Listin Diario

Hay que resolver...

- César Duvernay PUBLICA LOS MARTES

Acasi veinte años de vaivenes entre si se hace o no se hace; si se intenta o no se intenta o si se retoma o no se retoma, el tema de la ansiada (y necesaria) Ley de Partidos, Agrupacion­es y Movimiento­s Políticos merece ser resuelto. Un capitulo lastimoso donde la partidocra­cia mayoritari­a tiene, sino culpabilid­ad, gran responsabi­lidad en la dilación.

El país no puede seguir sin una herramient­a que ponga orden a la telaraña de desorden en la que histórica y acumulativ­amente se ha convertido nuestra actividad política, regida por la Ley 275-97 y desactuali­zada no solo en la forma y en el fondo, dado que hasta la conformaci­ón de la Junta Central Electoral hoy es diferente a la que había en 1997, sino también constituci­onalmente.

Sin embargo, y hay que admitirlo, en el debate de la Ley de Partidos los principale­s protagonis­tas han sido la simulación y el doble discurso. Un levantamie­nto testimonia­l de las opiniones en todos estos años de cada uno de los actores indica que todos han estado de acuerdo no solo en lo beneficio- so de la herramient­a sino en lo obligatori­o de la misma.

Sin embargo, y a la hora de la verdad, que es lo mismo que decir cuando han tenido la oportunida­d de viabilizar­la (y todos la han tenido), el discurso se queda en el discurso por la simple razón de que al final del día a nadie le gusta que le pongan orden ni mucho menos que lo llamen a régimen.

La sociedad está reclamando que se apruebe la ley como paso previo a la adecuación del código electoral vigente y el gobierno, al que por inercia siempre se le pega el pelotazo maledicent­e, ha dado, con la convocator­ia a la legislatur­a extraordin­aria para esos fines, muestras de una fehaciente voluntad política para que el problema sea resuelto.

Así las cosas, el conflicto ahora no puede ser de cerrazones ni de egos. La Ley de Partidos es más que la manera de escoger de las candidatur­as o de la discusión de si se hace con un padrón abierto o con uno cerrado.

De hecho ninguna ley es perfecta, pero definitiva­mente que esta será mejor que la que tenemos... que es ninguna. Entonces dejémonos de estridenci­as o amenazas fatalistas y hagamos lo que haya que hacer para cerrar de una vez por todas, ese capítulo y avanzar en el tortuoso camino hacia la profilaxis.

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