VIVENCIAS

DJuan Francisco Puello Herrera

os frases en los últimos años me han marcado como ninguna otra. La primera se le atribuye a Santa Teresa de Jesús y estaba en un cuadro a la entrada de un salón de reuniones en un colegio cristiano y decía: “Pocos te aman, Señor, porque a los que te crucifican tu les amas y a los que te aman tu les crucificas”.

En verdad, que cuanto leí esta frase no la entendí, porque Jesús no puede querer el mal a los que le siguen de corazón. En cambio a los que le hacen daño él es prodigo en amor con ellos.

Sin embargo, no se puede llevar a extremos la interpretación de esta frase, porque no se trata de dañar a quien ama a Jesús, sino de estar dispuesto a un sacrificio por amor a él. En cuanto a los que le crucifican les ofrece el perdón para que encuentren el arrepentimiento.

La segunda frase es todavía más difícil para el entendimiento humano y dice: “La Cruz de Cristo no fue una necesidad impuesta por una divinidad deseosa de compensar su propio nombre ofendido, sino para que todo dolor humano sea vivido en el dolor de Dios al ver el sufrimiento de su Hijo”. Al leerla me vino a la mente si realmente el ser humano se merece a Dios. Pero esto es solo complicar la interpretación de esta frase. Aquí vale aplicar un hecho de trascendencia en la vida de todo cristiano, aspirar a una experiencia mística que persigue alcanzar la contemplación a través de una lectura profunda de la Palabra de Dios.

No puede tratarse de un Dios sádico que busca venganza, sino de un Dios que por el contrario pone su empeño en la preocupación que tiene del dolor que siente cuando sus criaturas sufren por no participar como debe ser de su obra creadora. Y para hacerlo más evidente, envía a su Hijo quien es sometido a crueles tormentos, y pueda así la humanidad comprender que él no es ajeno al dolor humano.