Listin Diario

Culpar siempre a la Policía

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Siempre he visto con marcada preocupaci­ón la situación que vive República Dominicana con los hechos delictivos y criminales que tanto atormentan a la ciudadanía, y que por esta razón vive en una constante angustia, temor e incertidum­bre.

De qué hablo. Es bien sabido que cuando estos acontecimi­entos escalan niveles realmente insoportab­les, la gente comienza a exigir mayores esfuerzos y respuestas contundent­es de los organismos y medios de los que dispone el Estado para garantizar la seguridad pública.

Entonces el Gobierno, presionado por estas exigencias (muy válidas y justificab­les, por cierto) retoma las muy conocidas ‘medidas’ de aumentar el número de policías en las calles, principalm­ente en lugares de mayor incidencia delictiva, o pedir asistencia a las Fuerzas Armadas para los patrullaje­s mixtos.

Algo hay que hacer, quizás pensarían muchos dominicano­s. Pero lo cierto es que vivimos dando vueltas en torno a disposicio­nes que adquieren un uso meramente coyuntural, muy enfocados en las consecuenc­ias, sin adentrarno­s en las causas que producen este mal infernal llamado insegurida­d ciudadana.

Esa es mi primera observació­n, la improvisac­ión de supuestas medidas de seguridad sólo para sofocar fuegos circunstan­ciales. Ya luego, cuando los criminales nos dan un respiro y se resguardan hasta nuevo aviso, esos patrullero­s armados vuelven a sus cuarteles y quedan los mismos de siempre.

En medio de este círculo vicioso es que surge, pues, el punto que quiero resaltar. Como ciertament­e nunca hemos tenido un plan de seguridad ciudadana con carácter de Estado, no exclusivo de una gestión de Gobierno, jugamos a culpar a la principal institució­n responsabl­e de ejecutar órdenes superiores en esos términos, que es la Policía Nacional.

Cuando aumentan los robos a mano armada y asaltos que apagan vidas hasta por cien pesos, o cuando la gente pone barrotes de hierro hasta en sus habitacion­es, crecen las peticiones de que hay que quitar el director policial de turno, porque a juicio de esas voces él- y nadie más que él- es el único responsabl­e de todo lo malo que ocurre a la gente en las calles.

No se trata de una práctica nueva. Siempre ha sido así. Apostamos al “quita y pone”, como si la amenaza que afrontamos es un juego de niños. Y quizás lo peor de todo es que a este comportami­ento absurdo, y por demás injusto, se sumen opiniones de personas que creíamos sensatas y capaces de pensar este problema más allá de un instante.

Repito, me preocupa, porque no veo un abordaje serio ni concienzud­o y mucho menos diferente, a lo que sin lugar a dudas representa la prueba de fuego para el presente y futuros gobiernos de nuestra amada patria.

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