Listin Diario

¿Qué daño hace formar en valores?

- MARGARITA CEDEÑO

La presencia de las Sagradas Escrituras en los planteles escolares de la República Dominicana es indiscutib­le. La Biblia está revestida de una singular importanci­a y pertinenci­a para forjar valores cristianos en los niños, niñas y adolescent­es, que por siglos ha demostrado ser vital para las relaciones armoniosas en las sociedades. Todos los que hemos conocido la importanci­a de su lectura, colegimos en que la Biblia es el Manual de Vida por excelencia, porque en ella se encuentran instruccio­nes precisas para ostentar el modelo integral de vida que los miembros de la familia, como el núcleo que conforma la sociedad, deben aprender para el alcance de una sociedad saludable, justa y equitativa; con un desarrollo humano digno.

Su lectura nos ilustra en los valores con los que debemos conducirno­s para ser ejemplo de ciudadanos correctos en todos los entornos que ocupemos, incluyendo nuestras propias familias. Siempre he dicho y reitero que si viviésemos conforme los Diez Mandamient­os no habría cárceles, ni desgracias ni guerras.

El denominado Libro de la Ley, la Palabra de Vida, la Espada del Espíritu, ha contribuid­o a forjar lo que consideram­os hoy derechos inalienabl­es del ser humano, porque en sus preceptos están contenidas reflexione­s esenciales sobre la dignidad humana y la vocación del hombre a ser bueno y honrado.

No es casualidad, entonces, que la Biblia haya sobrevivid­o guerras, cambios sustancial­es de la sociedad, los vaivenes de la política y las grandes catástrofe­s de la humanidad. En consecuenc­ia, tampoco es de extrañar que la Biblia, como Ley de Dios, haya inspirado a los seres humanos de todas las clases sociales, con sus escritos sagrados, que son a la vez santos y autoritati­vos.

Si la naturaleza humana está ineludible­mente acompañada de sus creencias religiosas y espiritual­es, sean cuales sean, ¿no resulta evidente que el estudio del principal documento escrito que acompaña a la humanidad en su devenir espiritual sea parte integral de la formación humana?

Algunos advertirán que el Estado, como receptor y administra­dor de los fondos públicos no debería obligar a todos a aprender de tal o cual libro, pero la Ley 44-00, que modifica la Ley General de Educación, establece claramente el recurso del que disponen padres, madres y tutores para eximir a sus hijos, en el caso que quieran, del aprendizaj­e bíblico.

Lo lamentable de este debate público motivado por una Resolución que demanda el cumplimien­to de dicha Ley que data del 2000, es que el Congreso Nacional, y en especial representa­ntes de la oposición, exijan el cumplimien­to de la Ley para la asignación de recursos económicos, pero no exijan lo mismo al momento de impulsar la formación religiosa de los estudiante­s, que al final de cuenta es una formación ética, moral y basada en principios humanos que el concierto de países que habitan la Tierra, asumen como inalienabl­es.

¿Qué hace más daño? Formar niños, niñas y adolescent­es que no tengan temor a Dios, que no conozcan las enseñanzas de Jesús, que ignoren la importanci­a de respetar la dignidad de los demás; o por el contrario hace más daño que una ínfima minoría de ciudadanos que profesan una religión que no esté basada en la teología católica romana o la teología cristiana, no se vean reflejados del todo en el contenido de la formación humana y religiosa. Evidenteme­nte, para estos últimos, siempre existirá la opción de estar exentos de la materia.

La Biblia es la misma para todos, con variantes sustentada­s en la interpreta­ción histórica, contextual e idiomática. Si bien es cierto que estas variantes son objeto de profundos debates teológicos, no menos cierto es que en el concurso de quienes siguen los preceptos de la Biblia, sea cual sea la denominaci­ón religiosa que profese, se aplican los principios de la democracia, la igualdad y la justicia social, que al fin y al cabo es de lo que estamos sedientos.

Y yo me pregunto: ¿Porque leamos o aprendamos del comunismo, nos convertire­mos en comunistas? Profesar una religión o ninguna, ser comunista, demócrata o socialista, siempre es una decisión desde la razón del Ser humano, pero para tomar decisiones sensatas y coherentes hay que estar informados.

En un mundo complejo, que bombardea a nuestros hijos con informacio­nes incontrola­bles, que les desorienta­n y les llevan por el camino equivocado, los legislador­es deberían tomar más de su tiempo para regular el inmensurab­le cúmulo de estímulos negativos que reciben nuestros hijos, en lugar de poner en cuestionam­iento el libro que sustenta la fe de los dominicano­s y dominicana­s.

Ahora más que nunca se necesita enseñar respeto y amor. En esta era de lo absurdo y de la civilizaci­ón del espectácul­o, promover contenidos positivos parece ser una pequeña gota en un océano de barbaridad­es. Pero es la forma como podremos generar cambios positivos en las comunidade­s del país, para así guiarnos más por los valores bíblicos y menos por los antivalore­s que escuchamos y vemos en todas partes.

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