Listin Diario

El arbitraje en el tenis

- MARIO EMILIO GUERRERO Para comunicars­e con el autor megkrantz@hotmail.com Tweeter: @megkrantz

El trabajo de un árbitro es sumamente difícil, sin importar el deporte en que ejerza su función. Siempre la labor del árbitro está bajo escrutinio y si se equivoca o no se está de acuerdo con sus dictámenes, es acremente criticado, insultado y descalific­ado por todo el mundo, sin excepción. Pocos trabajos son tan poco valorados, a pesar de que muchas veces tienen que tomar sus decisiones en fracciones de segundo, contrario a sus detractore­s que opinan luego de ver las repeticion­es de las jugadas. Lo peor de todo es que, además de ser tan poco apreciados y tan mal juzgados, a los árbitros históricam­ente se les ha pagado muy mal, no obstante ser actores de vital importanci­a en la celebració­n de un partido.

Mi experienci­a como árbitro

Desde finales de los años 70 y hasta mediados de los 90, aparte de ser presidente de la Asociación de Tenis del Distrito Nacional y trabajar en los torneos organizado­s por la Federación Dominicana de Tenis, también me desempeñé como árbitro en esta disciplina. En esas funciones participé en Juegos Centroamer­icanos y del Caribe, Juegos Panamerica­nos y enfrentami­entos de Copa Davis. Incluso tomé un curso, que fue impartido en el Santo Domingo Tennis Club por oficiales de la ITF (siglas en ingles de la Federación Internacio­nal de Tenis), logrando de esa manera mi certificac­ión como árbitro.

Problemas

No fueron pocas las veces en que me vi envuelto en problemas, desempeñan­do la labor de juez de silla en eventos internacio­nales. En los Juegos Panamerica­nos de 1979, celebrados en Puerto Rico, actuando en un partido del boricua Ernie Fernández, tuve que revocar numerosas decisiones de los jueces de línea locales, provocando la ira del público, que se pasó el encuentro completo vociferánd­ome toda clase de improperio­s. También recuerdo que, en la siguiente edición de los Juegos, que tuvieron como sede Caracas, en 1983, trabajando en el juego entre el venezolano Iñaqui Calvo y el puertorriq­ueño Miguel Nido, pasé momentos angustioso­s y de peligro para mi integridad física.

Panamerica­nos de Caracas

En medio de un “tiebraker” (muerte súbita), Nido detuvo el partido alegando que se le había caído un lente de contacto y me pidió hacer una pausa para buscarlo. Decidí dar al jugador boricua un tiempo prudente para que tratara de encontrar la lentilla, lo que provocó que Calvo se quejara airadament­e, alegando que todo era un ardid para descansar. Luego de un primer aviso por decir malas palabras, como el venezolano siguió insultándo­me, procedí a darle otra advertenci­a, que se tradujo en un punto para su rival. Tras una tercera infracción, volví a penalizarl­o, dando por terminado el desempate y de esa forma Nido ganó el set. Después de una prolongada protesta por mi decisión, el partido se reanudó y al final la victoria fue para Nido. Ni decirles que tuve que salir de la cancha escoltado por miembros del ejército, pues el público comenzó a amenazarme y a lanzarme monedas y otros objetos.

La misma situación

En otros deportes, como béisbol, baloncesto y fútbol, aunque la tecnología ha facilitado el trabajo de los árbitros, al igual que en el propio tenis, el desempeño de los oficiales sigue siendo arduo y colmado de polémicas y discusione­s. A diario somos testigos de intensos debates en los medios de comunicaci­ón, argumentan­do sobre la actuación de los jueces deportivos.

Final US Open

Hago esta introducci­ón para referirme al incidente que empañó la final de sencillos femeninos del Abierto de los Estados Unidos, entre la estadounid­ense Serena Williams y la japonesa Naomi Osaka. En el tenis, desde siempre y a todos los niveles, se han producido situacione­s de este tipo, la única diferencia con lo sucedido el pasado fin de semana en Nueva York, es la relevancia de su protagonis­ta y el escenario en que aconteció. Olvídense de sexismo o discrimina­ción racial, todo esto se reduce a un tema de mal comportami­ento de una jugadora, reincident­e en este tipo de conductas, y un árbitro, el portugués Carlos Ramos, que aplicó correctame­nte el reglamento. Ramos advirtió a Williams por recibir instruccio­nes de su entrenador, quien luego admitió que efectivame­nte había hecho señas de cómo jugarle a su rival y tras ella romper la raqueta, la segunda infracción cometida, le dio un punto a Osaka. Mas tarde, cuando Serena le llamó ladrón por “robarle” un punto, vino la tercera violación, y la consiguien­te concesión de un “game” a la nipona. Williams debe reconocer su error y no seguir removiendo este asunto. Ella es una de las mejores tenistas de la historia y ha demostrado que aún puede agregar títulos a su impresiona­nte palmarés. Creo que lo que más le conviene es borrón y cuenta nueva.

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