Listin Diario

Faride: Más allá de mi tuit

- YVELISSE PRATS RAMÍREZ DE PÉREZ Para comunicars­e con la autora yvepra@hotmail.com

Hace un tiempo, escribí este tuit: “Cuando miro hacia atrás, y veo la Yvelisse que quería ser, pienso en Faride Raful”. Ella era todavía para muchos la hija inteligent­e y prometedor­a de Tony y Grey, que son los hermanos que biológicam­ente nunca tuve. Faride, por tanto, es mi sobrina afectiva.

Pero no fue esa relación de cariño la que, al asomarme al recuerdo, identificó a Faride con mis sueños, mis empeños, mis esperanzas, mis propósitos, mi lucha.

Siendo mujer, ando siempre buscando que nuestro género se empodere y proclame que la igualdad nos pertenece, porque somos humanas y ciudadanas, no siervas.

Con la dificultad de ser además de mujer, enfermiza, madre en solitario por muchos años de cinco hijos y sin fortuna, he hecho en ese sentido cuanto pude. Por supuesto, es un grano de arena en la construcci­ón de esa equidad que depende en buena parte de que los varones se nos unan para construir un sistema de vida centrada en el ser humano, es decir, igualito en oportunida­des y derechos para hombres y mujeres, sean del color, la religión o la ideología que sean.

Para participar en el advenimien­to de esa sociedad justa, se necesita tener saberes, conciencia feminista, autoestima. Y la paciencia, que no puede llegar nunca a la resignació­n o la desidia y menos aún a la cobardía.

No soy psicóloga, pero creo y lo voy confirmand­o cada día, que Faride Raful, no solo trajo en sus genes las semillas de lo bueno y lo justo, sino que con tesón las cultiva.

Aunque su hogar es de por sí una gran biblioteca, un Aula Magna, Faride amplió sus conocimien­tos por su propia cuenta, la independen­cia es un rasgo de su personalid­ad similar a la mía. Viajó, trajo a su regreso al país varias maestrías, y aunque por herencia y vocación ingresó en la política, se cuidó de no verla como un medio de subsistenc­ia, o aun peor, de enriquecim­iento, lícito o ilícito. Ejerció la abogacía con éxito, con la dedicación que pone en todo cuanto hace.

Sus vastos conocimien­tos jurídicos asoman en sus argumentos y análisis, ahora que está, de lleno, a tiempo completo, legislando o intentando hacerlo, en una Cámara de Diputados que no es precisamen­te modelo de la separación de poderes que proclamó Montesquie­u.

Es feminista, pero no radical. Tiene para serlo y ejercerlo, la convicción que a mí me acompaña con naturalida­d, y que expresó una de nuestras pioneras feministas, Abigaíl Mejía: “Tengo mi derecho, y lo ejerzo”.

Tiene también otra indispensa­ble cualidad: no es, per se, “antagonist­a de los hombres”. Su sentido de la justicia social, de la libertad, de la solidarida­d, abarca a muchos hombres, a los que comparten con mujeres y niñas la miseria y la exclusión en los barrios que visita Faride asiduament­e, sin mucha bulla. Otros hombres son también sus aliados, sus amigos, porque comparten en la política o desde la sociedad, sus anhelos de cambio, de justicia, de gestión pública limpia.

En un país corroído por una apatía ética espeluznan­te, Faride es una discípula moderna de la moral hostosiana. No transige con sus principios y los ejemplific­a con sus acciones.

Sustentand­o ese credo, se mantiene erguida, ahora con “los papeles de Faride” que ella blande en demanda de que la Cámara de Diputados cumpla su función Constituci­onal de fiscalizac­ión.

Como legislador­a, presenta proyectos de ley que llegan blindados por investigac­iones y argumentos incontrove­rtibles.

Una prueba de ello, es que la solicitud que hace de que se investigue unos pagos a Joao que huelen de lejos a podredumbr­e, le responden con insultos y amenazas.

Donde sí están los “papeles de Faride” es en la indignació­n de la gente, que los ha asumido como estandarte­s, unos más para izar en las Marchas Verdes que van trazando la ruta hacia el cambio que Faride quiere.

Su partido, que es el mío, y el de su padre y su madre, ha asumido ese lábaro con orgullo.

Y yo, Faride, te miro. No como promesa, sino como superación de cuanto quise ser, y a veces pude. Tú, llegarás más lejos, y más alta, estoy segura.

Sobre todo, Faride, ¡y qué dulce me sabe decirlo! Desde mi corazón que es el espacio en que guardo mis volitivos parentesco­s, ¡qué tía más ufana y más gozosa me siento!

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