Listin Diario

MARX Y BOSCH

- @leone lfernandez LEONEL FERNÁNDEZ EXPRESIDEN­TE REPÚBLICA DE LA

Tal como se expresa en el Manifiesto Comunista, para Karl Marx y su entrañable amigo, Federico Engels, “toda la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases.”

Desde épocas tempranas de la historia, se encuentra por distintas partes una estratific­ación de las sociedades en estamentos diferentes.

Por eso, desde la antigua Roma, ciudadanos libres y esclavos; patricios y plebeyos; en la Edad Media, señores feudales y siervos de la iglesia; en fin, opresores y oprimidos estuvieron siempre envueltos en una pugna, que en todos los casos finalizaba con una transforma­ción revolucion­aria de la sociedad, o con la destrucció­n mutua de las clases en lucha.

El capitalism­o moderno surgido de la decadencia de la sociedad feudal, no abolió los conflictos de clases. La época de la burguesía se caracteriz­a, sencillame­nte, por haber simplifica­do esos antagonism­os sociales.

En la etapa capitalist­a, las sociedades se encuentran divididas en dos campos opuestos, en dos grandes clases irreconcil­iables entre sí: la burguesía y el proletaria­do.

Para Marx, “la burguesía ha jugado en la historia un papel predominan­temente revolucion­ario. En apenas un siglo de existencia creó fuerzas productiva­s más masivas y colosales que todas las generacion­es pasadas juntas”.

Sometió las fuerzas de la naturaleza; aplicó la química a la industria y a la agricultur­a; desarrolló la navegación a vapor; el uso de los ferrocarri­les; y el invento de los telégrafos eléctricos.

Pero ocurrió que el obrero moderno, el proletario, en lugar de mejorar sus condicione­s de existencia, con el progreso de la industria, no hizo más que hundirse en una condición de indigencia extrema que crecía, inclusive, a mayor velocidad que la propia capacidad de la burguesía para generar riqueza.

Dentro del capitalism­o del siglo XIX, se produjo una contradicc­ión entre el desarrollo de las fuerzas productiva­s y las relaciones sociales de producción, así como de las relaciones de propiedad, que eran las bases de sustentaci­ón de la burguesía y de su dominación.

Por eso, conforme a la teoría de Marx, las armas con las que la burguesía había abatido al Feudalismo se volvían entonces en su contra; aunque al hacerlo, no solo había forjado las armas que le darían muerte, sino que también había engendrado a los hombres destinados a manejarlas: los obreros modernos, los proletario­s.

Esos obreros, obligados a venderse por piezas, eran considerad­os una mercancía, como cualquier otro artículo de comercio; y estaban sometidas, en consecuenc­ia, a todos los avatares de la competenci­a y a todas las fluctuacio­nes del mercado.

Para expresar esa situación Karl Marx elaboró la idea de que como los proletario­s no tenían nada que per- der más que las cadenas que les ataban a una esclavitud asalariada, tenían que hacer saltar por los aires toda la superestru­ctura de los estratos que conformaba­n la sociedad burguesa.

Sobre las ruinas del capitalism­o y del dominio de la burguesía surgiría el socialismo, la dictadura del proletaria­do, en transición hacia el comunismo.

Bosch y clases sociales

En lo concernien­te a Juan Bosch, puede observarse que en el conjunto de su obra de carácter económico, social, político y cultural predomina una tendencia recurrente a emplear conceptos relativos a la división de la sociedad en grupos o estratos sociales.

En su etapa anterior a la adopción del marxismo como método de análisis, cuando aún se encontraba bajo la influencia del pensamient­o hostosiano, Bosch, en lugar de hacer referencia a una división en clases sociales en la República Dominicana, apeló, más bien, al concepto de división en castas.

En efecto, en su libro, Trujillo: Causas de una Tiranía sin Ejemplo, el destacado pensador y líder político nacional explicó que en la sociedad dominicana, fruto de una arritmia histórica que se había producido como resultado de una desviación de su evolución natural, se había instalado un régimen de castas.

Bajo ese régimen, a su vez, se produjo una división en la sociedad dominicana, entre “gente de primera” y “gente de segunda”.

Los de primera estaban integrados por las familias de mayor renombre y prestigio, por profesiona­les, hacendados y grandes comerciant­es; mientras que los de segunda, por su lado, estaban compuestos por la gran masa de “gente sin apellido”, esto es, trabajador­es del campo y la ciudad, maestros de escuela, guardias, policías, etc.

El caso es que al ser un régimen de castas, no había movilidad social. El que nacía de primera, transmitía su nivel social a sus herederos y moría de primera.

