¡Qué bello está Cotuí!
Así como lo indican los signos de exclamación fue mi sorpresa cuando visité este pueblo el pasado domingo. Porque de verdad: ¡Qué bello está Cotuí! Aunque mi visita al lugar no se debió a un paseo placentero, sino a un cumplimiento por el fallecimiento de doña Águeda, una persona muy querida, no pude hacerme de la ‘vista gorda’ ante el avance que muestra este pueblo. Si mucho me satisfizo ver la limpieza de sus calles, el verdor de su vegetación, y en fin, su ascendente desarrollo más me emocionó saber que es el fruto de una población que apuesta al bienestar de su pequeño terruño. Pese a que algunos de sus hijos han venido a abrirse paso en la capital, no olvidan que la base de sus conocimientos está sustentada en esos primeros años de vida, vividos tal vez en un ambiente de pobreza, calamidad, e indiferencia por parte de las autoridades. Y lo digo porque sé de buenos amigos que nacieron en este pueblo y que de alguna forma han aportado a su inminente progreso. Jairon, Ana Mercy, Milcíades y muchos otros más son de esos periodistas que, ante la menor brecha que encuentren, dejan saber orgullosos que son de Cotuí. La familia Estévez y los Jiménez también hacen gala de esa emoción que les proporciona el ser de ese pueblo dueño de la presa de Hatillo, y responsable de una gran parte de las piñas que se consume en el país. Es tanto así que, a sus habitantes no hay que trasladarlos a una ciudad fabulosa, pues aunque también les toca una buena parte de la ‘tajada’ de la inseguridad, violencia y demás problemas sociales que caracterizan a República Dominicana, su gente no se detiene ante el imperioso pesimismo que domina a muchos dominicanos. Ellos siguen trabajando porque su laboriosidad y optimismo no los venden ni por todo el “oro del mundo”. Y por eso es que de verdad los felicito y les reitero: ¡Qué bello está Cotuí!