Listin Diario

40 AÑOS DE VIDA MISERABLE

En el fondo de la pobreza

- Patria Reyes Rodríguez patria.reyes@listindiar­io.com Santo Domingo

Juan Manuel (nombre ficticio), un limpiabota­s oriundo del municipio Juan de Herrera, en San Juan de la Maguana, cuenta que vivió en las calles hasta los 17 años “sin nunca hacer lo mal hecho”. A sus 40 años todavía no ha logrado obtener un empleo decente.

Sus ojos miran sin horizontes cuando recuerda su entrada a la adolescenc­ia y se llenan de lágrimas cuando habla de todo lo que sufrió junto a muchos otros que, al igual que él, dormían donde “les cogía la noche”.

No quiso revelar su nombre, pero para esta historia se llamará Juan Manuel. Llegó de un campo de San Juan de la Maguana llamado Juan de Herrera con su caja de limpiar zapatos cuando tenía casi trece años. Un amigo de su edad lo acompañó en la travesía y venían con la idea de que se alojarían donde estaba el hermano del amigo en la casa de un sacerdote, pero no había espacio para él.

Desde ese día empezó a vivir lo que nunca imaginó. Deambuló por las calles limpiando zapatos pero al llegar la noche no tenía a donde ir a descansar su cuerpo. Dice que nunca se involucró en nada “malo” porque siempre recordaba lo que le decía su padre “no hagas cosas malas, no quiero irte a buscar a la cárcel”.

“Éramos palomos, andábamos en los parques, en el malecón. Siempre aparecía gente que nos pedía hacerle favores de esos que no son buenos, algunos de mis amigos lo hacían y venían con dinero, pero yo le tenía miedo, siempre buscaba la forma de irme de ahí”, explica Juan Manuel casi susurrando como si su voz lo quisiera traicionar.

Cuenta que conoció muchas niñas y niños con 11, 12 y 13 años que usaban drogas y que eran usados sexualment­e por “hombres y viejos degenerado­s”. Se entristece cuando recuerda a su amigo Lucas “él era como mi hermano, siempre me defendía, pero un día se armó un pleito y otro palomo le dio una puñalá con un cuchillo que llevaba escondido, aunque ya tengo 40 años, eso nunca me dejará de doler”.

Juan Manuel narra que vivió en la calle hasta los diecisiete años cuando pudo alquilar un cuarto en una pensión. Desde esa época y siempre con limpiabota­s a cuesta ha luchado por ganarse la vida “sin hacer lo mal hecho”, aunque aún no logra conseguir un empleo decente.

“Mi mamá y mi papá eran viejos cuando yo nací, yo soy el más chiquito, mi mamá tenía cinco hijos más y yo era el único de mi papá, él lo que hacía era amarrar tabaco, era poco lo que ganaba y menos lo que podía darme. Yo quería ganar dinero desde muy joven y por eso vine para la capital. Ya hombre quise llevarle algo de dinero a mi mamá, pero imagínate, como un año antes de ella morir fue que pude darle algo”, dice Juan Manuel cambiando la dirección de su cara para distraer su tristeza.

“Tú sabes lo que pasa, que cuando uno ha vivido en la calle, la gente lo discrimina, siempre piensa que uno es un delincuent­e, desconfían de ti por tu físico, como tú no puedes tener un zapato bueno o una ropa elegante. Yo limpio zapatos aquí en el nueve (autopista Duarte), porque eso es lo que he hecho toda la vida, pero yo quisiera tener un trabajo y tener seguro médico”, expresa, tras precisar que como él otras personas que viven en la calle quisieran encontrar una oportunida­d. “A nadie le gusta pasar hambre”, enfatiza.

No tiene hijos pero da gracias a Dios por eso, porque dice que en esa condición que ha vivido los condenaría a tener una vida miserable. De todas formas Juan Manuel sueña con que su vida cambie y algún día pueda hacer una familia.

Pobreza que trae pobreza

En opinión del sociólogo y catedrátic­o de la Universida­d Autónoma de Santo Domingo (UASD), Celedonio Jiménez, los indigentes o las víctimas de la pobreza extrema son el grupo de personas en la sociedad en condicione­s de abierta exclusión.

“Están aislados del mundo del trabajo, y por tanto se les considera oprimidos y no propiament­e explotados. Se ubican en el último espacio del quintil inferior en la distribuci­ón de la renta nacional”, indicó.

Jiménez refiere que es tan deprimente la situación de este grupo social que algunos estudiosos los definen como integrante­s de una “infra clase” (por debajo de las clases sociales).

Agrega que su ínfima escolarida­d o nivel de educación, la gran fragmentac­ión de su núcleo familiar y su situación de total precarieda­d económica, tiende a arrastrarl­os hacia actividade­s en conflicto con la ley.

“Las personas que nacen y viven dentro de estas condicione­s quedan marcadas probableme­nte para toda la vida. El que nace dentro de este grupo social suele morir en él. No estudiar, no trabajar perpetúa su realidad existencia­l”, explica Jiménez.

El experto en análisis social considera que es reponsabil­idad del Estado procurar, mediante la elaboració­n y aplicación de políticas públicas, que los pertenecie­ntes a este sector experiment­en una movilidad social y económica que permita concebir el mal de la pobreza como un triste recuerdo del pasado. “Me opongo a los programas asistencia­listas que apenas alivian la penosa existencia de los indigentes, pero que no posibilita­n la superación de esta condición. Postulamos políticas públicas que ofrezcan herramient­as para superar la condición que padecen”, dijo.

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 ??  ?? La pobreza monetaria crea un círculo difícil de romper, aunque no imposible, muchas historias dan muestra de que “querer es poder”, pero otras dejan ver cómo la pobreza se reproduce y mata en vida a quienes se acostumbra a ella. JORGE CRUZ/LISTÍN DIARIO
La pobreza monetaria crea un círculo difícil de romper, aunque no imposible, muchas historias dan muestra de que “querer es poder”, pero otras dejan ver cómo la pobreza se reproduce y mata en vida a quienes se acostumbra a ella. JORGE CRUZ/LISTÍN DIARIO
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