestro nacimiento. Todos atendían con gran concentración las palabras agoreras del distinguido personaje, mientras yo me dedicaba a observar a la gente a mi alrededor, Emma me dejó al lado de una comadre y se dedicó a atender las necesidades del lector de los astros. Así me pude despachar a gusto preguntando y averiguando las consecuencias que estas lecturas astrales tienen sobre la gente sencilla que cree a pie juntillas todo lo que sale de la boca del intérprete astral. En definitiva solo habló de los males que se avecinan para nuestro país. La gente se dispersó con el pesimismo retratado en sus rostros y Emma suspirando, me sacó de allí rápidamente.