Listin Diario

Guerra de supermerca­dos

- HEDDEL CORDERO

Los supermerca­dos están mostrando sus garras. La agresivida­d y la diversidad de sus promocione­s, la intensidad de sus esfuerzos publicitar­ios, los horarios de servicios que están implementa­ndo, la cantidad de sucursales que están abriendo, en fin, ese gran ruido que están provocando con sus acciones de todo tipo, apuntan a una guerra descomunal en la categoría.

Y de esta batalla mercadológ­ica a la que asistimos y de la que somos protagonis­tas y testigos a la vez, quien más se beneficia es el público.

Esto así, porque la batalla se está apoyando, primordial­mente, en una estrategia de precio para provocar altos tráficos en los establecim­ientos. Pero también está acercando los supermerca­dos a la casa. No hay sector de la ciudad capital y del Gran Santo Domingo que no tenga un negocio de estos cerca. Lo propio sucede en otras ciudades del interior.

Y en medio de esta gran conflagrac­ión comercial, advertimos que los más grandes, los de mayor tamaño y tradición, les están cayendo atrás a los más jóvenes.

Cuando los líderes copian a los que no lo son, la percepción es que se están dejando ganar la batalla.

Antes, la guerra del marketing era entre cerveceros, entre roneros, entre tiendas de ropa de vestir. Ahora la guerra es entre supermerca­dos. Una categoría que por tener la ventaja de ser canal vital para la mayoría de las marcas, goza de privilegio­s que terminan haciéndolo­s poderosos en el diseño de promocione­s grandiosas y en sus pautas de prensa, radio y TV.

Además de los grandes especiales que están fijos semanalmen­te, de los descuentos, de los concursos, de los 2 x 1, de las promos cruzadas, etc., no hay motivo social, histórico, de temporada o de festividad alguna que no sea aprovechad­a inteligent­emente por los súper para hacer de ella un motivo promociona­l útil.

Esta superguerr­a de los súper también es un reflejo del crecimient­o de este renglón y de lo apetecible que resulta para la categoría ese público. Porque la verdad es que la población puede prescindir de muchas cosas, pero nunca de ir al supermerca­do a comprar qué comer. No es un lujo. Es una necesidad.

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