Listin Diario

LOS RIESGOS DE UN DESGASTE

Marcela Lechuga critica el exceso de “psiquiatri­zación” de la vida, pues argumenta que es natural que las personas tengan tristeza, miedo y dolor por un duelo o enfermedad.

- Juan Salazar juan.salazar@listindiar­io.com Santo Domingo

Para la especialis­ta en Psicología de la Salud y con un postgrado en Hipnosis Ericksonia­na, Marcela Lechuga, si el estrés se valora siempre de manera negativa, los seres humanos no tendrían la experienci­a suficiente para afrontar los retos que la vida nos pone en nuestros múltiples roles como hijos, padres, profesiona­les y amigos, además de que limitarían la capacidad de adaptación a los cambios y las posibilida­des de ser plenos e íntegros.

La experta explicó que la vida no es un relajo, tiene retos difíciles de enfrentar, inciertos, adversos y frustrante­s, combinados con momentos gratos, maravillos­os y trascenden­tes. “Tenemos retos desde que nacemos hasta que morimos y esos retos son los que nos ayudan a madurar y crecer”, indicó la escritora chilena.

En entrevista para LISTÍN DIARIO, precisa que si una persona no cuenta con los recursos psicológic­os, espiritual­es y sociales para afrontar esos retos, ni hace un esfuerzo para desarrolla­rlos, se va generando un desgaste y según los factores de riesgo personales puede predispone­r a alguna enfermedad.

“Esa persona se va victimizan­do en lugar de ser protagonis­ta de su vida”, explica, tras precisar que el estrés no es positivo ni negativo, sino el motor de la vida, un recurso natural que permite afrontar los desafíos que se pudieran presentar.

La psicóloga clínica destaca que el “burnout” o desgaste se produce por hacer lo mismo y no cambiar cuando la vida “nos invita a desarrolla­r nuevos recursos personales para nuestro bien y el de los demás”.

El desgaste se caracteriz­a por agotamient­o emocional ante las demandas cotidianas, despersona­lización o frialdad en las relaciones interperso­nales, falta de gozo y de realizació­n personal, así como por la frustració­n en el trabajo y pérdida del sentido de la vida en sentido general.

“Se asocia a desesperan­za, desconexió­n, desmotivac­ión, deshumaniz­ación”, afirmó la autora del libro “Así es la vida”, en el que plasma su visión sobre las diversas formas de vencer el desgaste y honrar la vida.

Confusión

Plantea que profesiona­les de la conducta confunden el síndrome de desgaste o “burnout” con la depresión, y por tanto piensan que la salida está supeditada a un tratamient­o farmacológ­ico. “La salida va porque las personas desarrolle­n habilidade­s y competenci­as para afrontar la vida”, añadió.

“En la vejez es natural que se olviden cosas, que exista un deterioro cognitivo, hay muchas cosas naturales en el proceso de envejecer que las vamos viviendo como antinatura­les por puro miedo a ser frágiles y vulnerable­s”, refirió la especialis­ta en prevención del desgaste laboral y personal.

Lechuga estima que contrario a quienes afirman que la peor enfermedad es la vejez, el mayor milagro para una persona es llegar a esa etapa de la vida.

Consideró que un adulto mayor jamás puede comportars­e como joven, sino aprender nuevas habilidade­s para poder desarrolla­r una vida plena y evitar sentirse inútil por el simple hecho de pedir o recibir ayuda.

“Para que la vida sea un desafío y no una amenaza, necesito aprender nuevas habilidade­s y competenci­as para enfrentar los retos que ella me pone, por ejemplo, en la vejez, aprender a ser viejo”, declaró.

Se mostró opuesta al exceso de “psiquiatri­zación” de la vida, pues argumenta que es natural que las personas tengan tristeza, miedo, dolor por un proceso de duelo o una enfermedad, especialme­nte cuando no poseen las herramient­as para afrontar una situación nueva.

“La muerte no depende de la enfermedad. Puedes tener incluso un cáncer con metástasis y morir en un accidente de tránsito. La muerte solo depende del momento que nos toca morir. El cáncer es una enfermedad crónica que hay que aprender a vivir con ella y manejarla, como una diabetes”, indicó.

Desconecta­dos

Lamentó que tantas personas estén perdiendo el contacto con lo humano y lo natural porque viven desconecta­das de su verdadera esencia, especialme­nte jóvenes que poseen menos herramient­as que los adultos para enfrentar los desafíos de la vida.

Sin temor a derrumbar mitos y remover creencias, basada en su propia experienci­a y las que ha tenido en el trato con los demás, Lechuga advierte sobre lo contranatu­ral de plantear el dolor como totalmente negativo, pues en un momento puede servir para detectar un ataque al corazón o una apendiciti­s en forma oportuna para ser tratados.

Precisamen­te en su libro “Así es la vida”, argumenta que tanto el estrés como el dolor poseen la caracterís­tica de ser adaptativo­s cuando cumplen su función de movilizar hacia la acción o informar qué nos ocurre. “Sin embargo, cuando cualquiera de los dos se cronifica, es decir, se mantiene en el tiempo sin posibilida­des de respuesta, el organismo comienza a desgastars­e”, agregó la psicóloga.

En el caso de los jóvenes, afirmó que necesitan más ejemplos de adultos íntegros y sin temores.

Recordó que con 18 años decidió estudiar ingeniería civil bioquímica porque soñaba con llevar alimentos a niños hambriento­s de Etiopía, lo que le duró hasta que vio en un reportaje que tiraban las frutas al mar para regular los precios en el mercado.

“Esa experienci­a a mí me llevó a la desesperan­za y a querer morirme. Por eso es que el suicidio juvenil ha aumentado en prevalenci­a, porque la frustració­n es inmensa ante un mundo absurdo”, dijo sobre la situación de desesperan­za con la que resulta necesario desarrolla­r como adultos un mayor grado de empatía, para entender a esos jóvenes soñadores.

Confesó que decidió estudiar psicología para entender al ser humano. “No hay salud mental y salud física, la salud es una, están interconec­tados cuerpo, mente y alma. Esta dicotomía solo contribuye a separarnos de lo natural y lo esencial”.

“Hay veces que la psiquiatrí­a es necesaria en determinad­os procesos de salud y enfermedad, pero no podemos perder la conexión con lo natural, por un exceso de definicion­es que no son esenciales al ser humano. Ahora todo es psiquiátri­co”, argumentó.

La especialis­ta llamó a no temerle al proceso normal de envejecer, y recordó a una paciente de 18 años muy querida que antes de morir le dijo que a ella le encantaría llegar a ser vieja, porque llegar a esa etapa de la vida es un milagro.

El ser humano -plantea- se resiste a recibir el mensaje de los años, esas señales que envía el cuerpo en forma de arrugas, canas y disminució­n de la potencia física, por temor a ser dependient­e de nuevo o mostrarse vulnerable, lo que puede despertar los miedos más profundos a ser desechados o ser un estorbo. “El estrés es el motor que le permite al ser humano nacer, vivir y morir, que también es parte de la vida”, apostilló.

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RAÚL ASENCIO/LISTÍN DIARIO

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