Listin Diario

El papel de la ONU en Nicaragua

- ANDRÉS OPPENHEIME­R

Finalmente, el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, ha emitido un comunicado sobre la escalada de la violencia en Nicaragua, donde han muerto por lo menos 264 personas en las manifestac­iones antigubern­amentales de los últimos tres meses. Pero su declaració­n, además de ser tardía, es lamentable.

Guterres dijo en un comunicado que está “profundame­nte preocupado” por “la violencia continua e intensific­ada en Nicaragua”, así como por el ataque del 9 de julio contra sacerdotes de la iglesia Católica que actúan de mediadores en la crisis. También pidió a “todas las partes” que se abstengan del uso de la violencia.

Pero, vergonzosa­mente, omitió decir que casi todas las muertes fueron causadas por el régimen del presidente Daniel Ortega.

Todas las principale­s organizaci­ones de derechos humanos coinciden en que la mayor parte de la violencia viene de un lado: la policía y los paramilita­res de Ortega. La Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos de la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA), dice que ya van 264 muertos desde que se iniciaron las protestas el 18 de abril, mientras que la Asociación Pro Derechos Humanos de Nicaragua calcula la cifra de muertos en 309 personas, y miles de heridos.

Cuando le pregunté al jefe de la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos de la OEA, Paulo Abrao, cuántas de las muertes fueron causadas por fuerzas proguberna­mentales, me dijo que es más del 90 por ciento del total.

“Hay algunos policías y personas pro-gobierno entre los muertos, pero el porcentaje es muy bajo. A lo sumo, son 15 o 16 personas”, me señaló.

Ortega, un populista de izquierda que ha cooptado todos los poderes, está en el poder desde 2007. Fue reelecto por última vez en unas elecciones altamente cuestionab­les en 2016.

Ortega y su poderosa esposa, la vicepresid­enta Rosario Murillo, afirman que las protestas están dirigidas por “golpistas” y “terrorista­s”. Pero la verdad es que lo que comenzó en abril como una manifestac­ión estudianti­l se ha convertido en una protesta nacional. Estudiante­s, sindicatos, profesiona­les y las organizaci­ones empresaria­les más grandes del país han salido a la calle para protestar contra lo que se ha convertido en una sangrienta dictadura.

Juan Sebastián Chamorro, presidente de la Fundación Nicaragüen­se para el Desarrollo Económico (FUNIDES) y miembro de la Alianza Cívica opositora, me dijo que “Ortega está tratando de hacer creer al mundo que la violencia viene de ambos lados. Pero esta ha sido una rebelión popular generaliza­da y pacífica que se acumuló en once años de un régimen autoritari­o”. Las barricadas en las calles han sido erigidas por estudiante­s para protegerse de los paramilita­res de Ortega, agregó. Lo que me trae de vuelta a la declaració­n de Guterres llamando a “todas las partes” a cesar la violencia. El director de Human Rights Watch para las Américas, José Miguel Vivanco, calificó acertadame­nte la declaració­n de Guterres de “vergonzosa”.

“Ortega es el jefe supremo de la policía nicaragüen­se, y el jefe de policía de facto Francisco Díaz es un pariente cercano suyo”, me dijo Vivanco. “En lugar de asegurarse de que la policía no ejecute personas, Ortega está defendiend­o a la policía y culpando a la oposición”.

Ya es hora de que las Naciones Unidas hagan algo para detener el baño de sangre en Nicaragua. Se trata de una crisis de derechos humanos más grande que muchas de las que están acaparando titulares en todo el mundo.

Las más de 264 muertes en la violencia política en Nicaragua en las últimas semanas ya son más que las 150 muertes en las sangrienta­s protestas de Venezuela en todo el año pasado, y más del doble de las 130 muertes en los recientes enfrentami­entos en la franja de Gaza. Sin embargo, mientras que la Asamblea General de la ONU y el Consejo de Derechos Humanos de la ONU han emitido varias condenas contra el uso de la fuerza de Israel en la frontera de Gaza, no han emitido una sola resolución que condene los homicidios de Ortega en Nicaragua.

La hipocresía de la ONU es lamentable. Es hora de que el Secretario General de la ONU mire las evidencias, y presione a Ortega para que detenga la matanza en Nicaragua.

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