EL CAÑÓN DEL ANTÍLOPE
(+) Parece un dibujo. El dibujo de una gigantesca escultura de arenisca al norte de Arizona, en Estados Unidos, esculpida por la naturaleza.
Dejando atrás la Curva de la Herradura, el famoso meandro del río Colorado, un camino seco y polvoriento rodeado de paisajes ocre se desprende de la vía principal y a unos diez kilómetros de la ciudad de Page se corta frente a la negra ranura que da paso a una de las formaciones rocosas más fotografiadas y sobrecogedoras del mundo.
Esa tarde de primavera el sol dejaba colar sus rayos por las grietas del cañón del Antílope, al norte de Arizona, y las imágenes mil veces vistas de la revista National Geographic hacían su aparición real en la catedral de colores formada por arenisca y esculpida por las aguas durante miles de años.
Es el sudoeste estadounidense en todo su esplendor. Llegar hasta allí es una experiencia indescriptible para los viajeros que el guía se encarga de hacer más especial al hablar de las inundaciones repentinas que se suceden en la zona, que le dan forma al laberinto de 400 metros y que obligan a los viajeros a pautar la ruta con tiempo y obligatoriamente con un guía experimentado, especialmente un miembro de la tribu de indigénas navajo que cuidan la reserva.
El paseo dentro del pasadizo no suele durar mucho. El tiempo se va tocando las líneas de arenisca, tomando fotografías y contemplando las fluctuaciones de la luz sobre las paredes agrietadas que alcanzan en algunos puntos los 40 metros.
La aventura sigue en los alrededores, sobre la plataforma del cañón, y termina en Page, frente a las aguas azules del lago Powell, el embalse artificial de 299 kilómetros entre Utah y Arizona que llena de movimiento turístico todo su entorno.
Suceso. En agosto de 1997, once turistas que visitaban el cañón murieron cuando una riada inundó el laberinto. El guía, un indígena navajo, sobrevivió.