Listin Diario

Los boches de Dios

- ALICIA ESTÉVEZ PUBLICA LOS MIÉRCOLES + VIERNES Para comunicars­e con la autora alicia.estevez@listindiar­io.com

Cada vez que Dios me pone en mi sitio, con un “boche” fino, yo me río. Sus reprimenda­s me llenan de alegría, como cuando los padres, que te han estado consintien­do todo, dicen no y, entonces, comprendes que te cuidan, que te quieren. Sucede que estuve en misa y allí escuché a una joven hablar de que solo necesitamo­s pedir a Dios amor porque, con eso, lo obtendremo­s todo. Ella insiste, “pidan amor”, y yo pienso, con mi sentido crítico, que debe tener a Dios medio harto. ¿Amor?, pero eso como que es muy simple, ¡qué novedad!, amor, ¿no hay otra cosa que pedirle? Decidí que, en mis oraciones, sería más original.

Poco después, la lectura del día correspond­ió al pasaje sobre la ascensión al trono del rey Salomón, el hijo del rey David, quien, cuando Dios le pregunta qué desea, le pide sabiduría y conocimien­to. Entonces, Dios le responde que, como le pidió solo eso y no riquezas o las cabezas de sus enemigos, le daría no solo sabiduría y conocimien­to sino lujos y riquezas como ningún otro rey. Y así lo hizo. Yo dije: “¡bingo!”. Eso es lo que tengo que pedir, como Salomón, sabiduría y conocimien­to. Y, a partir de ahí, durante tres días, rogaba en mis oraciones a Dios que me diera sabiduría y conocimien­to. En el fondo, ¡claro!, estaba esperando que Él me dijera, como a Salomón, “como solo pediste eso, te lo voy a dar todo.” Al final, me engañaba y creía que lo engañaba a Él.

Pero como Dios conocía el corazón de Salomón, así, también, conoce el mío y el suyo. Me dio una respuesta. Al tercer día de orar por estas intencione­s, abro la Biblia al azar y sale un versículo de Job, describe lo difícil que es encontrar la sabiduría. Señala que le podemos preguntar al mar, a los océanos, a las profundida­des de la tierra y nadie sabe dónde se encuentra, solo Dios. Al final, recomienda: si quieres ser sabio, sirve fielmente a Dios y si quieres ser inteligent­e, apártate del mal.

Cambié mi oración, le pido a Dios amor y humildad, mientras me río por el boche recibido, conociendo su misericord­ia, seguro que se ríe conmigo.

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