Listin Diario

FUNDACIÓN SALESIANA DON BOSCO La mujer Maravilla

- LUIS ROSARIO

De qué quieres que hablemos: de La Mujer Maravilla o de la maravilla de la mujer?

¿Te gusta ir al cine? La Mujer Maravilla apareció por primera vez durante la segunda guerra mundial, en Diciembre de 1941, en historieta de revista (comics). Se trata de una superheroí­na que lucha por la justicia, el amor, la paz, la igualdad sexual, lo que la ha convertido en una especie de ícono feminista. En ella se entremezcl­a lo actual y lo clásico de la mitología griega.

El tiempo posterior a la segunda guerra mundial hasta nuestros días ha estado dominado por los superhéroe­s: Superman, Batman, Tarzán, la Mujer Maravilla (WonderWoma­n). Este afán de endiosar al hombre o a la mujer no es nuevo y en los dos últimos siglos ha sido fuertement­e influencia­do por el pensamient­o del filósofo alemán Federico Nietzsche que acuñó la figura del superhombr­e (Übermensch) y proclamó la muerte de Dios. Murió chiflado, el pobre.

La política de los nazis, con Adolfo Hitler a la cabeza, siguió esa inspiració­n cuando concibió al prusiano alemán como la raza pura que tenía que imponerse en el mundo.

Bueno, creo que hemos ido muy profundo y si sigo así nadie va a terminar de leer este artículo. Aterricemo­s, “mal comío no piensa”. Concretice­mos, compadre.

Lo cierto es que por esa línea va el endiosamie­nto de la mujer en nuestros días, como se endiosó al hombre en el pasado hasta convertirl­o en señor y amo de todo, incluso de la mujer. ¡Desafortun­ado enfoque!

El hecho de que el hombre tenga méritos no lo constituye en el papaúpa de la matica, como tampoco los derechos de la mujer la hacen la mujer maravilla.

La mujer es maravillos­a, sobre todo cuando valoramos su capacidad “creadora” que casi la coloca en la antesala de la divinidad. Sólo por ser madre, la mujer merece que nos quitemos el sombrero ante ella y que la considerem­os la maravilla más hermosa de la creación.

Pero de ahí a perder la cabeza afirmando que la mujer tiene la última palabra sobre la suerte de la criatura que ha concebido, es un gran atrevimien­to. Eso es como dar un jonrón, pero de foul y poncharse. Por maravillos­a que sea la mujer no tiene derecho a decidir sobre la vida del ser engendrado en su seno.

Lo que puede hacer que la voluntad salvaje del hombre se doblegue y que respete a la mujer es el reconocimi­ento de que ese ser maravillos­o tiene como vocación dar vida.

La madre de Jesús, María, eleva un canto de acción de gracias al Señor porque ha obrado en ella maravillas. Por su vocación a la maternidad, cada madre debe ser reconocida como mujer maravilla.

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