El rastro emocional detrás de una pérdida
Cualquier pérdida, sea ambigua o no, puede ser traumática dependiendo de las circunstancias y la percepción de quien la sufre.
De acuerdo con la psicóloga Priska Imberti, cualquier pérdida, sea ambigua o no, puede experimentarse como traumática dependiendo de las circunstancias y la percepción del que la sufre. Ese trauma se diferencia del estrés normal en que este último es “una presión ejercida sobre el estado habitual de un sistema, mientras que el trauma es un estrés tan grande e inesperado frente al que el sistema no puede defenderse, sobrellevarlo o manejarlo”.
Cuando este panorama se presenta dentro de un cuadro de ambigüedad (ser querido desaparecido, quien no sabemos si permanece vivo o no, por ejemplo) se convierte en complicado, lo que lo complica es, precisamente la incertidumbre.
A consecuencia de una vivencia traumática, se activan partes muy primitivas del cerebro para mantener a la persona en un estadío de hipervigilancia e hiperexaltación, aun en la ausencia de lo que provocó la experiencia.
En esa circunstancia, el cerebro del que perdió el ser querido se mantiene alerta esperando el retorno o alguna noticia sobre el fin que tuvo esa persona, la cual puede presentarse en un momento impredecible, provocando un estado de impotencia.
Más allá de buscar ‘superar’ el duelo, lo más importante es aprender a sobrellevar las pérdidas, es decir, aprender a vivir con lo que es y lo que no puede ser, sin apresurar el proceso natural de sanación, abandonando las expectativas positivas rígidas.
A su vez, Imberti puntualiza que la normalización de las reacciones ante estas, que sería lo contrario a patologizarlas, puede ayudar significativamente a enfrentarlas de mejor manera.
“Que puedan esclarecer entre padecer de un trastorno médica- mente definido, como lo es la ansiedad, la depresión y el estrés post traumático, y sus reacciones ante una situación que está fuera de su control. La idea central es ayudarlos a entender que están presentando una reacción normal a una situación anormal”, afirma.
A partir de sus años de experiencia, la experta considera que entre lo más importante que debe tener un terapeuta que trabaja las pérdidas y el duelo en general es la amplitud mental, abandono de estructuras psicoterapéuticas estandarizadas, alejamiento de la medicalización y la patologización de síntomas que pueden ser comunes, tanto a condiciones de salud mental como a situaciones de estrés social o contextual que lleven a la persona a reaccionar de forma similar.
Deben saber distinguir entre abordar un caso desde una perspectiva de conocimiento y experiencia clínica y una ante la cual sería apropiado reconocer que no se sabe exactamente qué hacer, pero que se está preparado para afrontar lo desconocido con serenidad, curiosidad y compasión.