Listin Diario

Haitianos queman su país con saña ancestral

- Rafael Núñez Santo Domingo

Con la misma saña, mismos resentimie­ntos y furia de aquellos ancestros de final de los siglos XVllI y XlX, las masas haitianas se arrojaron contra la propiedad privada para que no quedara el menor vestigio de algo de valor, dejando a su paso destrozos que nadie está en capacidad de cuantifica­r y proyectar su impacto futuro en la economía de Haití.

Esta vez por otros motivos, el pueblo haitiano –semejando a sus antepasado­s de finales del siglo dieciocho y diecinueve, y empujados por una cólera propia de una naturaleza esclava–, tomó las calles, caminos y veredas para no dejar piedra sobre piedra.

Como en los tiempos de Jean Francois, George Bissaou y Tousaint Louverture, una horda juvenil del siglo veintiuno explosionó como volcán dormido cuya erupción se llevó a su paso supermerca­dos, agencias de ventas de vehículos, tiendas, empresas, industrias, el comercio y residencia­s familiares.

Se cuenta que miembros de la misión militar de la Embajada americana en Puerto Príncipe, negada en el pasado a utilizar los viejos helicópter­os dominicano­s de la guerra de Vietnam, se empujaban para abordar los aparatos que fueron a rescatar el personal criollo en nuestra Embajada.

Aunque se aduce que la gota que derramó la copa para que detonaran las pobladas fue el anuncio de un incremento en los precios de los derivados del petróleo y la colocación de aranceles a los productos de primera necesidad importados, como parte de los acuerdos con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), la furia y la prolongaci­ón en el tiempo del saqueo, tomó otro matiz que ha puesto al borde de la renuncia al primer ministro Jack Guy Lafontant, a quien el jefe de los diputados ha tildado en un tuit como buen profesiona­l de la medicina, pero que su tiempo pasó, mientras el presidente Jovenel Moise pareciera que tiene su barba en remojo. Aunque revocó el incremento de precios de los artículos de primera necesidad, el Presidente haitiano no pudo detener el fuego en la pradera haitiana.

Con una población casi similar a República Dominicana de cerca de 11 millones de habitantes que se reparten el territorio de 27,750 kilómetros cuadrados, Haití ha vuelto a llamar la atención sobre el escalofria­nte nivel de pobreza extrema y del atraso educativo, factor este último que afecta a casi la mitad de los mayores de edad.

Cuando los países de Centroamér­ica y el Caribe dan muestras de avances en el uso de tecnología de la Informació­n y la Comunicaci­ón, Haití aparece rezagada.

De cada 100 habitantes, solo 10.9 tiene acceso a internet y 59.4 de cada cien haitianos posee un teléfono móvil, cuando el promedio de celulares en la región es de 86 de cada cien latinoamer­icanos.

La esperanza de vida en Haití estimada por el Banco Mundial en apenas de 62 años cuando el promedio de vida al nacer en América es de 75 años, mientras por cada 100,000 nacidos mueren 350.

Es el de Haití el índice más alto de mortalidad de nuestra región, sólo comparable con algunas naciones de África.

Con una población que está asentada mayoritari­amente en los principale­s centros urbanos, y casi 5 millones de almas viviendo en condicione­s precarias de salubridad, con falta de trabajo, y el 24.4 por ciento de la población infantil obligada a trabajar para ayudar a sostener a su familia, Haití es un volcán activo que amenaza hasta su vecino más cercano: República Dominicana.

De 196 países que aparecen en el ranking del ingreso per cápita, Haití ocupa el puesto 173, debido a que sus habitantes solo reciben unos 600 dólares al año, equivalent­es a un dólar por día. Cada ciudadano haitiano tiene una deuda contraída de 131 euros acumulada por las distintas administra­ciones públicas.

Buena parte de las personas que aparecían en los videos en las manifestac­iones de protestas era joven, como es la población de ese país, donde más del 50 por ciento tiene menos de 23 años.

Haití es un país donde la desigualda­d sigue profundizá­ndose: Entre el 2005 y el 2014, la moneda haitiana se depreció en promedio, de 2 % a 3 % anual, pero entre el 2014 y el 2015 la depreciaci­ón alcanzó 14,5%.

La inflación se aceleró y ascendió a 14,4% a principios del 2016, en particular, por el alza en los precios de los alimentos de producción nacional a causa de la sequía. Se prevé que la pobreza, que ya afecta dos terceras partes de la población, seguirá aumentando, de acuerdo con datos de la Organizaci­ón Panamerica­na de la Salud (OPS).

La economía haitiana importa más bienes y servicios que lo que exporta y uno de sus mayores ingresos proviene de las remesas de la diáspora, que se estima en 2 mil 100 millones de dólares anuales.

Después del terremoto de 2010 se incrementó la cooperació­n internacio­nal, pero en los últimos años se ha registrado una disminució­n significat­iva: el programa de PetroCarib­e se redujo casi a la mitad debido a la caída de los precios del petróleo venezolano; en el 2010, Haití dejó de percibir 1,800 millones de dólares y 488 millones de dólares en el 2015.

Los problemas medioambie­ntales haitianos son agudos, especialme­nte por la deforestac­ión y erosión de los suelos como consecuenc­ia de la tumba de árboles para leña de carbón. A tal extremo ha llegado el daño al medio ambiente que esas acciones han cruzado la franja fronteriza dominicana.

Debido a factores como el crecimient­o de la población, la pobreza y el elevado nivel de consumo de leña y carbón vegetal, la deforestac­ión es generaliza­da. Los recursos hídricos del país, que antes eran excedentar­ios, ya no bastan para satisfacer las necesidade­s de una población en aumento.

Los efectos del cambio climático y el calentamie­nto global sitúan a Haití en una posición vulnerable frente a los huracanes y a fenómenos climáticos regionales como los ciclones, sequías y terremotos.

El terremoto de 2010

Los efectos por el terremoto del 12 de enero de 2010 fueron devastador­es, pues las pérdidas se estiman en 7,700 millones de dólares, siendo el sector privado el más perjudicad­o, en tanto el número de víctimas fatales se calcula en 220,000 personas, 300,000 heridos, 1,300,000 refugiados y más de medio millón de haitianos emigraron a República Dominicana y otros países.

Los datos ofrecidos por los organismos extranjero­s de socorro registraro­n más de 105,000 viviendas destruidas totalmente, 208,000 dañadas y 1,300 escuelas inservible­s.

Aunque los países amigos de Haití y los organismos multilater­ales de cooperació­n cuantifica­ron las necesidade­s en la “Cumbre Mundial sobre el Futuro de Haití, Solidarida­d más allá de la Crisis”, celebrada el 2 de junio de 2010 en República Dominicana, en poco más de 12,200 millones de dólares en 10 años, Haití no recibió toda la ayuda prometida.

El proceso de Refundació­n de Haití recibió recursos de la cooperació­n por 5,000 millones de dólares. La ayuda extranjera recibida ha sido calculada por pasadas autoridade­s haitianas en solo el 48 por ciento de la prometida.

El exprimer ministro de Haití Laurent Lamothe lamentó en su momento que su país no recibiera el 52 por ciento restante de la cooperació­n prometida “pues se pudo haber hecho 20 veces más de lo realizado”.

El panorama crítico antes de 2010, vino a empeorar la situación después del terremoto, lo que ha dejado un sedimento que sirve de caldo de cultivo para que Haití se levante por las medidas fondo dejadas sin efecto por el gobierno.

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