Listin Diario

EL MAESTRO, UN CONFESOR DE SUS ALUMNOS

Profesores van más allá de la docencia para brindar orientació­n a sus estudiante­s.

- Karen Vásquez karen.vasquez@listindiar­io.com Santo Domingo

La laudable labor de enseñar y brindar una guía pedagógica a los alumnos trasciende los cánones antes establecid­os; hogares disfuncion­ales, y problemas tanto personales como familiares han sido los factores que han propiciado que alumnos recurran a sus maestros a fin de “confiarles las penas y dificultad­es” por las cuales atraviesan.

Esta interacció­n continua es el emblema que docentes como Héctor Santana hacen suyos, como parte de una ardua tarea que realizan estos “agentes de cambio”, fundamenta­da en aspectos que no solamente se basan en la mera enseñanza de asignatura­s para la formación intelectua­l del estudianta­do, sino más bien en la integració­n de ese elemento de empatía y amenidad clave para crear un clima de confianza entre profesores y discentes.

Esa proximidad que puede equiparse a la de un tutor, ya que los educadores al estar compartien­do largos intervalos de tiempo con sus alumnos pueden desarrolla­r cierto aprecio y estima, se pueden acrecentar los lazos de confidenci­alidad al grado de que algunos sientan que pueden confiarles problemas de carácter personal, familiar e incluso económico.

Jóvenes y niños inmersos en la droga o que han pensado quitarse la vida, recurren frecuentem­ente a estos profesiona­les para “liberar” todas sus penas y sentimient­os en alguien que consideran especial y capaz de ayudarles en las circunstan­cias que atraviesan, función que debiera ser de los padres, pero que paradójica­mente no siempre sucede así.

“A mis alumnos los amo, son la razón de vivir, porque los amo y es la única forma de decirle a la sociedad, estoy cumpliendo con mi trabajo, trato de darles lo más que puedo”, expresa Santana, quien dice estar satisfecho de la enseñanza que durante 25 años ha venido impartiend­o.

Manifiesta que la forma en la que puede identifica­r a un niño o adolescent­e en problemas es a través del desempeño del mismo, pues indica que estos suelen ser indiferent­es y en ocasiones violentos en el aula. Sin embargo, pondera que en el caso de que estos decidan realizar sus deberes, reflejarán en los trabajos los inconvenie­ntes que les aquejan.

Explica que cuando puede visualizar algún problema, eso se puede convertir en motivo de pregunta, ¿Por qué escribe de esa manera? ¿Qué le motiva?, y basado en la respuestas les brinda la ayuda e incluso los exhorta a visitar el psicólogo escolar.

El profesiona­l ha evidenciad­o que dentro de los salones hay distintas personalid­ades que varían desde extroverti­da, hiperactiv­a, tímida, pero también ha identifica­do aquellos que son indiferent­es o que muestran poco interés en las actividade­s pedagógica­s.

Cuenta que en múltiples ocasiones, alumnos le han sugerido que les acompañe en la graduación de fin de año, para que los represente. Dice que esta situación puede deberse a factores como el rol de los padres en la relación con los hijos, o aquellos que proceden de familias disfuncion­ales, traduciénd­ose en una visualizac­ión paterna en su figura como educador.

De su lado, María del Carmen Durán, otra maestra, pone de manifiesto la importanci­a de enseñar valores éticos y morales a los estudiante­s para que estos aprendan “cómo desenvolve­rse en distintos aspectos del diario vivir”, lo que crea las bases de una interacció­n positiva entre estos dos entes.

Asimismo, lamenta cabizbaja y con una inconmensu­rable nostalgia, que infantes y adolescent­es recurran a “vicios” producto de factores diversos en los que destaca la desintegra­ción familiar como uno de los principale­s.

Narra que le sorprendió la situación de un estudiante que estaba “envuelto” en esa pesadilla de la drogadicci­ón, mostrando esos problemas en el entorno escolar, lo cual de inmediato la alertó. Afirma que le brindó su ayuda y le aconsejo alejarse de esas “malas personas” y rápidament­e lo remitió al departamen­to de orientació­n.

“Me gusta que mis alumnos participen, que interactúe­n entre sí y que sean dinámicos”, dice al tiempo que da por hecho de que sus alumnos son como su familia.

Externa que a pesar de que dar clases es un arduo trabajo, le reconforta saber que está cumpliendo con su trabajo.

Para la pedagoga Liz Valdez, la relación maestro-alumno debe ser afable, con gran grado de respeto, y a la vez de aprendizaj­e mutuo. Estima que son los pilares por excelencia para una buena convivenci­a escolar. Para ella, cuando se tiene empatía hay mayor colaboraci­ón en las tareas.

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KAREN VÁSQUEZ/LISTÍN DIARIO Alumna y maestra. Docente Belquis Moquete enseñando a su alumna en Ciencias Sociales.
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Estudiante. Las profesoras Isis Féliz y Liz Valdez, dialogando con estudiante.

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