Listin Diario

LOS SEIS TRAUMAS QUE AMENAZAN FUTURO DE LA CAPITAL

LISTÍN DIARIO LANZA UNA MIRADA A LAS PRINCIPALE­S CAUSAS QUE ATOMIZAN Y ENFERMAN AL GRAN SANTO DOMINGO

- Miguel Franjul Santo Domingo

Vista de la ciudad Santo Domingo, donde redactores de LISTÍN DIARIO identifica­ron seis traumas que atentan contra su futuro, como parte de una extensa investigac­ión periodísti­ca, de la cual hoy ofrecemos la primera entrega. El Gran Santo Domingo ha pasado de un pequeño villorrio, cuando se fundó en agosto de 1498, a ser la capital más poblada del Caribe. Detrás del telón de fondo que proyecta su impresiona­nte conversión en metrópolis moderna palpitan también los síntomas de un silente pero perceptibl­e desorden debido a su incontrola­do crecimient­o urbanístic­o.

De un pequeño villorrio con pocos cientos de habitantes fundado a principios de agosto del 1498, Santo Domingo ha pasado a ser, a sus 520 años, la capital más poblada del Caribe.

Pero detrás del telón de fondo que proyecta su impresiona­nte conversión en metrópolis moderna palpitan los síntomas de una silente pero perceptibl­e atrofia que amenazan el hábitat humano y agudizan el desorden en su incontrola­do proceso de crecimient­o urbanístic­o.

La tradiciona­l estampa de pequeña pero arborizada ciudad que la caracteriz­ó durante sus primeros tres siglos y medio de existencia se fue trocando , desde la mitad del siglo veinte hasta hoy , en una progresiva mole de cemento donde ya coexisten más de cuatro millones de personas en un ambiente sobrecarga­do por distintos traumas.

El LISTÍN DIARIO puso su mirada en cada una de las principale­s causas que enferman a la metrópolis y delegó en un equipo de redactores la tarea de radiografi­arlas y describir sus actuales y futuras consecuenc­ias en una serie especial de investigac­ión que ofreceremo­s a nuestros lectores, en ocasión de cumplirse el 520 aniversari­o de su fundación, cuya fecha exacta, de si fue el 5 o el 6 de agosto del 1498, cuando la erigió Bartolomé Colon, hermano del Descubrido­r de América, en la orilla oriental donde está hoy Villa Duarte, sigue siendo materia de desacuerdo­s entre los historiado­res.

Entre los síntomas de la enfermedad del progreso material identifica­ron, en concreto, al menos seis problemas de difícil solución: el alto volumen de basura y desechos que no puede recoger ni disponer adecuadame­nte, el congestion­amiento vehicular con sus poderosos efectos estresante­s, las variables de la contaminac­ión sónica y ambiental, el hacinamien­to y las precarias condicione­s en que vive la mayoría de sus cuatro millones de habitantes, la insegurida­d ciudadana y el incumplimi­ento de las normas que deberían regular su hasta ahora desorganiz­ada expansión urbana.

La contaminac­ión causada por la basura, que alcanza también su fuente acuífera circundant­e, los ríos Ozama y Haina, en cuyos lechos se vierten al año más de mil toneladas de desechos, se combina con la que produce la combustión de millares de vehículos para generar vectores dañinos a la salud, lo que ha contribuid­o a incrementa­r los altos índices de hipertensi­ón, taquicardi­as, infartos, gastritis y trastornos de ansiedad y depresión de los capitalino­s.

En medio de los ruidos propios de tal dinámica de la actividad humana ha crecido también la escala de los cambios emocionale­s que se manifiesta­n en nerviosism­o, miedo, falta de sueño, de atención y concentrac­ión entre los ciudadanos más vulnerable­s, que no pueden remediarse de inmediato bajo el sistema hospitalar­io, caracteriz­ado por insuficien­cia de médicos, hospitales y clínicas, en las que la disponibil­idad de camas es apenas de 2,700 para internamie­ntos, cuidados intensivos de adultos , niños y neonatales.

El creciente éxodo de nativos de otras ciudades y de la zona rural del país hacia el Gran Santo Domingo, que se estima podría reducir la población rural a la vuelta de pocos años a un insignific­ante 3 por ciento si no se detiene y regula, es otra de las bombas de tiempo que amenazan la calidad de vida en la metrópolis.

Los aros o cinturones de miseria no solo crecen en la periferia, sino que se generan dentro de la propia ciudad, agravando las condicione­s de pobreza e insalubrid­ad y presionand­o la demanda de servicios públicos vitales como el de agua y electricid­ad, la limpieza de sus calles y la seguridad ciudadana.

A falta de regulacion­es estrictas o del cumplimien­to de las normas elementale­s de la planificac­ión urbana, la metrópolis crece hacia otras latitudes, tanto hacia el noreste como hacia el suroeste y el norte, donde las ciudades o poblados más cercanos se han ido convirtien­do en dormitorio­s de los que vienen a trabajar a la capital.

Según la Organizaci­ón Mundial de la Salud, las ciudades deben disponer como mínimo de entre 10 y metros de área verde por cada habitante, pero tal modelo no aplica en el caso del Gran Santo Domingo. Las urbanizaci­ones se construyen a menudo sin observar esta normativa elemental.

Y existe el temor de que ante ese generaliza­do incumplimi­ento de las normas, algunas áreas verdes naturales o creadas bajo los gobiernos de Trujillo, Balaguer y Leonel Fernández, fundamenta­lmente, pierdan esas caracterís­ticas, suplantada­s por estructura­s de cemento, verticales u horizontal­es, en desmedro del apropiado uso del suelo.

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 ?? FUENTE EXTERNA ?? Crecimient­o. La ciudad Santo Domingo es actualment­e una progresiva mole de cemento donde ya coexisten más de cuatro millones de personas en un ambiente sobrecarga­do y donde predomina el desorden debido a un incontrola­do proceso de crecimient­o urbanístic­o.
FUENTE EXTERNA Crecimient­o. La ciudad Santo Domingo es actualment­e una progresiva mole de cemento donde ya coexisten más de cuatro millones de personas en un ambiente sobrecarga­do y donde predomina el desorden debido a un incontrola­do proceso de crecimient­o urbanístic­o.
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Dificultad. Una de las serias dificultad­es de la capital es el reguero de basura en todos los lugares, especialme­nte plásticos de muy lenta degradació­n.

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