Formas de gobierno
Las formas de gobierno son definidas como la manera en que una sociedad se autogobierna, bajo el amparo de procedimientos legales que dan legitimidad a las decisiones de políticas públicas, que permiten ordenar e influenciar en la vida económica, política y social de una colectividad. Es decir, es la manera cómo se distribuye el poder político entre las distintas instancias de un Estado.
Sobre este aspecto, el maestro español de Derecho Constitucional de la Universidad Castilla La Mancha, Dr. Marcos Massó Garrote, en el libro “Derecho Constitucional Comparado”, considera que hay una diferencia significativa desde el punto de vista del Derecho Constitucional entre forma de gobierno y forma de Estado. La forma de gobierno es la manera de cómo a los entes estatales del más alto nivel se le distribuye el poder político; en cambio, la forma de Estado es el conjunto de organismos estatales y de normas que reglamentan las relaciones entre los ciudadanos y los poderes públicos. Esto es, entre los que han recibido el mandato del pueblo para gobernar y aquellos que han otorgado dicho mandato.
Massó considera que, otro aspecto importante que caracteriza las formas de gobierno es la centralización y descentralización del poder político. En las formas de gobiernos liberales, la descentralización es un elemento esencial para socializar las decisiones fundamentales del Estado, a través del consenso de los actores que conforman un conglomerado social determinado y dónde, por encima de todo, se garantizan los derechos de las personas con relación a los entes públicos y sus autoridades, que por mandato de la ley les han sido conferidos determinados poderes.
Hace más de dos milenios que existe una clasificación de las formas de gobierno. Aristóteles las clasificó como monarquía, aristocracia y politéia, (gobierno de uno, de unos pocos y del pueblo). En cada caso, en función de la concentración del poder y la forma cómo este se ejercía, surgieron los gobiernos tiránicos, oligárquicos y democráticos. Nicolás Maquiavelo y Charles Montesquieu las clasificaron como repúblicas o principados y gobiernos despóticos, monárquicos y republicanos. Hoy día estas calificaciones pierden vigencia, por los cambios surgidos en los regímenes monárquicos europeos, al transformarse en monarquías parlamentarias, cuya legitimidad se logra a través del sufragio de los ciudadanos.
Las formas de gobierno contemporáneas hacen referencia a la relación de confianza entre parlamento y gobierno. De ahí que, en los gobiernos parlamentarios existe una estrecha relación. En este caso, explica el maestro Marcos Massó Garrote, que existe “una responsabilidad política del gobierno con respecto al Parlamento, que puede hacerse valer mediante la aprobación de una moción de censura que obligue al Gobierno a dimitir”.
En el régimen presidencial, el parlamento no elige al Presidente, sino que es elegido directamente por el pueblo, por lo que no existe esa convivencia expresa entre el primer mandatario y los legisladores.
Las formas de gobierno y los ordenamientos jurídicos, en tanto que son fenómenos sociales, se encuentran en evolución constante. Inglaterra es el mejor ejemplo de forma de gobierno parlamentario, la cual se concretizó luego de las amenazas del rey católico Jaime II de España. En Inglaterra, durante este proceso hubo una transición de lo que se conoció como monarquía absoluta, que con las influencias de Oliver Cromwell, se superó por la total supremacía del parlamento sobre el monarca. En este sentido se estableció una relación entre el parlamento, que se configuró como un órgano representativo, con la función de limitar el poder del monarca y evitar sus actuaciones arbitrarias. De esta manera se concibe la idea de una relativa separación de los poderes, en la que el poder ejecutivo estaba representado por el Rey y el legislativo estaba representado en el parlamento por la Cámara de Lores y la Cámara de los Comunes. Un acontecimiento importante del Siglo XVII en Inglaterra, es el surgimiento de la figura de Primer Ministro, a partir de la cual el Rey deja de asistir y coordinar las reuniones con sus ministros, para que éste lo haga en su representación. Además, en el año 1800, con algunas transformaciones realizadas a las leyes electorales, se divide la Cámara de los Comunes de Inglaterra en dos grupos: los Whigs, que apoyaban al gobierno y los Tories, que lo rechazaban.
En los Estados Unidos, el gobierno presidencialista que se conoce en la actualidad, fue el resultado de la revolución constitucional llevada a cabo por las colonias que se oponían al establecimiento de nuevos impuestos y que finalizó con la Declaración de Independencia de 1776. La primera Constitución escrita de 1787, reprodujo la organización del Estado británico. Sin embargo, el jefe de Estado no era un monarca, sino que era elegido de forma indirecta bajo los criterios de elección de los grandes electores. La soberanía del Estado era distribuida en cada territorio, que a su vez guardaba relación con un Estado Central. Así crearon los estadounidenses una forma de gobierno alternativo al régimen parlamentario, configurada en un Estado Federal, en que existían dos poderes: el ejecutivo y el legislativo, los cuales estaban investidos de legitimidad popular. En Europa, entre los siglos XVIII y XIX, con las transformaciones ocurridas en Francia, se produjo una evolución del Constitucionalismo, que ha repercutido en toda Europa y América. Francia ha experimentado cambios sucesivos en las formas de gobierno, iniciando en 1791 con una monarquía constitucional; a partir de 1792 se proclaman varias Constituciones que transforman al gobierno en Repúblicas; en 1804 se transforma en imperio con la proclamación de Napoleón Bonaparte como Emperador; a esto le siguen las Constituciones de 1814 y 1830; la Segunda República de 1848 a 1851; y el Imperio de Napoleón II, que perduró hasta 1870. Por todos estos cambios en las formas de gobierno que se experimentó en Francia, considera el Dr. Massó que fue esta nación un centro de experimentación constitucional en Europa.