Diferencias persisten
UNO: TEMOR A LAS BASES.-
Si los jefes de partido hubieran aceptado el principio universal de que lo que es igual no es ventaja, la Ley de Partidos hace mucho que fuera una realidad. Sin embargo pensaron que podían sacar gabelas, ya no de un partido a otro, sino entre dirigentes o potenciales candidatos. Lo particular primero que lo general. Llevan meses en el mismo plano, y cuando la legislación sea un hecho, descubrirán que no avanzaron nada. Y no podría ser de otro modo. No es verdad que la pieza puede servir a fines personales o ser instrumento de desquite político. El capricho de las primarias abiertas o cerradas dejó de ser decisivo desde que empezaron a verse otros aspectos. Por ejemplo, que la pieza ceda su fuero y sea un organismo que resuelva lo del padrón. Con lo cual no se rechaza ni se apropia ninguno. Ni el propio ni el de la Junta Central Electoral. Gatopardo al uso: cambiar para que todo siga igual, pues todo lo que sea discrecional es poder de cúpula. Todo lo que sea cerrado puede controlarse y el problema estaría en que las bases asuman como elemento supremo. Se teme a la toma de la Bastilla…
DOS: AMARRADOS CON CADENA.-
Se quiso dar la impresión de que las comisiones encargadas de estudiar la Ley de Partidos eran núcleos independientes, legisladores a secas, sin nexos con el liderazgo de las organizaciones. La realidad fue otra. No solo hubo comunicación permanente, sino rendición de cuentas. Cada sector se cubría de posibles sorpresas y el seguimiento era tan estricto que se celebraban reuniones todas las semanas, en las que se pasaba balance y se establecía un orden. De manera que la mínima discrepancia era conocida de inmediato y podía ser enmendada prontamente. Lo que no se hizo, y adrede. La intención era que las comisiones no fueran plataforma de discusión y consenso, sino tarimas para entretener. Una forma de quitarse de arriba un peso. Por ejemplo, el comité Político no volvió a referirse al tema, pero el presidente del partido se juntaba todos los jueves con sus allegados que eran miembros de la comisión. Igual ocurría en las demás entidades. Los comisionados nunca actuaron por la libre, sino subordinados a la línea política del partido o de la tendencia. Los inconvenientes, normales y lógicos, pudieron solucionarse a tiempo, evitando crisis de ocasión. Esa situación fue tan real que basta ver como en las últimas semanas se rumoró todo tipo de entendimiento, y se comprobó que son mayores las diferencias adentro que afuera…
TRES: CONFRONTACIÓN EN PIE.-
Fue y sigue siendo un problema de fondo la falta de consenso interno. Lo lógico y políticamente correcto era que los miembros de un partido se pusieran de acuerdo respecto a la legislación que consideraran adecuada. Conforme adentro podía entonces buscarse entendimiento con las demás fuerzas políticas. Pero eso no ocurrió nunca y todavía se mantienen los resabios. La primera disidencia fue entre peledeístas, con Danilo Medina y Leonel Fernández, y se estuvo creyendo que era la única hasta que en el PRM Hipólito Mejía y Luis Abinader sacaron las uñas. Cada cual más larga y como si fueran espuelas del demonio. Y hasta el día de hoy. Este ánimo de grupo es tan extremo que no encuentran medios o modos de conciliación. Entre las muchas versiones que circularon en las últimas semanas, de acercamientos o entendimientos en la Cámara de Diputados, ninguna entre peledeístas. Enemiguitos, enemiguitos. Se habló del sector de Luis Abinader con el de Leonel Fernández, e incluso, aunque muy hipotético, con el de Danilo Medina. Lo de Hipólito Mejía con Medina es historia vieja y conocida. Ahora, de lo que no se dijo ni se dice es de Medina y Fernández, aun cuando seguidores de este último, con etiqueta y todo, alientan acuerdo…
CUATRO: SI TÚ CAMBIAS, YO TAMBIÉN.-
Lo mismo sucede en el PRM entre Hipólito Mejía y Luis Abinader. Quienes no conocen intimidades o estrategias creen que Mejía se pasa de necio o que su compromiso con Danilo Medina es tan importante que no lo disimula. El motivo de sus declaraciones, las últimas o las anteriores, no es Medina, sino Abinader. Reiteró su posición respecto a las primarias, violentando la línea del partido, pero fue porque Abinader hizo otro tanto. La Dirección Ejecutiva apoyó primarias y flexibilizó la modalidad para facilitar un entendimiento más amplio o corresponder con el Bloque Opositor. Sin embargo, Abinader, entrampado en la posición de sus aliados que favorecen a Leonel Fernández, se alejó de lo aprobado por el partido. No lo hizo de manera personal, sino por vía de uno de sus seguidores, un diputado del PRM que es miembro de la comisión. Ese voto disidente que a su vez dará lugar a un informe –también disidente-se le atribuye a Abinader. No se cree que Víctor De Aza podía hacer lo que hizo sin consultar o sin la aprobación de su jefe político. Mejía por tanto mandó el mensaje: O jugamos todos o se rompen las barajas. Abinader se dio cuenta y recapacitó y en su último pronunciamiento se acoge a la línea del PRM…