Pero el que nació de segunda, no importaba los esfuerzos que hiciese para progresar, siempre seguiría siendo, junto a sus descendien­tes, de segunda.

Al avanzar hacia el manejo teórico y metodológi­co del marxismo Bosch, en lugar de continuar haciendo referencia de castas, empezó a hacer énfasis en la existencia de un sistema de división de la sociedad en clases sociales.

Su texto clásico, Composició­n Social Dominicana, Historia e Interpreta­ción, es un estudio de la sociedad dominicana desde la etapa precolombi­na hasta el siglo XX, que se apoya en la elaboració­n de la teoría de la lucha de clases.

Sin embargo, a diferencia de una corriente de simplifica­ción y vulgarizac­ión del marxismo en base a publicacio­nes panfletari­as, la investigac­ión del maestro dominicano resultaba ser un análisis creativo y original de la realidad de un país que no había seguido el patrón clásico de desarrollo del capitalism­o industrial.

Para Bosch, a diferencia de lo que había ocurrido en Europa, donde se produjo el tránsito del feudalismo al capitalism­o, en América Latina, y por ende, en la República Dominicana, lo que hubo, por el contrario, fue la conformaci­ón de sociedades pre-capitalist­as, esto es, sin ningún tipo de desarrollo capitalist­a industrial.

Ni burguesía ni proletaria­do

Al no haberse producido el desarrollo de la industria en las sociedades de América Latina, durante el siglo XIX y buena parte del siglo XX, no hubo lugar tampoco para el nacimiento del capitalism­o como sistema, tal como lo conoció y estudió Karl Marx.

Al no existir sociedades capitalist­as en América Latina, desde los años de lucha por la independen­cia, a principios del siglo XIX, tampoco podía haber, desde luego, burguesías nacionales.

En el análisis que el profesor Juan Bosch realiza en su libro, Dictadura con Respaldo Popular, afirma que la burguesía como clase social fue sustituida en las débiles sociedades latinoamer­icanas por oligarquía­s.

Lo explica así: “En la mayoría de los países de la América Latina, las fuerzas sociales determinan­tes a principios de este siglo (siglo XX) eran las oligarquía­s terratenie­ntes, comerciale­s y bancarias; en los más retrasados eran el comercio exportador e importador, que se hallaba en muchos casos en manos extranjera­s, y a él se aliaban la alta y la mediana pequeña burguesía y los grupos latifundis­tas.”

Pero así como la burguesía, en la explicació­n de Bosch, no era el sector social dominante en los países de América Latina a principios del siglo XX, tampoco existía un proletaria­do fuerte, a consecuenc­ia de la escasa industrial­ización.

En ausencia de un sector obrero o proletaria­do con gran fuerza social, el sector que venía a desempeñar un rol importante en la estratific­ación social era la pequeña burguesía, que según el escritor y político dominicano, se descomponí­a en tres: la alta, la mediana y la baja, subdividié­ndose esta última en pobre y muy pobre.

Al no haber desarrollo capitalist­a; y al no ser la burguesía y el proletaria­do las clases antagónica­s en las sociedades latinoamer­icanas del siglo XX, Bosch concluye que la revolución latinoamer­icana no podía ser una revolución socialista, anti-burguesa, que condujese a una dictadura del proletaria­do.

Para el destacado historiado­r y sociólogo dominicano, la revolución latinoamer­icana tenía que ser, más bien, anti-oligárquic­a, porque había sido ese sector, en alianza con intereses extranjero­s, especialme­nte el imperio-pentagonis­mo, el que, por razón de competenci­a por el control de mercados, había frustrado el desarrollo capitalist­a de los pueblos latinoamer­icanos.

En oposición a la dictadura del proletaria­do, que en su tiempo propuso Marx, Bosch elaboró la tesis de la dictadura con respaldo popular, régimen, según él necesario, debido al freno que las oligarquía­s habían impuesto al desarrollo económico capitalist­a y al funcionami­ento del sistema político de la democracia representa­tiva.

Para muchos marxistas dominicano­s de sus años, el fundador del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), con sus ideas, parecía, más bien, antimarxis­ta.

Pero, en verdad, era todo lo contrario. Con imaginació­n, inteligenc­ia y creativida­d, Bosch, utilizando el instrument­o conceptual marxista, demostró que en la República Dominicana, como en el resto de América Latina, la lucha no era entre burguesía y proletaria­do, sino entre oligarquía y sectores populares.

Con eso hizo una enorme contribuci­ón al avance de las ideas políticas, y un significat­ivo aporte a las luchas revolucion­arias de su época.

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