EL CORRER DE LOS DÍAS Radiografía histórica del conuco
II
El conuquismo inicial
el caso de las sociedades selváticas donde quemar el bosque para desarrollar el cultivo de raíces fue un método fundamental, el cambio de lugar por los agotamientos del terreno dio paso al “conuquismo” inicial, el cual respondía a la necesidad del traslado de los habitantes hacia otros lugares porque la tierra quemada perdía sus nutrientes. El conuco se establecía con la utilización del terreno de manera extensiva. Estos cultivos conformaron el tipo de sociedad semoviente, y la explotación agrícola de traslación. Los cultivadores a medida que crecían las necesidades por el crecimiento demográfico y la subsistencia, usaron también la selva como el punto de expansión creando nichos agrícolas semi-sedentarios y secuenciales y cuando las sociedades inventaron, por así decirlo, el “conuco”, un sistema basado en la tala y quema del bosque para sembrar raíces, contribuyeron a su expansión.
A este sistema se le dan nombres distintivos: cultivo de roza y swidden, entre otros. Sus acciones son la tala del bosque, el incendio de lo talado y de las zonas de arbustos bajos para realiza el sembradío, y el uso de la tierra quemada rica, provisionalmente, en nutrientes que en unos diez años al menos desaparecían. Por tanto, cada diez o doce años, los hombres del conuco cambiaban de sitio y creaban un poblado que se basaba en la división familiar, y en la división de la tribu copiando su propio modelo o manteniéndolo. Si hay un modelo mundial es el formativo llamado neolítico, pero un neolítico con grandes diferencias con el del llamado Viejo Mundo.
En un ritmo cíclico de expansión entre la quema de los sitios talados y el tiempo de duración de la fertilidad del suelo, el grupo humano, se incrementaba durante esos años, y la sociedad se dividía, buscando otros lugares vírgenes para repetir el modelo donde al repetir la economía, se talaba, se quemaba y el territorio en un tiempo será productivo, donde la sociedad se asentaba cíclicamente en diversos lugares para vencer su crecimiento demográfico, creando así otros espacios productivos lo mismo que una movilidad selvática que alejaba las poblaciones de su origen nuclear aprovechando para ello el inmenso espacio o el diverso medioambiente rico del ámbito de expansión. A ello impulsaba la carencia y degeneración del sitio originario explotado, cuyo uso menguaba su riqueza agrícola. Vale decir que al fragmentarse estas sociedades llevaban consigo su cultura, sus métodos religiosos, marcados muchas veces por figuras que eran dioses lares en un arte variado, pero en el que predominaban signos de las sociedades originarias, y ligados a un mundo divino con raíces en el casabe, si alimento principal con un dios también principal. De modo una ideología agrícola se percibía en sus creencias. La división de esos grupos, al crecer y buscar nuevos espacios en la selva aprovechable, contribuyó en toda la Amazonia y lugares selváticos, llegando a las Antillas, este tipo de expansión humana con la formación de lo que Emmanuel Terray llamó “sociedades fragmentarias y de linaje”, donde la fragmentación resulto en y del origen de sus traslados, las que ya en el área antillanas desarrollaron el llamado por nosotros “cultivo de roza atenuado” debido a la disminución del territorio original, teniendo que volver al incremento de la recolección, y mezclar ambas modalidades productivas como serian recolección y agricultura donde persistían rasgos de la inicial y arcaica sociedad recolectora, manteniéndose por tanto la identidad tribal a lo largo de cientos y miles de kilómetros, la que parece hibridarse ya dentro de valores tribales, cuando pasa a formar parte de los grupos con agricultura, los que aprovechan sus modos de vida, y en el caso antillano, enriquecen el mismo.
En esa sociedad tribal se instituyen mejor las marcas de identidad en el modelo de expresión, cuando se insiste en la decoración de los objetos como la alfarería, la madera, el hueso, las piedras, y materiales relativos a la vida cotidiana. La decoración se convierte en una especie de código cuyo sentido intenta ser interpretado en algunos casos por la “arqueología social “. En estas sociedades, ya mezcladas con las de algunos grupos recolectores se producen nuevas creencias y la hibridación de sus tecnologías; las creencias persistirían con variaciones que se perciben al través de milenios, lo mismo que persisten con variantes las decoraciones en las vasijas, las representaciones religiosas con signos de las creencias hereditarias, lo que permite en muchos casos ver sus cambios en las alfarerías, y objetos de arte que revelan las células de su origen, con variantes donde se aprecian formas de creencias iniciales en desarrollo y elementos que se reproducen según fuese la etnia o las etnias de las que procedían, puesto que con los años, habría cambios culturales que generaban nuevas etnicidades todavía atadas al viejo sistema fundacional. Lo que verdaderamente puede llamarse “cultura taina” viene representado por etnias o grupos culturales que desde aproximadamente el siglo VIII después de Cristo hasta la llegada de la Conquista española, pueblan la isla, como son las etnias macurijes, las ciguayas y la propiamente taina, las que generalmente se han llamado “tainos” o tainas, por sus similitudes culturales, pero en la prehistoria antillana, puede seguirse un ritmo de sociedades agrícolas que aunque erráticamente se encierren en el concepto de taino, son variantes del tronco arawaco que se desplazó desde el siglo V antes de Cristo y que fueron étnicamente localizadas como macurijes, y ciguayos, con otras como la cultura llamada Boca Chica, que es la verdaderamente taina, y etnológicamente culturas arqueológicas establecidas por el método o modelo de interpretación instaurado en 1938 por el arqueólogo Irving Rouse, de la Universidad de Yale, las que basándose en sus formas asentamiento y en su decoración cerámica, identifico para las Antillas cabeceras que dieron nombre a sus hallazgos culturales, generando nombres como los de Saladoide, Barrancoide, Ostionoide, Chicoide, etc. Nombres que, acompañados de fechas de radiocarbono, terminaron creando confusión debida a la falta de una acertada metodología.