UN MOMENTO Un valor que no pasa
Un valor que no pasa nunca es la solidaridad. La solidaridad es la expresión viva -hay que repetirlo continuamente-, de aquello que siempre recordamos como fundamental: el mandamiento del amor: Amar al prójimo como a ti mismo. Y vuelvo a recordar: estos pueden decir: bueno, eso es para los religiosos, que tienen el mandato de Dios, de amar al prójimo como a sí mismo, o es un mandato de la Biblia.
El amor al próximo como a ti mismo es el elemento humano de la solidaridad. Cuando tú eres solidario con los otros, tú estás amando al prójimo, aunque no seas creyente ni aceptes los mandamientos; cuando tú no eres solidario, te lo van a echar en cara: “Mira este, con tanto poder, con tantas posibilidades y no es solidario”. Es una manera moderna, actual, que no parece religiosa, de vivir el mandamiento del amor; la solidaridad no pasa de moda, y qué bueno que hay un día internacional que nos muestra la solidaridad.
Siempre recuerdo aquella lejana anécdota del Mío Cid Campeador estoy hablando de los siglos XII, XIII, cuando encontró a una persona que pedía limosna y él iba desterrado. No tenía nada, le echaron todos sus bienes, la gente sabía que él era colaborador y solidario, y dijo esta famosa frase: “No tengo nada que darte, pero te doy la limosna de mi mano desnuda”. Al menos da la mano desnuda. Si la mano la puedes abrir para dar una colaboración, ábrela, porque todo ser humano ha de ser solidario.
Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos.