Listin Diario

El rastro emocional detrás de una pérdida

Cualquier pérdida, sea ambigua o no, puede ser traumática dependiend­o de las circunstan­cias y la percepción de quien la sufre.

- Laura Ortiz Güichardo Santo Domingo

De acuerdo con la psicóloga Priska Imberti, cualquier pérdida, sea ambigua o no, puede experiment­arse como traumática dependiend­o de las circunstan­cias y la percepción del que la sufre. Ese trauma se diferencia del estrés normal en que este último es “una presión ejercida sobre el estado habitual de un sistema, mientras que el trauma es un estrés tan grande e inesperado frente al que el sistema no puede defenderse, sobrelleva­rlo o manejarlo”.

Cuando este panorama se presenta dentro de un cuadro de ambigüedad (ser querido desapareci­do, quien no sabemos si permanece vivo o no, por ejemplo) se convierte en complicado, lo que lo complica es, precisamen­te la incertidum­bre.

A consecuenc­ia de una vivencia traumática, se activan partes muy primitivas del cerebro para mantener a la persona en un estadío de hipervigil­ancia e hiperexalt­ación, aun en la ausencia de lo que provocó la experienci­a.

En esa circunstan­cia, el cerebro del que perdió el ser querido se mantiene alerta esperando el retorno o alguna noticia sobre el fin que tuvo esa persona, la cual puede presentars­e en un momento impredecib­le, provocando un estado de impotencia.

Más allá de buscar ‘superar’ el duelo, lo más importante es aprender a sobrelleva­r las pérdidas, es decir, aprender a vivir con lo que es y lo que no puede ser, sin apresurar el proceso natural de sanación, abandonand­o las expectativ­as positivas rígidas.

A su vez, Imberti puntualiza que la normalizac­ión de las reacciones ante estas, que sería lo contrario a patologiza­rlas, puede ayudar significat­ivamente a enfrentarl­as de mejor manera.

“Que puedan esclarecer entre padecer de un trastorno médica- mente definido, como lo es la ansiedad, la depresión y el estrés post traumático, y sus reacciones ante una situación que está fuera de su control. La idea central es ayudarlos a entender que están presentand­o una reacción normal a una situación anormal”, afirma.

A partir de sus años de experienci­a, la experta considera que entre lo más importante que debe tener un terapeuta que trabaja las pérdidas y el duelo en general es la amplitud mental, abandono de estructura­s psicoterap­éuticas estandariz­adas, alejamient­o de la medicaliza­ción y la patologiza­ción de síntomas que pueden ser comunes, tanto a condicione­s de salud mental como a situacione­s de estrés social o contextual que lleven a la persona a reaccionar de forma similar.

Deben saber distinguir entre abordar un caso desde una perspectiv­a de conocimien­to y experienci­a clínica y una ante la cual sería apropiado reconocer que no se sabe exactament­e qué hacer, pero que se está preparado para afrontar lo desconocid­o con serenidad, curiosidad y compasión.

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ISTOCK NO APRESURAR EL PROCESO DE SANACIÓN Más allá de buscar ‘superar’ esta situación, lo más importante es aprender a sobrelleva­r los duelos, es decir, aprender a vivir con lo que es y lo que no puede ser, sin apresurar el proceso natural de sanación, abandonand­o las expectativ­as positivas rígidas.

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