¿Qué tan tolerante eres?
Araíz del terrible terremoto que ocurrió en Haití, a principios del 2010, y que, por desgracia, fue devastador y millones de familias perdieron su hogar. Algunos pocos tuvieron la dicha de venir legalmente a nuestro país e inscribir sus hijos en centros educativos para que no perdieran el año escolar. Mi hijo mayor, que era un adolescente, tuvo la oportunidad de compartir con jóvenes que fueron aceptados en el colegio en el cual estudiaba. Recuerdo que cada día llevaba a casa una historia relacionada con el proceso de integración y aceptación de esos jóvenes. Y aprovechábamos para reforzarle la importancia de ser tolerante ante las situaciones que pudieran presentarse. El momento era también una oportunidad para que él y sus amigos aprendieran a ser empáticos y respetuosos del dolor ajeno, ya era mucha carga emocional para los nuevos estudiantes el haber tenido que trasladarse hasta aquí, dejando, sabrá Dios cuánto dolor en su tierra, para además tener la presión social de un nuevo círculo. Gracias a Dios y a la buena disposición del equipo del colegio, el año escolar terminó sin nada que lamentar. Ellos aprendieron a ser tolerantes. Las características que cada uno de nosotros posee es lo que nos hace especiales, únicos y diferentes a todos los demás. A lo largo de los siglos la diferencia se ha utilizado para enfatizar y promover la desigualdad y los prejuicios, cuando en realidad nutre y enriquece. Sin duda, en una sociedad pluralista es una necesidad aprender a ser tolerantes para convivir de manera armoniosa. En la oficina, en la calle, en el club, siempre habrá personas que no coincidan con nuestro pensamiento y prioridades. ¿Qué hacer entonces? Aceptarlos, respetarlos y dar inicio a un recorrido que puede convertirse en una fuente de crecimiento espiritual. Me ha tocado estar al lado de personas con las cuales percibo no tener ningún punto en común, al final del período termino siendo la más beneficiada por el cúmulo de aprendizaje que me llevo, incluyendo el fortalecimiento de mis dotes de paciencia y tolerancia. Al punto que he llegado a concluir que esa era su misión a mi lado. A propósito del tema me he puesto a reflexionar sobre el papel que jugó el colegio de mi hijo en aquel proceso y realmente la directiva merece un reconocimiento. Con sabiduría diseñaron actividades de sensibilización, informaron a los padres de la situación y solicitaron apoyo en el hogar, fueron enfáticos al sostener que no permitirían burlas bajo ninguna condición. Fomentaron la iniciativa y la cooperación de los estudiantes para que se ayudaran mutuamente, y de hecho, lazos de amistad aún se conservan. Nunca estuve muy consciente de las implicaciones positivas del proceso, pero me doy cuenta que mi hijo sí. Al escucharlo hablar y actuar, puedo decir con orgullo que comprendió lo bello de lo diferente, y sin miedo se enriqueció de la experiencia. Hoy, que ya es un hombre, sabe valorarse como miembro de un grupo, pero también valorar y respetar a los demás. Entre sus planes futuros ha marcado irse a vivir a otro país. Seguir estudiando, probar suerte para desarrollarse profesionalmente. Ahí tendrá que convivir con diferentes culturas y amar lo diferente, sin olvidar lo propio. Su grado de tolerancia le facilitará la integración. No hay duda, la tolerancia es una herramienta poderosa si la combinamos con una actitud positiva. Y tú, te has preguntado ¿qué tan tolerante eres?
¡Hasta el lunes!