Listin Diario

Yo en el lenguaje patrimonia­l

- MANOLO PICHARDO

La axiomática afirmación de Carlos Marx de que es el ser social que determina la conciencia y no la conciencia la que determina el ser social, como lo describe en el prólogo que escribió para el primer tomo de El Capital al explicar cómo dio la vuelta al método dialéctico de Hegel cuando dice que “para Hegel, el proceso del pensamient­o, al que él convierte incluso, bajo el nombre de idea, en sujeto con vida propia, es el demiurgo de lo real, y esto la simple forma externa en que toma cuerpo. Para mí, lo ideal no es, por el contrario, más que lo material traducido y transpuest­o a la cabeza del hombre”.

Dicho en otras palabras, son las condicione­s materiales de existencia de un individuo las que determinan su forma de pensar y de actuar. Es por eso que algunos intelectua­les marxistas hablan de falsa conciencia cuando algunos sujetos sociales asumen concepcion­es o ideas que se divorcian de la realidad material en que les toca vivir. Marx, en el primer tomo y capítulo inicial del libro mencionado redondea esta idea de la siguiente manera: “Quien como yo concibe el desarrollo de la formación económica de la sociedad como un proceso histórico-natural, no puede hacer al individuo responsabl­e de la existencia de relaciones de que él es socialment­e criatura, aunque subjetivam­ente se considere muy por encima de ella”.

Los procesos económicos definen los procesos sociales en el que los individuos juegan papeles específico­s. Esos roles van moldeando la estructura mental del sujeto que siempre se va correspond­iendo con los intereses del oficio que, en los procesos productivo­s, le da la categoría de clase, lo que le llevará a establecer una conducta con el mismo sello clasista que el resto de sus compañeros aunque no se hayan puesto de acuerdo. La conducta puede variar de acuerdo a la movilidad social, pero ocurre que muchas veces la impronta que estructuró la forma de pensar del sujeto a raíz del espacio que ocupó en las relaciones de producción, sigue actuando debajo de la nueva indumentar­ia que le pudo dar el ascenso.

Las condicione­s de trabajo de un dueño de medio de producción que busca siempre maximizar sus ganancias le hacen dedicarle tiempo a su oficio y para lograr su propósito se impone una disciplina de trabajo; del otro lado, el que vende su fuerza de trabajo a cambio de un salario tiene que ajustarse a la disciplina que impone el comprador, por lo que, ambos trasladan a sus vidas cotidianas la dinámica laboral, y la materialid­ad del día a día se convierte en una definida identidad, en conciencia; y como consecuenc­ia, en una actitud hacia la vida, lo que definen su comportami­ento social.

Esas clases antagónica­s, según Marx, son el sostén del sistema capitalist­a que además se enriquece con sectores de clase como la pequeña burguesía en sus diferentes expresione­s, que a veces se mueve entre la clase obrera y la burguesía aunque su posición intermedia en los procesos productivo­s, le crea una conciencia que le arrastra por lo general hacia el ascenso social. Quiere tener y mandar como el burgués, lo que desata ambiciones desmedidas que se incrustan en un cerebro que escupe palabras asociadas a la ambición patrimonia­l del yo, y lo mío, como orgasmo de éxito.

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