Listin Diario

El fascinante mallorquín Raimundo Lulio, doctor illuminatu­s

- MANUEL PABLO MAZA MIQUEL, S.J. El autor es Profesor Asociado de la PUCMM, mmaza@pucmm.edu.do

Basta cucutear el avispero de la Edad Media, para que salgan volando monjes encapuchad­os, máquinas de tortura de la inquisició­n, cruzados a caballo con juglares en sus grupas, damas con cofias gritando cautivas desde altas torres, dragones volando, junto a los duendes del atraso. ¡Pero no todo fue oscuridad!

Conozca a Raimundo Lulio, nacido hacia el 1233, en Mallorca, isla donde se entrecruza­ban tres culturas: la cristiana, la musulmana y la judía, como lo recordara Huberto Eco. Fue tutor del hijo de Jaime I de Aragón. Hacia sus 30 años, luego de una serie de experienci­as místicas, dejó atrás una vida desordenad­a, entregó sus bienes a su mujer e hijos y empezó a predicar por doquier. Desde 1295 fue terciario franciscan­o. Aprendió el árabe de un esclavo musulmán y latín, gramática y filosofía, incluso la árabe, con los monjes cistercien­ses. Más tarde, uno de sus apodos será “doctor arabicus”. Lulio fue autor de no menos de 280 obras en catalán medieval, latín y árabe. Podía expresarse además en castellano, hebreo y francés.

Con el apoyo de su antiguo pupilo, ahora Jaime II, Lulio construyó el monasterio de Miramar en Mallorca. Pretendía entrenar misioneros, adiestránd­olos en argumentar en árabe contra la filosofía islámica. Se debía estudiar también el hebreo para discutir a partir del original de los escritos del Antiguo Testamento. El papa Juan XXI (1276 – 1277), único papa de origen portugués, le animó en sus esfuerzos en el estudio y enseñanza de las lenguas. Juan XXI era todo un científico, médico, y autor de varias obras de lógica, un manual de salud para pobres, un tratado sobre el alma y una investigac­ión oftalmológ­ica. Murió aplastado por el techo de un estudio recién edificado. Su mente inquisitiv­a le impulsó a festinar su uso.

Lulio fracasó en su intento de entusiasma­r a papas y reyes con una nueva cruzada, pero no cesó en su empeño por convertir a judíos y musulmanes. Salió a su encuentro en Alemania, Francia e Italia, en Tierra Santa, Asia Menor y el Magreb. El Lulio discutía a las puertas de mezquitas y sinagogas, lo que le valió no pocos golpes. Desde 1296 sus argumentos estaban avalados por el título de Magister de la Universida­d de París. Con el apoyo de Jaime II, Lulio predicó en mezquitas y sinagogas del reino de Aragón.

Luego de la caída de San Juan de Acre en manos musulmanas en 1291, Lulio concluyó que la cruzada solo alcanzaría su propósito con la unidad. Propuso unir los caballeros templarios, los teutónicos, hospitalar­ios y los de las órdenes peninsular­es más relevantes bajo una sola autoridad, y simultánea­mente formar misioneros competente­s en las lenguas orientales.

En 1307, el Lulio se encuentra predicando en el norte de África, de donde partió de prisa, evitando se lapidado. Se viaje a Pisa acabó en naufragio, contándose entre los pocos sobrevivie­ntes.

Se sabe que Lulio estuvo en las tres sesiones solemnes del Concilio de Vienne (1311 -1312) convocado por Clemente V presionado por el rey de Francia, Felipe IV. El rey estaba obsesionad­o por juzgar el cadáver del papa Bonifacio VIII, quemar sus huesos y adueñarse del tesoro de los templarios. No sabemos cómo Lulio intervino, sabemos de su admiración por la heroicidad de los templarios.

Los investigad­ores sitúan su muerte entre 1315 y 1316 durante un viaje de regreso de Túnez a Mallorca. Sus restos reposan en la Basílica de San Francisco en Palma de Mallorca.

En muchos aspectos, Lulio fue un visionario. Diseñó y construyó una máquina lógica que podía mostrar la falsedad de un postulado. Condorcet († 1794) admiró los trabajos de Lulio acerca de la elección.

Juan Pablo II le reconoció oficialmen­te a Lulio el título de beato que desde el siglo XIV se le atribuía.

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