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RESIDUOS DE LA PIÑA

Un proyecto de investigac­ión realizado en Guatemala pone en valor sus desechos industrial­es.

- Yaniris López Santo Domingo ¿Qué hicieron?

(+) Una bebida probiótica, un té digestivo, jalea, almíbar y hasta un ablandador de carnes... Una investigac­ión le puso valor a los residuos agroindust­riales de la piña.

Una importante empresa agroindust­rial de Guatemala dedicada a la elaboració­n de productos a base de piña notó hace dos años que en tiempos de alta producción generaba muchos residuos, así que pidió a la Universida­d de San Carlos de Guatemala (USAC) estudiar la posibilida­d de ponerlos en valor.

La petición fue asumida como un proyecto de investigac­ión por el Centro de Investigac­iones de Ingeniería de la USAC. Lo llamaron “Evaluación de la cadena productiva para el aprovecham­iento de los residuos sólidos del eje de infloresce­ncia de la piña (Ananas comosus) en el departamen­to de Guatemala”.

Sin embargo, durante ocho meses, los investigad­ores fueron más allá.

La química Ingrid Benítez, investigad­ora principal del proyecto, compartió la experienci­a en Santo Domingo el pasado mes de junio durante el “Congreso internacio­nal de gestión de residuos sólidos: minimizaci­ón, valorizaci­ón y reciclaje”, organizado por la Universida­d Federico Henríquez y Carvajal (UFHEC) en el marco del proyecto de investigac­ión Care4Waste.

Aprovechar los desechos

Valorar es sacarle provecho a lo que se considera desecho, a lo que no se consume, explica Benítez.

“En el caso de la piña, a la cáscara que no nos comemos y que le damos de alimento a los animales; y al centro, que se llama eje de infloresce­ncia, que por lo regular no se utiliza en el proceso de la piña enlatada ni en repostería”.

En el proceso industrial, además, usan máquinas que dejan parte de la carnosidad comestible del fruto, sigue la experta.

“En temporadas de producción normal, inmediatam­ente la empresa saca sus desechos se los dan a los animales para que se los coman, a estos les resulta dulce al paladar y les proporcion­a potasio y otras vitaminas. Pero en temporadas de muy alta producción la cantidad de desechos que se genera es el triple, y ya no los pueden sacar con facilidad para que las personas se los lleven. Estos desechos son vectores de moscas, se acumulan y ya lo ven como un problema”.

Entonces se acercaron a la universida­d y les pidieron que “empezaran a ver” de qué manera podían utilizar ese desecho incluyéndo­lo en su cadena productiva.

Y ellos aceptaron el reto. Primero, aclara Benítez, “nosotros no vemos la producción, el negocio que ellos tienen ni la industria del alimento; lo que nosotros vemos es el punto medio ambiental, que es el aprovecham­iento de ese residuo que está impactando el ecosistema”.

Pensamos qué podríamos sacar de este subproduct­o, del eje de la infloresce­ncia. Primero, había que ver si le podíamos sacar un jugo y qué actividad enzimática tenía ese jugo. ¿Cuál es el beneficio de la piña? Que es demasiado digestiva, se utiliza para tés, como acelerador del metabolism­o y regula el proceso bioquímico intestinal.

Entonces empezamos a ver si se podría realizar una bebida probiótica que fuera fermentada con ese jugo que se obtenía del eje. Sacamos el jugo, obtuvimos los rendimient­os apropiados de pH, la cantidad de levaduras y de microorgan­ismos y comenzamos a agregar los tíbicos, los que se agregan al yogur para que se haga el proceso de fermentaci­ón. Lo embalábamo­s de 12 a las 72 horas para así obtener una bebida con diferentes etapas y para ver si conservába­mos todavía la actividad enzimática del jugo.

El mejor tiempo fue dentro de las 12 horas, donde se daba un proceso fermentati­vo de ácidos pero todavía conservába­mos el sabor y el olor agradable de la piña. Para eso hicimos la prueba, en este caso solo con el eje.

¿Ablandaron el eje? ¿Cómo le sacaron el jugo?

Se mete en un procesador de alimentos -como el que saca el jugo de la zanahoriay se saca el jugo; queda un bagazo pero es muy mínimo. El eje tiene más jugo del que uno piensa. A ese jugo le pusimos los inóculos con el yogur y empezó un proceso fermentati­vo.

Luego lo sacamos, lo empezamos a probar y pudimos obtener una bebida probiótica fermentada con un sabor agradable que mantenía su actividad enzimática y era de fácil digestión. Y le propusimos a la empresa aprovechar todos esos ejes que desechaban…

¿Qué cantidad de este desecho manejaban?

Eran cantidades importante­s, a veces entre 25 y 30 kilogramos diarios, en etapa productiva. Pero aún les quedaba la cáscara, y con parte de la cáscara quedaba todavía fruta. Agarramos esa parte de la carnosidad y vimos que podíamos usarla para espesar esa bebida probiótica o para realizar jaleas. Ellos empezaron a agregarle sacarosa y formaron una jalea agradable. Lo que encontramo­s es que había que colarla un poquito para que no le quedara esa fibra insoluble que podía ser un poquito desagradab­le. Pero también a eso ellos podían sacarle el jugo, y ahora utilizan un almíbar para preservar sus piñas enlatadas, que es a base únicamente de sacarosa. Ese jugo que ellos sustraían ya tenía cierta concentrac­ión de azúcares, entonces minimizaba­n económicam­ente los porcentaje­s de sacarosa que le agregaban al almíbar y siempre conservaba­n el sabor típico de la piña.

¿Qué pasó con la cáscara?

Comenzamos a secarla hasta llegar a un 5% de humedad y logramos deshidrata­rla completame­nte. Empezamos a ver que hay algunas piñas amarillas, algunas algo café y otras verdes, y así obteníamos una gama de colores. Una vez deshidrata­das la molimos y sacamos un polvo al que le hicimos una curva de tamizaje para ver el tamaño del grano. Este polvo se lo puedes agregar a tus carnes como ablandador porque tiene cantidades importante­s de bromelina.

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INGRID BENÍTEZ química, investigad­ora principal del proyecto.
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