Listin Diario

EL CURA TAMBIÉN ABUSÓ DE UNA MADRE

- Marta Quéliz martha.queliz@listindiar­io.com Santo Domingo

Pese a la amarga experienci­a que ella vivió, la madre dejó que él siguiera yendo a la iglesia porque siempre le decía que quería ser cura, y entendía que no tenía derecho a destruir sus sueños. “Nunca imaginó que era otro quien había roto esos anhelos. Yo siempre le preguntaba a ella que por qué había dejado de ir a misa, que dónde estaba su fe. Siempre me respondía lo mismo: ‘Yo solo creo en el Señor’. Eso me decía y me dejaba complacido”, cuenta.

Cuando él tenía como 12 años fue que ella dejó de ir a la iglesia. Es decir, explica el protagonis­ta de esta historia, que cuando abusó de él a sus 14 años, hacía alrededor de dos años que había violado a su mamá. “Realmente, a ese hombre que ahora debe estar en el infierno dando sus cuentas, no le gustaban las mujeres, pues se descubrió que era un pedófilo en potencia. No sé por qué le hizo eso a mi mamá y sabrá Dios a cuántas más”, hace conjetura.

Aunque era menor de edad, él mismo tomó su decisión de no volver a la parroquia. Abandonó su sueño de estudiar mucho, hacer todo lo posible para ir al Seminario y convertirs­e en un sacerdote para evangeliza­r a su pueblo. Jamás ha vuelto a misa, aunque admite, al igual que su madre, que sí cree en Dios. Aún conserva en su cuello un crucifijo que da sentido a lo que dice.

“La bomba explotó”

La denuncia de dos casos de igual número de menores abusados por el cura del pueblo, ante las autoridade­s religiosas, dio pie a que se conocieran muchos otros más. “Cuando la bomba explotó, yo callé y mi mamá también. De eso hace unos nueve años. Sabrá Dios cuántas personas más hicieron lo mismo”, dice con tristeza.

Recuerda que ese día una comisión de la comunidad del pueblo fue a hablar con él, pero no le atendió. Mandó a decir que estaba ocupado, que volvieran al día siguiente. “Los que fueron hicieron guardia, pero no salió ni a visitar a los enfermos como acostumbra­ba a hacer después de misa”. En esta ocasión no llora, pero pasa un largo rato callado. Cuando lo entiende pertinente pide disculpa.

“Qué cosa la vida ¿eh?”, se pregunta. “Tantos temas fuertes que hemos hablado, tantos secretos que le he contado, y sin embargo, lo que más me duele decir es que yo lo vi a la mañana siguiente de que fuera la comisión a hablar con él. Yo iba para la escuela y vi cuando se montaba en su vehículo, con maleta en mano, y no dije nada, me quedé callado…”, se arrepiente y lo deja saber cómo si quisiera devolver el tiempo.

Fue trasladado y años después murió

Luego de mandar una comunicaci­ón a las autoridade­s eclesiásti­cas, al tiempo se enteraron en el pueblo que “su querido cura” había sido trasladado a otro lugar del país. “Lo mandaron para otro sitio sabiendo por qué no podía volver a donde estaba. Era como una recompensa a sus malas acciones. Y digo recompensa, porque allí iba a encontrar carne fresca, nadie lo conocía, e igual que como hizo con nosotros, se ganaría la confianza de la gente para luego ejecutar su obra: abusar de los menores”.

Hubo gente que dejó de ir a la iglesia por un largo tiempo hasta que se dieron cuenta de que el sacerdote que le habían asignado era un padre con vocación de servicio y con valores. “De hecho así lo ha demostrado. Porque tengo que ser honesto, hay muchos curas que son serios, que nacieron para servirle al Señor y al prójimo, pero hay escorias que se escudan en la religión para hacer realidad sus más asqueantes deseos”, al pronunciar esta frase mira al equipo de LISTÍN DIARIO buscando su aprobación.

No se alegra del mal de nadie, y mucho menos de la muerte de un ser humano, pero admite que sintió un gran alivio cuando supo que aquel cura que le había arrebatado su inocencia a él, a otros niños, y por si fuera poco, a su mamá, había fallecido. “Créeme, no es que con esto pagó lo que hizo, es que con su muerte se salvaron sabrá Dios cuántos menores más”, concluye, y se levanta de la silla para despedirse y darse el baño que se había prometido para quitarse de encima tal vez, uno de sus días más difíciles de su vida, aunque liberador.

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