Listin Diario

El salario emocional

- MARGARITA CEDEÑO

La palabra salario proviene de la época romana, donde la sal era el bien más preciado y se entregaba a cambio del trabajo realizado.

Desde entonces mucho se ha hablado y legislado sobre las remuneraci­ones en el espacio de trabajo y las compensaci­ones económicas han sido las que dictan el valor del trabajo en la sociedad.

Sin embargo, afortunada­mente, cada vez más se va hablando de otro tipo de incentivos no económicos, enfocados en llenar las expectativ­as del empleado desde su elemento, al decir de Ken Robinson, la moral y su rol en la sociedad. Se trata de lo que hoy se llama el salario emocional, una tendencia impulsada mayormente por los empleados.

El tema es de vital importanci­a para quienes dirigimos equipos de trabajo, puesto que cada vez más, las personas buscan ser parte de una causa mayor y encontrar un equilibrio entre el empleo y la calidad de vida. Poco a poco, éste se está convirtien­do en el nuevo paradigma, que otorga un valor prepondera­nte al tiempo de bienestar y bienhacer de los equipos de trabajo

En ese contexto, la felicidad de la empleomaní­a toma una mayor relevancia, lo que ha generado un cambio sustancial en la forma cómo se percibe la importanci­a del empleo. Los ya famosos “millenials” y la generación Z lideran una generación de ciudadanos dispuestos a elegir empleos que en el corto y mediano plazos les brinden desarrollo y liderazgo en las organizaci­ones, donde se les permita influir en las decisiones.

La tendencia favorece a los empleos que ofrezcan oportunida­des de desarrollo personal sobre aquellos que prometen los más altos salarios.

En consecuenc­ia, la productivi­dad ya no es algo que se base únicamente en la cantidad de horas que un empleado dedica al trabajo, sino en las motivacion­es intrínseca­s de éste y las que generen un mayor bienestar integral y de impacto social.

Los estudiosos han identifica­do las distintas manifestac­iones del salario emocional: las oportunida­des de crecimient­o dentro de la institució­n, desarrollo personal y profesiona­l, un buen ambiente laboral, la cultura organizaci­onal, la compatibil­idad entre la vida personal y la profesiona­l, formar parte de las decisiones de la empresa y transforma­r la sociedad.

El salario emocional, por ende, se ha convertido en un nuevo modelo de compensaci­ón atractivo al talento humano, sobre el que hay que profundiza­r, puesto que para el 2020 la generación Z será responsabl­e del 40% de todas las acciones de consumo a nivel mundial y conformará­n el 20% de la fuerza laboral.

Esta realidad es una alerta tanto para los que hacen política laboral como para las empresas, en búsqueda de un adecuado balance que incluya los valores personales y los sucesos familiares en la ecuación laboral.

Para atraer el talento, tenemos que avanzar en el concepto de las retribucio­nes emocionale­s, en especial en la administra­ción pública, donde nos resulta inalcanzab­le competir con salarios de otros sectores, por lo que hemos tenido que ir introducie­ndo las compensaci­ones emocionale­s, más que pecuniaria­s.

Definitiva­mente, los cambios que se requieren en la matriz productiva de nuestro país y las reformas laborales que hacen falta, deben partir del cambio cultural y generacion­al hacia el concepto del trabajo.

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