La verdad como arma de doble filo

Considero a José Luis Martín Descalzo (fallecido en 1991), sacerdote, periodista y escritor, un profeta de nuestro tiempo. Una de las mejores obras sobre Jesús (Vida y misterio de Jesús de Nazaret) se le acredita a él.

Hago esta corta introducción para referirme a un artículo de Martín Descalzo recogido en uno de sus libros titulado Razones para la alegría. En este trata sobre la verdad considerada peligrosa.

Entiende Martín Descalzo que hay que tener mucho cuidado en el momento que alguien trate de decir verdades, porque pueden tener mucho de mentira y ocasionar que produzcan más amargura que bien.

Cuando el autor citado trata el tema de la verdad, lo hace desde la perspectiva de lo que denomina verdades enteras, esto es, de aquellas expresadas sin ánimo de hacer daño pero que dejan en carne viva al que las pronuncia. En otras palabras, que estas verdades encuentren caldo de cultivo en aquel que las hace públicas. Todo aquel que tenga el coraje o valentía de decir verdades, aunque duelan, tiene que tener en cuenta que estas tienen algo de acusación también respecto a la vida que llevamos, y provoca que revisemos todas aquellas piadosas mentiras que decimos para justificarnos ante los demás. De esta manera, para decir verdades además de la capacidad y responsabilidad que hay que tener para la denuncia, es importante la coherencia. Martín Descalzo cita una frase de San Agustín en latín “Veritas, odium parti” (La verdad, engendra odio); lo que es del todo cierto, ya que decir la verdad genera enemistades incluso de gente que uno no conoce.

Un comentario final es importante sobre el concepto de verdad externado por el autor de referencia. Nadie tiene la verdad absoluta, porque esta “no se posee, nos posee, nos invade, nos arrastra hacia adelante...” Por tanto, la verdad cuando se comparte “deja de ser nuestra y ya es de todos, dispuesta a que otros la reengendren, multiplicándola, como los panes y los peces de Galilea”.