Listin Diario

La prioridad del ser humano

- PABLO CLASE HIJO Para comunicars­e con el autor figuras24@hotmail.com

En todos los tiempos y en todos los pueblos, infinidad de mujeres han seguido a Cristo, como una prueba definitiva de que la necesi- dad espiritual es de ambos géneros; una necesidad que puede ser satisfecha solo por la gracia y la misericord­ia del Altísimo. Entre sus seguidoras contemporá­neas, Jesús amaba, de un modo particular, a Marta y María, hermanas de Lázaro. En ese sentido, Lucas narra un episodio memorable que confirma no solo este cariño especial del Maestro hacia estas amigas, cuyo hogar le brindaba descanso y solaz, sino cómo deseaba guiarlas por el camino recto de Dios.

Cierto día, cuando Jesús se detuvo allí, sucedió algo que significó una gran lección para ambas mujeres, especialme­nte para Marta. Un buen número de discípulos, al parecer, fueron convidados a comer allí, y Marta estaba afanada en los quehaceres de la cocina. Estaba apurada y turbada, mientras servía apresurada­mente.

Entre tanto, su hermana María, desde que Jesús pasó el umbral, se había sentado a sus pies, escuchando, en una especie de éxtasis, sus palabras. En verdad, le ha dado su alma a Jesús, toda su alma. Marta, un tanto impaciente, pidió al divino Señor que le dijera a María que la ayudara. Jesús le respondió, diciendo: “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria, y María ha escogido la mejor parte, la cual no le será quitada”.

En otras palabras, Jesús le recordó que las cosas espiritual­es están en primer lugar. No hay que preparar muchas cosas para la mesa; la sencillez o frugalidad le permitiría dedicar más tiempo a las actividade­s del espíritu. Y las cosas espiritual­es son mejores que las materiales, las eternas, más importante­s que las temporales. La actividad mundanal es una trampa cuando nos impide servir a Dios y obtener Su bendición para nuestras almas. Cristo declaró: “María ha escogido la mejor parte”.

Porque una cosa es necesaria y esta hizo ella: rendirse a los pies de Cristo. Las cosas de esta vida nos serán quitadas por completo cuando dejemos este mundo, pero nada nos separará del amor de Cristo y de Su salvación para nuestras almas. (Ver: Lucas 10:38-48).

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