SIMÓN DEL DESIERTO
ESTE CLÁSICO TIENE MUCHOS SIMBOLISMOS RELIGIOSOS.
Esta película cuenta con las actuaciones principales del actor mexicano Claudio Brooks en el papel de Simón y de la actriz Silvia Pinal quien encarna al demonio.
Luis Buñuel ese gran cineasta oriundo de Calanda, España, dejó para la posteridad muchas obras maestras que lo han convertido en punto de referencia por su estilo y su temática.
Este cineasta que fue un crítico contra los estamentos de la Iglesia Católica (aun siendo educado por los padres jesuitas) no ha sido óbice para definirse él mismo como “ateo por la gracia de Dios”. Fue uno de los críticos más emblemáticos contra los perjuicios y la libertad del ser humano que emanaba por parte de dicha iglesia. Así lo refleja en cintas como “Nazarín” (1959) y “Viridiana” (1961), donde expone ese malestar o denuncia en cada uno de sus planos.
“Simón del desierto” viene a ser la última película que Buñuel rodó en México, y fue estrenada en 1965. La historia contiene una clara analogía hacia esa crítica contra el catolicismo manifiestada en ciertos elementos o pasajes interesantes. Como por ejemplo; cuando uno de los feligreses le pide a Simón que interceda para que les sean restauradas sus manos por caridad (ya que carecía de ellas). En ese momento, Simón apega a sus plegarias, y cuando las manos del feligrés son restauradas por ese gran Milagro, lo primero que hace el hombre es darle una pescozada a su hija, en vez de dar las gracias y estar en oración.
“Simón del desierto” está basada en un punto de referencia real, sobre el personaje de Simón El Estilista, que fue un santo asceta cristiano, que había nacido en el Asia Menor (actual Tuquía) en el siglo IV de la Era Cristiana. Su fama radicaba en haber permanecido 37 años en una pequeña columna como forma de penitencia, dedicación y oración. En base a este personaje, Luis Buñuel quiso plasmar su legado ante la pantalla grande, pero con los matices que lo caracterizaban como el gran cineasta que era.
La película está llena de un simbolismo que refleja doctrinas y prácticas religiosas muy bien marcadas. Es decir, así como Jesús durante su travesía en el desierto fue tentado por el demonio, Simón es provocado en varias oportunidades por Satán asumiendo diversos personajes como forma de confundirle. En una se le aparece como una niña colegial e indefensa de manera provocativa. En otra lo vemos como una anciana, y casi al final se aparece como una mujer seductora dentro de un ataúd para llevárselo. En este momento, y de golpe y porrazo, la película da un giro descomunal para llevarnos a la ciudad de Nueva York (la “Jungla de Asfalto”), específicamente a una discoteca, dentro de la cual baila una juventud enloquecida con el rock and roll “Carne Radioactiva” que sugiere a Simón caído en la tentación del demonio.
En “Simón del desierto”, nos vamos percatando de ciertos simbolismos surrealistas muy evidentes como: el enano con la ubre del animal; la barba de Simón que alude a ciertas formas de parecido fálico, y de las hormigas que salen de la tierra como representación de la fertilidad, y otras más. Todas hacen de este filme un material único e inigualable.
A pesar de las carencias económicas que confrontó Buñuel para esta película, su maestría en el movimiento de las cámaras, así como contar con una fotografía con matices claroscuro de su siempre compañero Gabriel Figueroa, hace de esta película muy singular que no llega a durar los 45 minutos de duración.
Para los que gustan de una película atrevida, donde se rompen ciertos estereotipos; “Simón del desierto” es un ejemplo para conocer más a fondo a un director que dejó un legado de grandes obras para el deleite de una fanaticada de sus producciones.