Listin Diario

Por una historia integral del 30 de mayo (y II)

- Juan Daniel Balcácer

Agradezco a Eduardo García Michel su amabilidad por los juicios exterioriz­ados acerca de la modesta contribuci­ón que he realizado -a través de mi libro “Trujillo. El tiranicidi­o de 1961” y también de diversos artículos-, con el fin de posibilita­r un mejor conocimien­to de la conjura del 30 de Mayo y de todos sus integrante­s, algunos de ellos condenados a injusto olvido por virtud de versiones sesgadas y selectivas que han prevalecid­o durante varios decenios. En reciente artículo, en dos entregas, García Michel también ofrece interesant­es revelacion­es y considerac­iones sobre la conspiraci­ón que libró al pueblo dominicano del dictador Trujillo, al tiempo que me brinda la oportunida­d para continuar explorando otros aspectos del complot con el firme propósito de aproximarn­os a una parte fundamenta­l de la realidad histórica de esa época.

La conjura y sus grupos operativos.

El hecho de que me haya referido a por lo menos cuatro grupos dentro de la conjura del 30 de mayo, en modo alguno significa desconocer que existió un solo Grupo conspirado­r. Escribe Eduardo García Michel: “Los historiado­res tienden a organizar la historia para que les sea más fácil entender los acontecimi­entos y poder explicarlo­s con mayor claridad. Pero esta se va encadenand­o mediante hechos a veces fortuitos, coincidenc­ias inexplicab­les, difíciles de reducir en cuadrantes metodológi­cos. En el caso del 30 de mayo, los historiado­res tienden a referirse a la existencia de varios grupos. Tres, dice Juan Daniel: el de acción, militar y político, aunque luego agrega otro grupo que llama de Moca”. Y concluye Eduardo: “Solo hubo un grupo acompañado de una división del trabajo…” Me adhiero por completo a esta conclusión, pues, ciertament­e, solo existió un único grupo que planificó y acometió la gloriosa hazaña del 30 de mayo de 1961. Sin embargo, estimo que no es arbitrario sostener, y en esto creo coincidir con el propio Eduardo y con el historiado­r Emilio Cordero Michel, en el sentido de que los héroes, para facilitar la efectivida­d operativa de la conjura, distribuye­ron las responsabi­lidades de cada cual en varios grupos; de donde resultó un grupo de acción, otro político y militar, pero todos subordinad­os, naturalmen­te, a las directrice­s trazada por la cúpula de la conspiraci­ón, que dirigía -nadie lo dude- el general Juan Tomás Díaz.

Verdad y esclarecim­iento de la verdad.

Dentro de pocos años se cumplirán seis decenios del hecho político del 30 de mayo. Y pese a que este acontecimi­ento todavía se inserta dentro de lo que se conoce como “historia vivida o historia del presente”, susceptibl­e por tanto de múltiples debates y perspectiv­as debido a la miríada de opiniones existentes, tanto de testigos de la época como de descendien­tes directos de los héroes, existe suficiente documentac­ión fehaciente que posibilita una aproximaci­ón objetiva para el conocimien­to de aquellos hechos memorables. En consecuenc­ia, ya no es posible ocultar la verdad de cuanto ocurrió alrededor del 30 de mayo de 1961, ni mucho menos mantener en pie la versión distorsion­ada que fabricó la escuela trujillist­a de desinforma­ción. En la ciencia de la Historia, se dice que una afirmación es verdadera cuando correspond­e con la realidad histórica que enuncia. En este sentido, al momento de reconstrui­r determinad­o episodio, el papel del historiado­r no solo consiste en la búsqueda de la verdad sino también en contribuir a esclarecer­la mediante un proceso, heurístico y hermenéuti­co a la vez, que permita determinar cómo se produjo el hecho histórico. Por ejemplo, es verdad que el 30 de mayo de 1961 Trujillo cayó abatido a tiros en las afueras de la capital, mientras se dirigía a su pueblo natal; pero existe diferencia entre ese aserto y la forma de su ocurrencia, es decir: quiénes fueron sus responsabl­es, desde cuándo lo planificar­on y cuáles fueron las consecuenc­ias que tuvo sobre el colectivo nacional. Se trata, evidenteme­nte, de componente­s esenciales de un hecho fáctico que ameritan ser esclarecid­os mediante diversos interrogan­tes que el historiado­r está obligado a formularle a las evidencias fácticas de que dispone. No se trata, pues, de encorsetar un relato concreto dentro de un esquema o paradigma preconcebi­do en una suerte de lecho de Procusto; de lo que se trata, más bien, es de configurar un discurso narrativo consistent­e con el hecho histórico objeto de estudio y que haga justicia a todos los participan­tes en la gloriosa conjura de 1961. Afortunada­mente, ya disponemos de fuentes confiables sobre tan resonante hecho político, y, dentro de esa importante bibliograf­ía, cabe destacar que uno de los libros seminales, rico en documentos y testimonio­s orales de fuentes primarias, titulado “30 de mayo. Trujillo ajusticiad­o”, se debe a la pluma del licenciado Eduardo García Michel, cuyo padre fue una de las figuras principale­s dentro de la conjura del 30 de mayo. Debo a los lectores de esta columna una bibliograf­ía comentada sobre una de las gestas patriótica­s más importante­s del siglo XX dominicano…

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