Adiós a Mario Cabrera Morín
Mario Cabrera Morín fue de los empresarios vanguardistas que procuró el crecimiento empresarial privado como base del desarrollo nacional. Era de ideas firmes, pero de un trato afable. Su cortesía le daba un toque de fineza al trato cotidiano. Lo conocí en los afanes periodísticos y su trato era el mismo en medio de las convulsiones de esos tiempos.
Mario Cabrera ejerció sus dotes de dirigente empresarial en momentos en que el sector privado se empeñaba en crecer compitiendo contra los obstáculos de legislaciones atrasadas y el enorme peso del gobierno en las operaciones financieras y comerciales. Las disposiciones oficiales en alguna medida generaban trabas a la visión empresarial moderna.
Además, el país vivía en una convulsión política constante. Un gobierno represivo con una oposición urticante plagada de faltas de experiencia política dirigiendo una población educada bajo el miedo trujillista. Fueron momentos difíciles para todos. La nación se acomodaba a los nuevos tiempos.
Mario Cabrera muere el Día de las Mercedes tras pasar largas jornadas de sufrimientos por una enfermedad que puso su temple en jaque. Por fuertes que eran los dolores no se quejaba. Así en la vida empresarial como al borde de la muerte tuvo la valentía como divisa. El martes fue la primera misa de Mario Cabrera. La iglesia San José de Calasanz fue el punto de encuentro de parientes y amigos. Casualmente sería la quinta misa del joven empresario Fernando Rainieri. En el oficio religioso José Vitienes Colubi habló de su amistad con ese cuñado a quien definió como hermano y compañero de jornadas durante casi 70 años.
José Vitienes enraizó las relaciones en Montreal, donde las familias de ambos vivían y donde el amor entre su hermana y Mario Cabrera dio paso al matrimonio y soldó dos familias en una. La muestra del talante del fallecido fue su postura durante la Guerra de Abril. Industria Lavador, la empresa de los Vitienes, era frontera entre los bandos opuestos. Cabrera “quedó, responsable y voluntariamente, custodiando las viviendas de la familia y la industria”. En la fábrica el peligro era cotidiano “pues las balas volaban por encima de sus cabezas. En el patio de la empresa murieron dos combatientes un empleado”. Vitienes definió a ese padre ejemplar como analítico y maestro de vocación. Era servidor, presto a ayudar personas e instituciones empresariales y sin fines de lucro. Mario Cabrera tenía la conducta de un hombre bueno.