Listin Diario

FE Y ACONTECER “Trabajen por el alimento que perdura para la vida eterna”

- CARDENAL NICOLÁS DE JESÚS LÓPEZ RODRÍGUEZ

XVIII Domingo del Tiempo Ordinario – 5 de agosto, 2018 a) Del libro del Éxodo 16, 2-4. 12-15. l libro del Éxodo recoge uno de los grandes temas de nuestra historia de salvación: el de la salida de Israel de Egipto, pero no es éste su tema único, también podría llamarse el libro de la Alianza o el libro de Moisés que es su gran protagonis­ta. El Señor irrumpe en la historia poniéndose al lado de un pueblo de esclavos, oprimido por Egipto, una de las potencias de aquel entonces. A partir del capítulo 15 en que aparece el Canto de Moisés después de la liberación, el pueblo ya está fuera de Egipto pero todavía no ha llegado a la tierra prometida. Aún le queda un largo trayecto de reflexión, carencias y pruebas en el desierto.

Este domingo nos encontramo­s con la protesta airada del pueblo contra Moisés y la respuesta del Señor: “Yo haré llover pan del cielo; que el pueblo salga a recoger la ración de cada día… Hacia el crepúsculo comerán carne, por la mañana se saciarán de pan” (v.14). El nombre del pan providenci­al “maná” parece derivarse de la pregunta man-hu (hebreo) y de ahí maná “¿Qué es esto?”. A esta pregunta Moisés responde: “Es el pan que el Señor les da de comer” (v.15). Al maná seguirán las codornices, que volaban desde Europa y llegaban extenuadas a la península del Sinaí donde eran fácilmente capturadas. El tema del maná tiene estrecha relación con la lectura del Evangelio, continuaci­ón del que leímos el pasado domingo sobre la multiplica­ción de los panes.

Eb) De la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 4,17. 20-24. San Pablo pide a los cristianos de Éfeso un corte radical con su pasado pagano. El Apóstol no condena el paganismo en general, está hablando a pequeñas comunidade­s cristianas esparcidas en las grandes ciudades del imperio romano y expuestas, como es natural, a las presiones del ambiente pagano en que se encontraba­n. Para sobrevivir en medio de ese ambiente tenían que expresar en términos radicales tanto el estilo de vida alternativ­a de seguimient­o de Cristo que habían escogido, como la denuncia de la sociedad pagana en que vivían. San Pablo usaría hoy el mismo lenguaje de denuncia, no necesariam­ente contra el paganismo, sino contra la corrupción imperante en muchos de nuestros países tradiciona­lmente cristianos. La vida alternativ­a del creyente, como una nueva humanidad frente a la vieja, la expresa el Apóstol con la imagen de desnudarse y revestirse (Cfr. Gal. 3, 27). La humanidad vieja se deja llevar por la concupisce­ncia y acaba en la corrupción.

La nueva humanidad es creación “a imagen de Dios. Es una vida de imitación de Dios y de Cristo”. Sean santos “porque yo soy santo” (Lev. 19, 2). Jesús propone como ejemplo al Padre: “Amen a sus enemigos… así serán hijos de su Padre del cielo” (Mt. 5, 44). Por su parte, para el apóstol Pedro, los cristianos han sido elegidos… y consagrado­s por el Espíritu, para obedecer a Jesucristo. Esta nueva vida del cristiano la ve expresada el Apóstol en comportami­entos concretos de honestidad, dedicación al trabajo, veracidad, amabilidad y respeto del prójimo. Este es el retrato del cristiano, una persona que vive y se desvive por los demás. c) Del Evangelio según San

Juan 6, 24-35.

Este texto es la introducci­ón al discurso sobre el pan de vida que Jesús pronuncia en la sinagoga de Cafarnaún, donde la gente lo encontró al día siguiente de la multiplica­ción de los panes. Para comprender mejor el pasaje de este domingo recordemos que, después de la multiplica­ción de los panes, para huir del gentío, Jesús se traslada con los apóstoles a la otra orilla del lago. La gente no se da por vencida. Suben a las barcas y lo alcanzan. Aquí, en la sinagoga de Cafarnaúm, está ambientado el largo discurso de Jesús sobre el pan de vida, que comentarem­os en los próximos domingos. Jesús comienza por hacer referencia al hecho extraordin­ario, “les aseguro que me buscan no porque han visto signos, sino porque comieron pan hasta saciarse” (v. 26); significan­do con esto que no habían entendido nada, porque en el pan multiplica­do solamente vieron la hartura del estómago; por eso le buscan ahora. No obstante, la ocasión le sirve a Jesús para introducir su consigna: “Trabajen por el alimento que no perece, el que les dará el Hijo del Hombre, a quien el Padre ha marcado con su sello” (v. 27). Jesús les aclara que la obra de Dios, “el trabajo que Dios quiere”, es creer en su propio Enviado, en el mismo Jesús. Así la fe es gracia y don de Dios y, simultánea­mente, tarea y respuesta del hombre.

La siguiente pregunta de los judíos es lógica: ¿Y qué signos vemos que haces tú para que creamos en ti? (v 30). Y Recuerdan el maná que sus padres comieron en el desierto; detalle que ante el pueblo avaló a Moisés como profeta enviado por Dios. Pero Jesús puntualiza que fue Dios, su Padre, y no Moisés, quien dio a Israel ese alimento material y perecedero. Por eso ahora les da el pan verdadero y definitivo, prefigurad­o en el maná: el pan de Dios que baja del cielo y da vida al mundo.

Como los oyentes le piden ese pan, Cristo les dice abiertamen­te: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre y el que cree en mí no pasará nunca sed” (v.35). Dios sigue dando a su nuevo Pueblo, la Iglesia, un pan que Él ha patentado y lleva su marca: Cristo Jesús, su propio Hijo. Él es ese pan de vida, sellado por el Padre con la marca de la divinidad y entregado al hombre. Éste ha de responder con la fe a la iniciativa y gratuidad amorosa de Dios; por eso el trabajo y la obra que Dios quiere de nosotros es que creamos en Jesucristo su Hijo y enviado. Así trabajarem­os, no por el alimento que perece, sino por el pan que perdura y da vida eterna.

La Eucaristía, como viene proclamado en cada Misa, es ante todo “el misterio de nuestra fe”. Podemos decir que Jesús puede estar realmente en el altar, pero si yo no tengo fe, para mí es como si no estuviese. Les invito, pues, a que sigamos este hermoso discurso del Señor que se nos presentará en los próximos domingos.

Muchos cristianos viven en una total vaciedad de criterios. Da pena ver la nula referencia práctica entre muchos cristianos y otros que se dicen no creyentes –los “gentiles” de que habla San Pablo. Necesitamo­s el pan de Dios para nuestra hambre existencia­l. Necesitamo­s creer en Jesús, orar y hablar con Dios, dialogar con el hombre y con el mundo, vivir y transmitir esperanza, amor y vida. Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero. En las fuentes de la Palabra.

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